/ martes 19 de septiembre de 2023

"Mucho miedo y caos": así vivió Lili el terremoto del 85

Aunque no nació en Tulancingo, lleva al menos 24 años viviendo en esta ciudad y le tocó vivir en el lugar de los hechos aquel fatídico terremoto de 1985 en la Ciudad de México

"Tuve miedo, todo se movía de lado a lado y en la calle había mucho humo y mucho tráfico", son las palabras con las que la señora Lili describe primeramente cómo fue que vivió aquella fatídica mañana del 19 de septiembre en la Ciudad de México, hace exactamente 38 años. Y es que aunque ahora ella lleva más de dos décadas viviendo en Tulancingo, tenía solo 11 años de edad cuando acudió a una cita médica en el Hospital de la Luz de la colonia Cuauhtémoc, ubicado a escasos pasos del Monumento a la Revolución.

Acompañada de su padre, tenía programada su consulta con el oftalmólogo a las 8 de la mañana, aunque fieles a la costumbre de puntualidad decidieron llegar unos minutos antes. El nosocomio era conocido porque se dedicaba a la atención de problemas de la vista (como hasta hoy en día) y porque además era atendido por monjas. Todo marchaba con normalidad hasta que súbitamente vio que su papá se movía de lado a lado sin razón alguna.

"Mi papá comenzó a moverse raro y yo hasta le pregunté que si estaba borracho, hasta le reclamé. Él me dijo que no, que estaba temblando, y en ese momento recuerdo que se caía una barda del hospital. Las monjas se arrodillaron y comenzaron a rezar y nos pidieron que rezaramos también. Las vitrinas con lentes se movían salvajemente", cuenta con precisión y con la mirada hundida en un recuerdo que parece seguirla sorprendiendo.

Acto seguido, menciona, su padre la tomó de la mano y la llevó junto a una pared, pero una de las monjas les dijo que era más seguro debajo de una mesa. Ellos accedieron y ahí se quedaron hasta que se detuvo el movimiento telúrico. Para ella, una niña de 11 años envuelta en pánico y en gritos de otras personas, fueron momentos extensos, largos, no se veía el final. La versión oficial dice que fueron quizás 120 segundos, es decir, dos minutos aproximadamente que se tradujeron en cientos de edificios sepultados entre escombros.

"No recuerdo en qué momento salimos, pero mi papá nunca me soltó de la mano (...) vimos la calle y por un lado había mucho humo y explosiones, además de muchísima gente en las calles porque ya se habían derrumbado muchos edificios. Llegaba gente cargando cuerpos de personas heridas, otros ensangrentados, los llevaban como si fuera en camilla, de los brazos y pies. Yo creo que ya no se daban abasto y como había doctores, comenzaron a llevarlos ahí"


Y es que como resultado del temblor, al menos 300 edificios colapsaron, incluyendo el Hospital General, el Hospital Juárez y también el Centro Médico.

"Había mucho desastre, como si fuera un apocalipsis. Se escuchaba el sonar de las ambulancias y patrullas, fue algo muy feo, olía a quemado. No recuerdo cómo, pero mi mamá me cuenta que ella fue por nosotros, llegó caminando porque trabajaba en oficinas de la Procuraduría en el centro. Ella hasta nos cuenta cómo vio cuando se cayó el Hotel Regis y dice que caminó cómo pudo entre los coches para llegar al Hospital de la Luz. Yo eso no lo recuerdo mucho"

Aunque no tiene muy claro cómo fue que volvieron a su casa, que en ese entonces estaba en Naucalpan (Estado de México), su madre abundó en que una patrulla los encaminó al punto conocido como Toreo, pues las rutas de transporte público así como los medios de comunicación y líneas telefónicas habían dejado de funcionar.


Con una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter, este sismo presentó una réplica de 7.3 de intensidad a la noche siguiente, misma que terminó por derrumbar aquellas edificaciones que se mantenían débilmente sobre sí, complicando aún más el hallazgo de cuerpos. Aunque hubo afectaciones en las delegaciones de Venustiano Carranza, Benito Juárez, Iztapalapa, Gustavo. A. Madero y Coyoacán, la que más duro recibió el golpe fue la Cuauhtémoc, donde oficialmente colapsaron 258 edificios y otros 181 quedaron en riesgo.

