/ miércoles 17 de enero de 2024

Reforma a las pensiones. Sin negativas absolutas y con razones entendidas

En días recientes el Presidente de la República informó que, en el marco del Aniversario de la Constitución de 1917, enviará un paquete de reformas en materia político electoral, laboral y judicial a nuestra Carta Magna bajo la consigna, principalmente, de la justicia social y de un enfoque en donde sea el pueblo de México quien asuma responsabilidades de democracia directa o participativa cuando se tomen decisiones de relevancia sobre cargos públicos que, sin duda inciden en la vida pública. Desde luego, el Ejecutivo sabe de la inexistencia de una mayoría calificada en ambas Cámaras, sin embargo, ha reiterado la necesidad de presentar estas iniciativas como parte del cierre de su mandato atendiendo a promesas y, sobre todo, a resolver necesidades públicas.

En esta ocasión dejaremos de lado lo político electoral y lo judicial, no por carecer de importancia, sino porque requieren un análisis particular por el tema del que se tratan y, además, por que el tema laboral se centra en las pensiones, elemento toral en los análisis económicos, políticos y sociológicos que representan el escenario de debate que, sin ser álgido, requiere de investigaciones y consideraciones profundas como cualquier otro.

Se sabe que con las diferentes administraciones se tiene hacia determinada concepción de país. Entre esas visiones de Estado está el elemento económico, modelo que tenía décadas sin cambiar y que, para ser honestos, no ha logrado demostrar su fiabilidad ante la prevalencia de la desigualdad, la acumulación de riqueza y el aumento de la pobreza no sólo en los países en desarrollo, sino en aquellos países que no habían resentido el enorme número de desempleados y de clases marginadas.

Este sexenio, hay que decirlo con claridad, vino a darle un giro absoluto a la concepción económica y social que se tenía en el país y que nutría las políticas públicas, así como el marco legal. Un gobierno de un corte más social ha generado programas de apoyo directo a diversos sectores de la población, lo que ha paliado la desigualdad o, por lo menos, lo ha mantenido después de años de crecimiento constante.

Pero no sólo se ha tratado de programas sociales, sino de reformas legales estructurales en donde se han visto más beneficiados aquellos mexicanos que había perdido poder adquisitivo y que, a pesar de tener un empleo, este no les representaba una ayuda para vivir con dignidad y en las mejores condiciones posibles. Fue un auténtico cambio de timón el aumento a los salarios mínimos que dejó de ser de un solo dígito para multiplicarlo a casi 3 pertas de lo que inicialmente se tenía. Con ello, sin ser la panacea ni el cambio requerido, representó un avance fundamental en beneficio de millones de trabajadores que por fin vieron que su salario alcanzaba para comprar lo mínimo básico.

Ese aumento inesperado también venía acompañado con pronósticos catastróficos para la economía mexicana que vaticinaba pérdida de empleos y quiebras en empresas al no poder revertir una carga económica mayor, sin embargo, la realidad demostró que la economía no sólo se mantuvo estable, sino que proyectó el empleo y fortaleció la economía al grado de tener un crecimiento que nadie en el mundo esperaba.

Es por eso que la reforma a las pensiones que se pretende mandar al Congreso y que recibe un rotundo “no” por muchos analistas resulta un punto de discusión indispensable para atender al sector de los pensionados olvidados que sabe de la imposibilidad de vivir con una pensión raquítica.

Es cierto, no se trata de aprobar una reforma así como así, sin embargo, esta vez, con la experiencia vivida, el análisis debe ser profundo, abierto y honesto para saber en realidad la magnitud del impacto económico ya que esta vez sí involucra directamente al dinero del gobierno, de tal manera que se debe ver la forma en que no impacte y que las negativas absolutas se conviertan en razones analíticas y ciertas.

El simple hecho de pensar en cambiar el régimen de pensiones es una excelente oportunidad para poner nuevamente sobre la mesa a quienes menos tienen y mucho merecen por su compromiso honesto al país con trabajo dedicado y serio. Esta vez debemos hacer números, exponer razones y tomar la mejor decisión para el pueblo de México.


