/ miércoles 12 de enero de 2022

La economía de la realidad

Escenario meramente electoral, miles de personas reunidas para escuchar uno de los muchos informes de gobierno en los que se da cuenta del avance del país y todas las acciones emprendidas para mejorar las condiciones de vida de todas y cada una de las personas que habitan en México y que ansían que sus ingresos aumenten para que la lucha contra la pobreza no se vea seriamente lastimada.

No habrá recesión bajo ninguna circunstancia en el país porque hasta se ha demostrado la fortaleza del peso frente al dólar, el problema es que los “neoliberales” se empeñan en seguir en un modelo que no da resultados y que sólo le engrandece los bolsillos a los empresarios en detrimento de lo que menos tienen, por ello se plantean medidas como el aumento del salario mínimo sosteniendo que ello no generará inflación.

Y no sólo eso, con un aumento de salario mínimo aumentará el poder adquisitivo de las y los trabajadores en el país para que puedan comprar más insumos, más productos de la canasta básica y devolver la dignidad que se les ha negado porque esa es la intención de este gobierno que piensa en la gente y no endeudarse con organismos internacionales como ocurría en el pasado. De hecho, la recuperación económica post pandemia es un hecho y se va en caballo de hacienda para regresar a los niveles anteriores en los que se estaba mejor. Ni recesión ni inflación se prevé en el camino.

Ese es el país de los discursos ante multitudes, pero habría que revisar qué nos dice la realidad.

La inflación, dicho por los propios datos oficiales alcanza cifras que no se habían visto en más de dos décadas donde lo que reinaba era la salud macroeconómica. Dicha situación a quien más ha afectado es a la gente en pobreza o cerca de los límites, ya que, de acuerdo con CONEVAL, la cifra de pobres en 2018 era de casi 52 millones de personas, cifra que, para 2020, lejos de revertirse, ya había llegado a 4 millones de personas más.

El salario mínimo cuyo aumento se exprimió mediáticamente hasta lo más posible ha sucumbido ante la inflación, ya que, de acuerdo con cifras de la propia Secretaría del Trabajo, son muy pocas personas las que reciben como paga un salario mínimo, por lo que habría que revisar los aumentos del salario contractual que en noviembre se incrementó nominal mente en un 5.1 por ciento lo que se convierte en una pérdida para las personas que enfrentan una inflación del 7.37 por ciento. Los hábitos de consumo tienen que variar porque el poder adquisitivo lejos de las arengas públicas ha disminuido.

En la deuda la catástrofe es mayor, ya que cada vez que hay oportunidad se insiste en que el país no ha adquirido deuda, sin embargo la realidad es que el Banco Mundial, a mediados de 2021, informó que el gobierno actual ha pedido más prestamos que la administración anterior y no sólo eso, el ahorro del fondo de contingencia gubernamental que durante muchos años se había mantenido en crecimiento, la actual administración se lo gastó aún antes de que se vislumbrara siquiera la pandemia.

En un campo real, de la vida diaria, del bolsillo de las y los mexicanos, que son quienes nos importan, las cosas no sólo no están bien, sino que muchos analistas vislumbran que se pondrá peor en los años venideros con una seria amenaza de recesión y crisis económica como hace muchísimos años no se veía en el país. Es momento de tomar medidas, de tener seriedad y de entender que lo que más nos debe preocupar es el pueblo de México y su bienestar y no los procesos electorales venideros.

Escenario meramente electoral, miles de personas reunidas para escuchar uno de los muchos informes de gobierno en los que se da cuenta del avance del país y todas las acciones emprendidas para mejorar las condiciones de vida de todas y cada una de las personas que habitan en México y que ansían que sus ingresos aumenten para que la lucha contra la pobreza no se vea seriamente lastimada.

No habrá recesión bajo ninguna circunstancia en el país porque hasta se ha demostrado la fortaleza del peso frente al dólar, el problema es que los “neoliberales” se empeñan en seguir en un modelo que no da resultados y que sólo le engrandece los bolsillos a los empresarios en detrimento de lo que menos tienen, por ello se plantean medidas como el aumento del salario mínimo sosteniendo que ello no generará inflación.

Y no sólo eso, con un aumento de salario mínimo aumentará el poder adquisitivo de las y los trabajadores en el país para que puedan comprar más insumos, más productos de la canasta básica y devolver la dignidad que se les ha negado porque esa es la intención de este gobierno que piensa en la gente y no endeudarse con organismos internacionales como ocurría en el pasado. De hecho, la recuperación económica post pandemia es un hecho y se va en caballo de hacienda para regresar a los niveles anteriores en los que se estaba mejor. Ni recesión ni inflación se prevé en el camino.

Ese es el país de los discursos ante multitudes, pero habría que revisar qué nos dice la realidad.

La inflación, dicho por los propios datos oficiales alcanza cifras que no se habían visto en más de dos décadas donde lo que reinaba era la salud macroeconómica. Dicha situación a quien más ha afectado es a la gente en pobreza o cerca de los límites, ya que, de acuerdo con CONEVAL, la cifra de pobres en 2018 era de casi 52 millones de personas, cifra que, para 2020, lejos de revertirse, ya había llegado a 4 millones de personas más.

El salario mínimo cuyo aumento se exprimió mediáticamente hasta lo más posible ha sucumbido ante la inflación, ya que, de acuerdo con cifras de la propia Secretaría del Trabajo, son muy pocas personas las que reciben como paga un salario mínimo, por lo que habría que revisar los aumentos del salario contractual que en noviembre se incrementó nominal mente en un 5.1 por ciento lo que se convierte en una pérdida para las personas que enfrentan una inflación del 7.37 por ciento. Los hábitos de consumo tienen que variar porque el poder adquisitivo lejos de las arengas públicas ha disminuido.

En la deuda la catástrofe es mayor, ya que cada vez que hay oportunidad se insiste en que el país no ha adquirido deuda, sin embargo la realidad es que el Banco Mundial, a mediados de 2021, informó que el gobierno actual ha pedido más prestamos que la administración anterior y no sólo eso, el ahorro del fondo de contingencia gubernamental que durante muchos años se había mantenido en crecimiento, la actual administración se lo gastó aún antes de que se vislumbrara siquiera la pandemia.

En un campo real, de la vida diaria, del bolsillo de las y los mexicanos, que son quienes nos importan, las cosas no sólo no están bien, sino que muchos analistas vislumbran que se pondrá peor en los años venideros con una seria amenaza de recesión y crisis económica como hace muchísimos años no se veía en el país. Es momento de tomar medidas, de tener seriedad y de entender que lo que más nos debe preocupar es el pueblo de México y su bienestar y no los procesos electorales venideros.