/ miércoles 13 de diciembre de 2023

La enorme unión guadalupana

Prácticamente no existe mexicana y mexicano que no se asuma a sí mismo como guadalupano. Esa declaración va más allá de una concepción o compromiso religioso y se convierte en una aseveración cultural que nos da identidad, unión, respeto y cohesión por una figura que, desde la piedad, ha logrado amalgamar ideologías distintas porque en esa figura social ha sido el lazo de solidaridad que nos distingue no sólo al interior de nuestro país con todos los ritos, festejos y tradiciones que giran en torno a la Virgen de Guadalupe, sino que traspasa fronteras y se posiciona como un escenario de fe que, a nivel global, es uno de los más intensos y más grandes que atraen turismo histórico, pero también un turismo católico porque la propia concepción de la Virgen de Guadalupe llena de esperanza a millones de personas.

El 12 de diciembre en México puede considerarse como uno de los días con mayor arrastre comunitario al mismo nivel que provoca la celebración del aniversario de la Independencia Mexicana, lo cual ha sido digno de estudio de sociólogos, antropólogos y demás científicos sociales porque logra generar unión, comprensión y empatía en la simple figura de una madre que se asume no sólo como protectora en el catolicismo, sino como la defensora e interventora de todo el pueblo de México.

La devoción que se observa en las calles durante estas fechas es admirable, ya que, siendo el punto de encuentro la Basílica de Guadalupe en el norte de la Ciudad de México, las arterias se expanden hasta lo más lejano de la República con todas y todos los fieles que, a su manera, ofrendan su camino ya sea por sentirse bendecidos por alguna acción en el pasado o para levantar una plegaria ofreciendo su futuro para verse protegidos.

Y cuando me refiero a que incluye a todas las personas, hago hincapié en que, incluso, las personas que no profesan ninguna religión se unen al rito en torno a la celebración de la Virgen de Guadalupe, materializando su intervención en el apoyo y cuidado de quienes en su peregrinar buscan el apoyo de los habitantes que se encuentran durante su camino. Razón por la cual muchas personas salen a ofrecer comida, bebida y hasta alojamiento a quienes llevan días caminando o pedaleando para llegar al Cerro del Tepeyac.

Personajes históricos de nuestro país, intelectuales de todo tipo y personajes ilustres en general, han declarado su devoción por la Virgen de Guadalupe porque saben que es el vínculo que existe con una enorme cantidad de la población y entienden la relevancia del fenómeno más allá, incluso, de la fe que pueden profesar, aunque, debemos señalarlo, en aspectos religiosos se cuenta con un fervor muy claro ante la Morenita del Tepeyac.

La devoción ala Virgen de Guadalupe es, entonces, una de las tradiciones más hermosas, completas y dignas de la mexicanidad que tenemos. Ese grado tiene en lo religioso la mayor relevancia a nivel mundial, por ello es que hemos visto que los últimos Pontífices del catolicismo siempre han referido la importancia de la Virgen y han visitado México con una de las paradas obligadas en la Basílica siempre reiterando lo importante que esa para ellos en lo eclesiástico y en lo social.

Más allá de creencias, el rito, el festejo, la tradición guadalupana, es una de las que nos da más identidad como mexicanos y debemos decir con todas sus letras que todas las tradiciones que nos hermanen, que nos ubiquen en el mismo camino del bien común, de apoyo al prójimo y de consideración a quienes menos tienen, es una tradición digna de ensalzarse, fomentarse y apoyarse, porque si algo sabe el pueblo de México es rendir culto de manera respetuosa.


Prácticamente no existe mexicana y mexicano que no se asuma a sí mismo como guadalupano. Esa declaración va más allá de una concepción o compromiso religioso y se convierte en una aseveración cultural que nos da identidad, unión, respeto y cohesión por una figura que, desde la piedad, ha logrado amalgamar ideologías distintas porque en esa figura social ha sido el lazo de solidaridad que nos distingue no sólo al interior de nuestro país con todos los ritos, festejos y tradiciones que giran en torno a la Virgen de Guadalupe, sino que traspasa fronteras y se posiciona como un escenario de fe que, a nivel global, es uno de los más intensos y más grandes que atraen turismo histórico, pero también un turismo católico porque la propia concepción de la Virgen de Guadalupe llena de esperanza a millones de personas.

El 12 de diciembre en México puede considerarse como uno de los días con mayor arrastre comunitario al mismo nivel que provoca la celebración del aniversario de la Independencia Mexicana, lo cual ha sido digno de estudio de sociólogos, antropólogos y demás científicos sociales porque logra generar unión, comprensión y empatía en la simple figura de una madre que se asume no sólo como protectora en el catolicismo, sino como la defensora e interventora de todo el pueblo de México.

La devoción que se observa en las calles durante estas fechas es admirable, ya que, siendo el punto de encuentro la Basílica de Guadalupe en el norte de la Ciudad de México, las arterias se expanden hasta lo más lejano de la República con todas y todos los fieles que, a su manera, ofrendan su camino ya sea por sentirse bendecidos por alguna acción en el pasado o para levantar una plegaria ofreciendo su futuro para verse protegidos.

Y cuando me refiero a que incluye a todas las personas, hago hincapié en que, incluso, las personas que no profesan ninguna religión se unen al rito en torno a la celebración de la Virgen de Guadalupe, materializando su intervención en el apoyo y cuidado de quienes en su peregrinar buscan el apoyo de los habitantes que se encuentran durante su camino. Razón por la cual muchas personas salen a ofrecer comida, bebida y hasta alojamiento a quienes llevan días caminando o pedaleando para llegar al Cerro del Tepeyac.

Personajes históricos de nuestro país, intelectuales de todo tipo y personajes ilustres en general, han declarado su devoción por la Virgen de Guadalupe porque saben que es el vínculo que existe con una enorme cantidad de la población y entienden la relevancia del fenómeno más allá, incluso, de la fe que pueden profesar, aunque, debemos señalarlo, en aspectos religiosos se cuenta con un fervor muy claro ante la Morenita del Tepeyac.

La devoción ala Virgen de Guadalupe es, entonces, una de las tradiciones más hermosas, completas y dignas de la mexicanidad que tenemos. Ese grado tiene en lo religioso la mayor relevancia a nivel mundial, por ello es que hemos visto que los últimos Pontífices del catolicismo siempre han referido la importancia de la Virgen y han visitado México con una de las paradas obligadas en la Basílica siempre reiterando lo importante que esa para ellos en lo eclesiástico y en lo social.

Más allá de creencias, el rito, el festejo, la tradición guadalupana, es una de las que nos da más identidad como mexicanos y debemos decir con todas sus letras que todas las tradiciones que nos hermanen, que nos ubiquen en el mismo camino del bien común, de apoyo al prójimo y de consideración a quienes menos tienen, es una tradición digna de ensalzarse, fomentarse y apoyarse, porque si algo sabe el pueblo de México es rendir culto de manera respetuosa.