/ miércoles 6 de diciembre de 2023

Modificar la política, profesionalizar los políticos y responder al pueblo de México

La política como era concebida en un inicio se ha transformado no sólo en sus procesos sino, lamentablemente en muchos de sus propósitos y fines que se acercaban mayormente a la justicia, al descubrimiento a la verdad y a la construcción de una ciudadanía más responsable que recale en mejores condiciones de vida en el que todas las personas tengan derecho a externar su visión, su sentir y su concepción de lo que puede generar un bien común. La noción de la res pública implicaba, si bien muchas limitaciones a grupos sociales en función de la raza y el género, el involucramiento de todos los miembros de la sociedad bajo un manto de respeto y de debate desapasionado que se desbordara en conflictos.

Desde luego, la simple densidad poblacional no permitiría tener una democracia directa como ocurría en el ágora griega, razón por la cual hoy tendemos a la representatividad como la voz ciudadana que se materializa, principalmente, en el papel del Presidente de la República, así como de las y los legisladores, quienes por su forma de acceder al poder se entiende que representan al pueblo y a sus intereses.

Esta transformación es evidente en el tiempo, sin embargo, existen procesos, escenarios, conductas y objetivos que se transforman día con día en la forma de hacer política. Muchos de esos cambios, en realidad, lastiman el bien común y vulneran principios democráticos en aras de conseguir el poder por el poder, cuando la intención de ocupar un cargo de elección popular es representar con dignidad y respecto no sólo a nuestros electores sino a todas las personas de la demarcación que provienen del distrito, entidad o grupo que representamos.

Las redes sociales, la inmediatez de la información y ahora el ingreso de la inteligencia artificial, son herramientas que propician que el cambio de la política sea evidente porque los mensajes son más cortos, las plataformas son más dúctiles y el auditorio es mucho más extenso y con particularidades que nos obligan a transformarnos como servidores públicos y como personas dedicadas a la política.

Pero también debemos aceptar que esta nueva forma de ejercer la política, las candidaturas en particular, han generado que las propuestas deban ser transmitidas en lo superficial como si la inmediatez, lejos de acercarnos, nos aleje cada vez más de una legitimidad que cada vez requerimos más como partidos políticos, plataformas políticas o como personas que en lo individual hemos hecho de la política nuestra forma de servir.

Esa superficialidad y lejanía con nuestro electorado, con nuestra gente con la que debemos estar muy cerca, nos obliga a retomar contacto y, sobre todo, entender que las herramientas que se nos presentan en la modernidad deben ser útiles para servir, para mantener una comunicación permanente.

Además de ello hay un aspecto que, por mucho que cambie la política al torbellino que es hoy, no podemos abandonar bajo ninguna circunstancia: la unidad. Si bien hay diferencias ideológicas o partidistas, no estamos en una situación en que el encono y los enfrentamientos irrespetuosos deban prevalecer porque estamos en el ojo de la ciudadanía y porque el país necesita avanzar sin ser lastimado.

La solidaridad debe reinar en una campaña que será histórica. Nos debemos mostrar de forma respetuosa con altura de miras y debatiendo ideas, propuestas y beneficios para el pueblo de México para poder solventar problemáticas que han golpeado en los últimos años que no se van a resolver ni de forma mágica ni a través del esfuerzo de unos cuantos. La política mexicana debe transformarse a un proceso de profesionalismo y respeto a la ciudadanía, ya que sólo de esa forma sacaremos los resultados que el país necesita.

La política como era concebida en un inicio se ha transformado no sólo en sus procesos sino, lamentablemente en muchos de sus propósitos y fines que se acercaban mayormente a la justicia, al descubrimiento a la verdad y a la construcción de una ciudadanía más responsable que recale en mejores condiciones de vida en el que todas las personas tengan derecho a externar su visión, su sentir y su concepción de lo que puede generar un bien común. La noción de la res pública implicaba, si bien muchas limitaciones a grupos sociales en función de la raza y el género, el involucramiento de todos los miembros de la sociedad bajo un manto de respeto y de debate desapasionado que se desbordara en conflictos.

Desde luego, la simple densidad poblacional no permitiría tener una democracia directa como ocurría en el ágora griega, razón por la cual hoy tendemos a la representatividad como la voz ciudadana que se materializa, principalmente, en el papel del Presidente de la República, así como de las y los legisladores, quienes por su forma de acceder al poder se entiende que representan al pueblo y a sus intereses.

Esta transformación es evidente en el tiempo, sin embargo, existen procesos, escenarios, conductas y objetivos que se transforman día con día en la forma de hacer política. Muchos de esos cambios, en realidad, lastiman el bien común y vulneran principios democráticos en aras de conseguir el poder por el poder, cuando la intención de ocupar un cargo de elección popular es representar con dignidad y respecto no sólo a nuestros electores sino a todas las personas de la demarcación que provienen del distrito, entidad o grupo que representamos.

Las redes sociales, la inmediatez de la información y ahora el ingreso de la inteligencia artificial, son herramientas que propician que el cambio de la política sea evidente porque los mensajes son más cortos, las plataformas son más dúctiles y el auditorio es mucho más extenso y con particularidades que nos obligan a transformarnos como servidores públicos y como personas dedicadas a la política.

Pero también debemos aceptar que esta nueva forma de ejercer la política, las candidaturas en particular, han generado que las propuestas deban ser transmitidas en lo superficial como si la inmediatez, lejos de acercarnos, nos aleje cada vez más de una legitimidad que cada vez requerimos más como partidos políticos, plataformas políticas o como personas que en lo individual hemos hecho de la política nuestra forma de servir.

Esa superficialidad y lejanía con nuestro electorado, con nuestra gente con la que debemos estar muy cerca, nos obliga a retomar contacto y, sobre todo, entender que las herramientas que se nos presentan en la modernidad deben ser útiles para servir, para mantener una comunicación permanente.

Además de ello hay un aspecto que, por mucho que cambie la política al torbellino que es hoy, no podemos abandonar bajo ninguna circunstancia: la unidad. Si bien hay diferencias ideológicas o partidistas, no estamos en una situación en que el encono y los enfrentamientos irrespetuosos deban prevalecer porque estamos en el ojo de la ciudadanía y porque el país necesita avanzar sin ser lastimado.

La solidaridad debe reinar en una campaña que será histórica. Nos debemos mostrar de forma respetuosa con altura de miras y debatiendo ideas, propuestas y beneficios para el pueblo de México para poder solventar problemáticas que han golpeado en los últimos años que no se van a resolver ni de forma mágica ni a través del esfuerzo de unos cuantos. La política mexicana debe transformarse a un proceso de profesionalismo y respeto a la ciudadanía, ya que sólo de esa forma sacaremos los resultados que el país necesita.