/ miércoles 28 de febrero de 2024

La sequía que se expande

Es una paradoja que justo en el territorio que hoy ocupa la Ciudad de México y la zona conurbada, hace apenas 500 años todo fuera un gran lago en el que pareciera imposible siquiera pensar en construir una gran urbe, la cual, en su momento fue reconocida como una obra de la ingeniería de los mexicas que, asentados en la zona, lograron una sinergia ambiental para tener viviendas y, al mismo tiempo, mantener el cauce o apenas modificarlo respecto de dichas aguas. Y es paradoja porque hoy estamos leyendo cada día como el “día cero” en el que no habrá el mínimo suministro de agua para la población se acerca. El estrés hídrico que vive la capital del país es de tal grado que ya se está convirtiendo en motivo de análisis por especialistas en la materia a nivel nacional e internacional.

Ya con este se contabilizan cinco años en los que existe emergencia por sequía en la Ciudad de México, teniendo como principal indicador los niveles del Sistema Cutzamala que abastece en gran medida a la capital, ya que las presas de esa forma de suministro se encuentran al 39 por ciento de su capacidad justo en el momento en el que escasean las lluvias y el calor se intensifica, requiriendo mayor y mejor suministro del vital líquido. El tema se agrava si consideramos que, dada la densidad poblacional, es imposible que la Ciudad se alimente de los pozos que se encuentran en el mismo territorio ante su escasez debido a la sobreexplotación por décadas, de tal manera que se tiene que echar mano del agua que se encuentra en los estados aledaños, con todo lo que ello implica, ya que, entonces, la crisis se irá expandiendo a lugares como el Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos.

El tema es más profundo de lo que técnicamente se demuestra, ya que no sólo se trata de tener más agua así nada más, sino que es un cúmulo de factores que nos tienen en esta posición crítica que se puede agravar más si no se toman decisiones inmediatas, considerando que es urgente que viremos hacia las infraestructuras verdes que sean sustentables. Sí, sin duda que tenemos que pensar en crear infraestructura que produzca más y mejor agua potable de manera sustentable, pero en el mismo sentido tenemos que comenzar a evitar las constantes fugas que tenemos y en donde se pierden cantidades enormes del vital líquido que bien podrían ir a los sistemas de captación para procesarla y entregarla a los hogares; pareciera cosa menor, sin embargo, es en las fugas donde se pierde mucho.

Y lo más importante que nos toca a nosotros como sociedad civil es el uso racional del agua. Si bien nos encontramos en el centro de la discusión en cuanto al uso de millones de centímetros cúbicos de agua por parte de las grandes industrias, también es cierto que las cantidades que utilizamos en nuestros hogares se pueden reducir de forma significativa para evitar el dispendio de mucho de lo que hoy estamos sufriendo.

Este dejó de ser un problema estatal para convertirse en un problema regional, ya que, de a poco, irá involucrando a más ciudades, a más familias y a más gobiernos conforme el crecimiento urbano se vaya dando. Hoy tenemos todas las herramientas de la ingeniería y muchos estudios “verdes” que nos dan una idea que crecer en el desarrollo no implica sacrificar nuestro entorno, sino que debemos convivir con él porque no sólo nosotros sufrimos el deterioro ambiental, sino que hay muchas especies que también lo resienten y que eso abonará al inminente cambio climático.

Esperamos que las soluciones vengan de todos lados entendiendo que este problema de la sequía es una cuestión que debe tener componentes de corto plazo porque no se puede dejar a la población sin el suministro, sin embargo, desde ya se tienen que planear a mediano y a largo plazo medidas concretas, transexenales, más allá de ideologías para evitar que ese “día cero” se aparezca permanente como un fantasma que lastima severamente, principalmente, a la ciudadanía.

Es una paradoja que justo en el territorio que hoy ocupa la Ciudad de México y la zona conurbada, hace apenas 500 años todo fuera un gran lago en el que pareciera imposible siquiera pensar en construir una gran urbe, la cual, en su momento fue reconocida como una obra de la ingeniería de los mexicas que, asentados en la zona, lograron una sinergia ambiental para tener viviendas y, al mismo tiempo, mantener el cauce o apenas modificarlo respecto de dichas aguas. Y es paradoja porque hoy estamos leyendo cada día como el “día cero” en el que no habrá el mínimo suministro de agua para la población se acerca. El estrés hídrico que vive la capital del país es de tal grado que ya se está convirtiendo en motivo de análisis por especialistas en la materia a nivel nacional e internacional.

Ya con este se contabilizan cinco años en los que existe emergencia por sequía en la Ciudad de México, teniendo como principal indicador los niveles del Sistema Cutzamala que abastece en gran medida a la capital, ya que las presas de esa forma de suministro se encuentran al 39 por ciento de su capacidad justo en el momento en el que escasean las lluvias y el calor se intensifica, requiriendo mayor y mejor suministro del vital líquido. El tema se agrava si consideramos que, dada la densidad poblacional, es imposible que la Ciudad se alimente de los pozos que se encuentran en el mismo territorio ante su escasez debido a la sobreexplotación por décadas, de tal manera que se tiene que echar mano del agua que se encuentra en los estados aledaños, con todo lo que ello implica, ya que, entonces, la crisis se irá expandiendo a lugares como el Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos.

El tema es más profundo de lo que técnicamente se demuestra, ya que no sólo se trata de tener más agua así nada más, sino que es un cúmulo de factores que nos tienen en esta posición crítica que se puede agravar más si no se toman decisiones inmediatas, considerando que es urgente que viremos hacia las infraestructuras verdes que sean sustentables. Sí, sin duda que tenemos que pensar en crear infraestructura que produzca más y mejor agua potable de manera sustentable, pero en el mismo sentido tenemos que comenzar a evitar las constantes fugas que tenemos y en donde se pierden cantidades enormes del vital líquido que bien podrían ir a los sistemas de captación para procesarla y entregarla a los hogares; pareciera cosa menor, sin embargo, es en las fugas donde se pierde mucho.

Y lo más importante que nos toca a nosotros como sociedad civil es el uso racional del agua. Si bien nos encontramos en el centro de la discusión en cuanto al uso de millones de centímetros cúbicos de agua por parte de las grandes industrias, también es cierto que las cantidades que utilizamos en nuestros hogares se pueden reducir de forma significativa para evitar el dispendio de mucho de lo que hoy estamos sufriendo.

Este dejó de ser un problema estatal para convertirse en un problema regional, ya que, de a poco, irá involucrando a más ciudades, a más familias y a más gobiernos conforme el crecimiento urbano se vaya dando. Hoy tenemos todas las herramientas de la ingeniería y muchos estudios “verdes” que nos dan una idea que crecer en el desarrollo no implica sacrificar nuestro entorno, sino que debemos convivir con él porque no sólo nosotros sufrimos el deterioro ambiental, sino que hay muchas especies que también lo resienten y que eso abonará al inminente cambio climático.

Esperamos que las soluciones vengan de todos lados entendiendo que este problema de la sequía es una cuestión que debe tener componentes de corto plazo porque no se puede dejar a la población sin el suministro, sin embargo, desde ya se tienen que planear a mediano y a largo plazo medidas concretas, transexenales, más allá de ideologías para evitar que ese “día cero” se aparezca permanente como un fantasma que lastima severamente, principalmente, a la ciudadanía.