/ miércoles 10 de abril de 2024

Por una América Latina en paz, respetuosa y que vele por el pueblo

Hace menos de una semana, la Embajada de México en Ecuador, fue violentamente asaltada con armas de alto poder, efectivos de la policía ecuatoriana y vehículos blindados, como si se tratara de la persecución de algún delincuente no sólo poderoso, sino peligroso que pusiera en riesgo la vida de millones de personas, cuando sólo se trataba de un opositor al gobierno y de una sede diplomática que siempre se ha conducido con respeto, apoyo y atención a las necesidades de nuestros connacionales en uno de los países más bellos de Latinoamérica como es nuestro país hermano, Ecuador. Esa sorpresa generó que nuestro Presidente de la República tomara decisiones enérgicas sin violar ningún tratado internacional y actuando con mucha mesura en uno de los eventos más tristes que hayamos vivido como país cuando nuestra historia ha sido de solidaridad ay apoyo mutuo.

Si algo ha caracterizado a nuestro país a lo largo de nuestra historia es la capacidad de la diplomacia, siendo dirigida por Secretarios y Secretarias de Relaciones Exteriores capaces, serios, honestos y con una visión internacional que ha propiciado que nuestro país sea conocido en cada rincón del planeta como una nación mediadora, conciliadora y dispuesta a ayudar con lo mucho o lo poco que se tenga.

Con el pueblo ecuatoriano es uno de varios con los que hemos sido coincidentes en muchas problemáticas y capacidades; nuestra similitud nos hace entender los obstáculos que tenemos, razón por la cual hemos sido aliados en un frente común ante las injusticias que pudiera tener la globalidad para quienes formamos parte de la América Latina, la América fuerte en convicciones y en proceso de desarrollarnos.

El episodio que acabamos de vivir no se entiende de ninguna manera, ya que la vía diplomática internacionalmente siempre ha dado frutos cuando se trata de malentendidos presuponiendo que siempre estaremos, como país, de lado de la justicia y no de la persecución. Y aún cuando se den estos escenarios, de la forma más estoica seremos la bisagra del diálogo y del respeto para que dentro de nuestras naciones se logre el consenso.

La irrupción violenta en nuestra Embajada y la expulsión de nuestros funcionarios sólo se explica desde una parcial visión política que pondera la venganza sobre el entendimiento y la legalidad, constitucionalidad y convencionalidad que deben revestir a cualquier acto de autoridad sin importar la latitud en la que se encuentre. Lo único que hizo nuestro país fue permitir el asilo a una persona que exigía un trato justo, ni más ni menos. Todo con la confianza en la justicia internacional y del Ecuador para que en su momento todo se resolviera, no en favor de un gobierno o una fracción política, sino en beneficio del pueblo ecuatoriano.

Esta vez no se trata de una simple opinión que no asista al gobierno mexicano, sino que al interior de nuestro país se manifestó el consenso de todas las fuerzas para condenar ese agravio en contra de funcionarios que fueron maltratados de forma inexplicable.

En ese mismo sentido, prácticamente toda la comunidad internacional se manifestó en contra de la ilegal irrupción propiciando, incluso, que muchas naciones se hermanaran y rompieran relaciones con el gobierno ecuatoriano no por capricho, sino porque en ello se nos ha ido la vida en la comunidad internacional a fin de vivir en paz.

Acá ni se buscan venganzas ni se preparan señalamientos, ya que, quien sale perdiendo, es el pueblo de México y de Ecuador, porque los gobiernos serán pasajeros, pero las naciones perduran porque están hechos de su cultura y de su comunidad que honestamente sale a trabajar esperando que sus representantes actúen con responsabilidad. Estamos en el camino de resolver esto por la vía diplomática pero sin miedos y levantando la voz para que esto no vuelva a suceder en países hermanos que tenemos mucho en común y que nos debemos a lo que el pueblo demande.


Hace menos de una semana, la Embajada de México en Ecuador, fue violentamente asaltada con armas de alto poder, efectivos de la policía ecuatoriana y vehículos blindados, como si se tratara de la persecución de algún delincuente no sólo poderoso, sino peligroso que pusiera en riesgo la vida de millones de personas, cuando sólo se trataba de un opositor al gobierno y de una sede diplomática que siempre se ha conducido con respeto, apoyo y atención a las necesidades de nuestros connacionales en uno de los países más bellos de Latinoamérica como es nuestro país hermano, Ecuador. Esa sorpresa generó que nuestro Presidente de la República tomara decisiones enérgicas sin violar ningún tratado internacional y actuando con mucha mesura en uno de los eventos más tristes que hayamos vivido como país cuando nuestra historia ha sido de solidaridad ay apoyo mutuo.

Si algo ha caracterizado a nuestro país a lo largo de nuestra historia es la capacidad de la diplomacia, siendo dirigida por Secretarios y Secretarias de Relaciones Exteriores capaces, serios, honestos y con una visión internacional que ha propiciado que nuestro país sea conocido en cada rincón del planeta como una nación mediadora, conciliadora y dispuesta a ayudar con lo mucho o lo poco que se tenga.

Con el pueblo ecuatoriano es uno de varios con los que hemos sido coincidentes en muchas problemáticas y capacidades; nuestra similitud nos hace entender los obstáculos que tenemos, razón por la cual hemos sido aliados en un frente común ante las injusticias que pudiera tener la globalidad para quienes formamos parte de la América Latina, la América fuerte en convicciones y en proceso de desarrollarnos.

El episodio que acabamos de vivir no se entiende de ninguna manera, ya que la vía diplomática internacionalmente siempre ha dado frutos cuando se trata de malentendidos presuponiendo que siempre estaremos, como país, de lado de la justicia y no de la persecución. Y aún cuando se den estos escenarios, de la forma más estoica seremos la bisagra del diálogo y del respeto para que dentro de nuestras naciones se logre el consenso.

La irrupción violenta en nuestra Embajada y la expulsión de nuestros funcionarios sólo se explica desde una parcial visión política que pondera la venganza sobre el entendimiento y la legalidad, constitucionalidad y convencionalidad que deben revestir a cualquier acto de autoridad sin importar la latitud en la que se encuentre. Lo único que hizo nuestro país fue permitir el asilo a una persona que exigía un trato justo, ni más ni menos. Todo con la confianza en la justicia internacional y del Ecuador para que en su momento todo se resolviera, no en favor de un gobierno o una fracción política, sino en beneficio del pueblo ecuatoriano.

Esta vez no se trata de una simple opinión que no asista al gobierno mexicano, sino que al interior de nuestro país se manifestó el consenso de todas las fuerzas para condenar ese agravio en contra de funcionarios que fueron maltratados de forma inexplicable.

En ese mismo sentido, prácticamente toda la comunidad internacional se manifestó en contra de la ilegal irrupción propiciando, incluso, que muchas naciones se hermanaran y rompieran relaciones con el gobierno ecuatoriano no por capricho, sino porque en ello se nos ha ido la vida en la comunidad internacional a fin de vivir en paz.

Acá ni se buscan venganzas ni se preparan señalamientos, ya que, quien sale perdiendo, es el pueblo de México y de Ecuador, porque los gobiernos serán pasajeros, pero las naciones perduran porque están hechos de su cultura y de su comunidad que honestamente sale a trabajar esperando que sus representantes actúen con responsabilidad. Estamos en el camino de resolver esto por la vía diplomática pero sin miedos y levantando la voz para que esto no vuelva a suceder en países hermanos que tenemos mucho en común y que nos debemos a lo que el pueblo demande.