/ miércoles 27 de diciembre de 2023

Que el 2024 sea de alianzas y de empatía social

El 2023 culmina y se convierte en uno de los años donde la reflexión no sólo es necesaria sino que es urgente e imprescindible, no por lo que fue sino por lo que será el año que viene porque seguimos en recuperación y miedos que nos ha dejado hasta la fecha una crisis de salud de la que, si bien salimos lastimados, nos fortaleció como sociedad y nos recalcó la importancia del apoyo mutuo y del cobijo de la familia cuando las alternativas se nos parecen cerrar.

Más allá de lo que nos depare el 2024 como país, necesitamos una introyección a lo que somos como individuos entendiendo que por muchos cambios sociales que hayamos vivido en las últimas décadas, es la familia, en todas sus formas, el núcleo principal en el que descansa la tranquilidad de todos y cada uno de los habitantes de nuestro planeta.

Si algo nos ha enseñado la vida en estos últimos 4 años es la fragilidad del ser humano en soledad, ya que gran parte de los problemas están en la lejanía, el abandono y la individualización forzada ante la falta de interacción con nuestros semejantes. Hoy sabemos que vivir aislado es una de las peores cosas que nos pueden suceder cuando somos una sociedad, más la mexicana, asentada en el cariño, en los abrazos y en la interacción permanente.

Es por ello que la reflexión debe tender a comprender lo que somos en nuestra individualidad pero, al mismo tiempo, respecto de lo que representamos para los demás, particularmente para nuestras familias que supieron que la separación es insostenible cuando nos necesitamos cerca en afecto, en comprensión y en un compañerismo leal que sólo las familias nos pueden otorgar, ya sean familias sanguíneas o aquellas que nosotros decidimos por elección.

Si bien podemos afrontar cualquier problema con nuestras herramientas o facultades, el afrontarlos con un soporte social, familiar, se convierte en una zona segura ante cualquier eventualidad en donde el apoyo moral y la empatía son un escudo para seguir adelante. Sí, podemos hacer casi todo de forma solitaria, pero el arropamiento social nos va clarificando el panorama y abriendo nuestros afectos para hacer de esta vida una unión y no una competencia.

Hoy que las familias se han ido transformando, la tolerancia, la empatía y la solidaridad deben reinar en todos y cada uno de nuestros actos; habremos de entender que los beneficios sociales siempre estarán por encima de los logros individuales, porque el bien común no sólo descansa en lo material, sino en la satisfacción de saber que todas y todos estaremos bien con lo máximo necesario.

La reflexión, además, nos debe llevar a la acción; ya sea que hayamos transitado por momentos difíciles o por la bonanza de lo bien realizado, debemos tender a que el cambio sea para el mayor número posible de personas, porque en medio de un sistema económico descarnado, que nos aleja, la solidaridad, el cariño y el respeto son en sí mismos actos revolucionarios que, en muy poco tiempo, la población mundial lo necesitará.

Más allá de lo que represente para nosotros el 2024, debemos apuntalarlo para proteger a nuestras familias, ya sea que se integren por dos, tres o cientos de personas. Debemos abrazar a nuestras comunidades y otorgar nuestro tiempo, espacio o cualquier otro recurso para apoyar, soportar e impulsar el crecimiento espiritual de todas y cada una de las personas que nos rodean, ya que la satisfacción de nuestra vida se plasmará en el recuerdo de las conciencias y los corazones que hemos cambiado para bien y no en las posiciones que posamos acumular. Mis mejores deseos para todas y todos los mexicanos para lo que viene y mi solidaridad para todos los que la necesiten.


El 2023 culmina y se convierte en uno de los años donde la reflexión no sólo es necesaria sino que es urgente e imprescindible, no por lo que fue sino por lo que será el año que viene porque seguimos en recuperación y miedos que nos ha dejado hasta la fecha una crisis de salud de la que, si bien salimos lastimados, nos fortaleció como sociedad y nos recalcó la importancia del apoyo mutuo y del cobijo de la familia cuando las alternativas se nos parecen cerrar.

Más allá de lo que nos depare el 2024 como país, necesitamos una introyección a lo que somos como individuos entendiendo que por muchos cambios sociales que hayamos vivido en las últimas décadas, es la familia, en todas sus formas, el núcleo principal en el que descansa la tranquilidad de todos y cada uno de los habitantes de nuestro planeta.

Si algo nos ha enseñado la vida en estos últimos 4 años es la fragilidad del ser humano en soledad, ya que gran parte de los problemas están en la lejanía, el abandono y la individualización forzada ante la falta de interacción con nuestros semejantes. Hoy sabemos que vivir aislado es una de las peores cosas que nos pueden suceder cuando somos una sociedad, más la mexicana, asentada en el cariño, en los abrazos y en la interacción permanente.

Es por ello que la reflexión debe tender a comprender lo que somos en nuestra individualidad pero, al mismo tiempo, respecto de lo que representamos para los demás, particularmente para nuestras familias que supieron que la separación es insostenible cuando nos necesitamos cerca en afecto, en comprensión y en un compañerismo leal que sólo las familias nos pueden otorgar, ya sean familias sanguíneas o aquellas que nosotros decidimos por elección.

Si bien podemos afrontar cualquier problema con nuestras herramientas o facultades, el afrontarlos con un soporte social, familiar, se convierte en una zona segura ante cualquier eventualidad en donde el apoyo moral y la empatía son un escudo para seguir adelante. Sí, podemos hacer casi todo de forma solitaria, pero el arropamiento social nos va clarificando el panorama y abriendo nuestros afectos para hacer de esta vida una unión y no una competencia.

Hoy que las familias se han ido transformando, la tolerancia, la empatía y la solidaridad deben reinar en todos y cada uno de nuestros actos; habremos de entender que los beneficios sociales siempre estarán por encima de los logros individuales, porque el bien común no sólo descansa en lo material, sino en la satisfacción de saber que todas y todos estaremos bien con lo máximo necesario.

La reflexión, además, nos debe llevar a la acción; ya sea que hayamos transitado por momentos difíciles o por la bonanza de lo bien realizado, debemos tender a que el cambio sea para el mayor número posible de personas, porque en medio de un sistema económico descarnado, que nos aleja, la solidaridad, el cariño y el respeto son en sí mismos actos revolucionarios que, en muy poco tiempo, la población mundial lo necesitará.

Más allá de lo que represente para nosotros el 2024, debemos apuntalarlo para proteger a nuestras familias, ya sea que se integren por dos, tres o cientos de personas. Debemos abrazar a nuestras comunidades y otorgar nuestro tiempo, espacio o cualquier otro recurso para apoyar, soportar e impulsar el crecimiento espiritual de todas y cada una de las personas que nos rodean, ya que la satisfacción de nuestra vida se plasmará en el recuerdo de las conciencias y los corazones que hemos cambiado para bien y no en las posiciones que posamos acumular. Mis mejores deseos para todas y todos los mexicanos para lo que viene y mi solidaridad para todos los que la necesiten.