En días recientes el Presidente de la República informó que, en el marco del Aniversario de la Constitución de 1917, enviará un paquete de reformas en materia político electoral, laboral y judicial a nuestra Carta Magna bajo la consigna, principalmente, de la justicia social y de un enfoque en donde sea el pueblo de México quien asuma responsabilidades de democracia directa o participativa cuando se tomen decisiones de relevancia sobre cargos públicos que, sin duda inciden en la vida pública. Desde luego, el Ejecutivo sabe de la inexistencia de una mayoría calificada en ambas Cámaras, sin embargo, ha reiterado la necesidad de presentar estas iniciativas como parte del cierre de su mandato atendiendo a promesas y, sobre todo, a resolver necesidades públicas.

En esta ocasión dejaremos de lado lo político electoral y lo judicial, no por carecer de importancia, sino porque requieren un análisis particular por el tema del que se tratan y, además, por que el tema laboral se centra en las pensiones, elemento toral en los análisis económicos, políticos y sociológicos que representan el escenario de debate que, sin ser álgido, requiere de investigaciones y consideraciones profundas como cualquier otro.

Se sabe que con las diferentes administraciones se tiene hacia determinada concepción de país. Entre esas visiones de Estado está el elemento económico, modelo que tenía décadas sin cambiar y que, para ser honestos, no ha logrado demostrar su fiabilidad ante la prevalencia de la desigualdad, la acumulación de riqueza y el aumento de la pobreza no sólo en los países en desarrollo, sino en aquellos países que no habían resentido el enorme número de desempleados y de clases marginadas.

Este sexenio, hay que decirlo con claridad, vino a darle un giro absoluto a la concepción económica y social que se tenía en el país y que nutría las políticas públicas, así como el marco legal. Un gobierno de un corte más social ha generado programas de apoyo directo a diversos sectores de la población, lo que ha paliado la desigualdad o, por lo menos, lo ha mantenido después de años de crecimiento constante.

Pero no sólo se ha tratado de programas sociales, sino de reformas legales estructurales en donde se han visto más beneficiados aquellos mexicanos que había perdido poder adquisitivo y que, a pesar de tener un empleo, este no les representaba una ayuda para vivir con dignidad y en las mejores condiciones posibles. Fue un auténtico cambio de timón el aumento a los salarios mínimos que dejó de ser de un solo dígito para multiplicarlo a casi 3 pertas de lo que inicialmente se tenía. Con ello, sin ser la panacea ni el cambio requerido, representó un avance fundamental en beneficio de millones de trabajadores que por fin vieron que su salario alcanzaba para comprar lo mínimo básico.

Ese aumento inesperado también venía acompañado con pronósticos catastróficos para la economía mexicana que vaticinaba pérdida de empleos y quiebras en empresas al no poder revertir una carga económica mayor, sin embargo, la realidad demostró que la economía no sólo se mantuvo estable, sino que proyectó el empleo y fortaleció la economía al grado de tener un crecimiento que nadie en el mundo esperaba.

Es por eso que la reforma a las pensiones que se pretende mandar al Congreso y que recibe un rotundo “no” por muchos analistas resulta un punto de discusión indispensable para atender al sector de los pensionados olvidados que sabe de la imposibilidad de vivir con una pensión raquítica.

Es cierto, no se trata de aprobar una reforma así como así, sin embargo, esta vez, con la experiencia vivida, el análisis debe ser profundo, abierto y honesto para saber en realidad la magnitud del impacto económico ya que esta vez sí involucra directamente al dinero del gobierno, de tal manera que se debe ver la forma en que no impacte y que las negativas absolutas se conviertan en razones analíticas y ciertas.

El simple hecho de pensar en cambiar el régimen de pensiones es una excelente oportunidad para poner nuevamente sobre la mesa a quienes menos tienen y mucho merecen por su compromiso honesto al país con trabajo dedicado y serio. Esta vez debemos hacer números, exponer razones y tomar la mejor decisión para el pueblo de México.