En 4 meses más se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América con el enorme impacto que implica no sólo para ese país, sino para la población mundial que sigue teniendo a nuestro vecino del norte como uno de los que cuenta con mayor poderío económico y militar, generando una alta expectativa ya que, a diferencia de todas las demás ocasiones, la lupa de la opinión pública ha encontrado una serie de características que no coinciden con el historial de sana democracia que han vivido los estadounidenses, además de vivir, como nunca antes, una división entre estados y entre la población en general, apoyando a su candidato de una u otra manera sin importar sus antecedentes o si situación actual, es decir, como si se tratase de un voto duro inamovible.
La semana pasada se llevó a cabo el primer debate en el que los analistas no pudieron ver el fondo de las propuestas porque la forma en que se condujeron en el debate acaparó todas las noticias internacionales como si se trata de una de las elecciones más complejas de ese país en el sentido de votar por una opción menos dañina que la otra con circunstancias diferentes y que responden más a un apoyo incondicional que a un análisis claridoso de propuestas.
No debemos olvidar que la fortaleza y grandeza de los Estados Unidos descansa principalmente en una economía que se ha recuperado una y otra vez de circunstancias adversas, sobre todo cuando comienza a generar su historia que se potencia en épocas de posguerra en donde su intervención para alguno de los bandos fue determinante y, al mismo tiempo, generó una inyección a sus finanzas sin precedente.
Precisamente, después de una crisis mundial derivada de la pandemia por COVID 19, uno de los mayores logros del actual Presidente, Joe Biden, ha sido mantener a flote la economía estadounidense con número inflacionarios bastante aceptables y la inversión intacta como si nada hubiera pasado a pesar de lo apretado de las tasas de interés y el constante riesgo de una recesión económica.
Sin embargo, la lucidez en el manejo económico ha contrastado con la personal, ya que el debate arrojó momentos complejos para el Presidente Biden que no lograba hilar ideas y, en algún momentos la incomprensibilidad de su discurso era evidenciada por su contrincante, Donald Trump, quien en varias ocasiones aseguró no sólo no comprender las frase del aún Presidente, sino señalar que no tenía la capacidad de debatir.
Y es justamente el ex Presidente Trump quien, con fallos también en las ideas pero no tan graves como su adversario, se presenta a unas elecciones con una pesadísima loza de acusaciones ya probadas lo que lo convierte en un criminal, algo inédito en la historia de ese país pero que, al verse tan lejano, no tiene una legislación o base normativa que permita suponer que una persona con semejante historial no sea capaz de competir.
El debate presidencial para el mayor cargo público del otrora país más poderoso del planeta, entonces, desconcertó al mundo entero porque las propuestas brillaron por su ausencia, mientras que los ataques personales fueron el centro de la discusión y, además, encendieron las alarmas en el Partido Demócrata sobre las capacidades físicas de su candidato y, por lo tanto, se baraja la posibilidad de sustituir a quien asuma la candidatura aunque, para la fecha en que estamos, parece demasiado tarde para esa causa.
Se vienen unas elecciones históricas, pero por las razones equivocadas. Lo único que podemos esperar en México es que todo salga bien ya que el impacto en la decisión de ese país es enorme para el nuestro, generando incertidumbre y teniendo claro que nuestra diplomacia ha demostrado capacidad para trabajar con quien sea de forma institucional y respetuosa.