El número total de decesos fue imposible de calcular, sin embargo, el gobierno estimó los fallecimientos entre las seis mil y siete mil personas; la Cruz Roja Mexicana señaló que hubo más de diez mil; mientras que organizaciones de damnificados que colaboraron en la búsqueda y retiro de escombros, estiman que el saldo final rebasó los 34 mil fallecimientos.

"Pasaron los meses y me daba un miedo tremendo ir de nuevo al centro, sentía que iba a temblar otra vez (...) yo creo por eso hasta el día de hoy me da miedo y me pongo nerviosa si escucho las sirenas de ambulancias o patrullas", concluyó.


"Tuve miedo, todo se movía de lado a lado y en la calle había mucho humo y mucho tráfico", son las palabras con las que la señora Lili describe primeramente cómo fue que vivió aquella fatídica mañana del 19 de septiembre en la Ciudad de México, hace exactamente 38 años. Y es que aunque ahora ella lleva más de dos décadas viviendo en Tulancingo, tenía solo 11 años de edad cuando acudió a una cita médica en el Hospital de la Luz de la colonia Cuauhtémoc, ubicado a escasos pasos del Monumento a la Revolución.

Acompañada de su padre, tenía programada su consulta con el oftalmólogo a las 8 de la mañana, aunque fieles a la costumbre de puntualidad decidieron llegar unos minutos antes. El nosocomio era conocido porque se dedicaba a la atención de problemas de la vista (como hasta hoy en día) y porque además era atendido por monjas. Todo marchaba con normalidad hasta que súbitamente vio que su papá se movía de lado a lado sin razón alguna.

"Mi papá comenzó a moverse raro y yo hasta le pregunté que si estaba borracho, hasta le reclamé. Él me dijo que no, que estaba temblando, y en ese momento recuerdo que se caía una barda del hospital. Las monjas se arrodillaron y comenzaron a rezar y nos pidieron que rezaramos también. Las vitrinas con lentes se movían salvajemente", cuenta con precisión y con la mirada hundida en un recuerdo que parece seguirla sorprendiendo.

Acto seguido, menciona, su padre la tomó de la mano y la llevó junto a una pared, pero una de las monjas les dijo que era más seguro debajo de una mesa. Ellos accedieron y ahí se quedaron hasta que se detuvo el movimiento telúrico. Para ella, una niña de 11 años envuelta en pánico y en gritos de otras personas, fueron momentos extensos, largos, no se veía el final. La versión oficial dice que fueron quizás 120 segundos, es decir, dos minutos aproximadamente que se tradujeron en cientos de edificios sepultados entre escombros.

"No recuerdo en qué momento salimos, pero mi papá nunca me soltó de la mano (...) vimos la calle y por un lado había mucho humo y explosiones, además de muchísima gente en las calles porque ya se habían derrumbado muchos edificios. Llegaba gente cargando cuerpos de personas heridas, otros ensangrentados, los llevaban como si fuera en camilla, de los brazos y pies. Yo creo que ya no se daban abasto y como había doctores, comenzaron a llevarlos ahí"


Y es que como resultado del temblor, al menos 300 edificios colapsaron, incluyendo el Hospital General, el Hospital Juárez y también el Centro Médico.

"Había mucho desastre, como si fuera un apocalipsis. Se escuchaba el sonar de las ambulancias y patrullas, fue algo muy feo, olía a quemado. No recuerdo cómo, pero mi mamá me cuenta que ella fue por nosotros, llegó caminando porque trabajaba en oficinas de la Procuraduría en el centro. Ella hasta nos cuenta cómo vio cuando se cayó el Hotel Regis y dice que caminó cómo pudo entre los coches para llegar al Hospital de la Luz. Yo eso no lo recuerdo mucho"

Aunque no tiene muy claro cómo fue que volvieron a su casa, que en ese entonces estaba en Naucalpan (Estado de México), su madre abundó en que una patrulla los encaminó al punto conocido como Toreo, pues las rutas de transporte público así como los medios de comunicación y líneas telefónicas habían dejado de funcionar.


Con una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter, este sismo presentó una réplica de 7.3 de intensidad a la noche siguiente, misma que terminó por derrumbar aquellas edificaciones que se mantenían débilmente sobre sí, complicando aún más el hallazgo de cuerpos. Aunque hubo afectaciones en las delegaciones de Venustiano Carranza, Benito Juárez, Iztapalapa, Gustavo. A. Madero y Coyoacán, la que más duro recibió el golpe fue la Cuauhtémoc, donde oficialmente colapsaron 258 edificios y otros 181 quedaron en riesgo.

El número total de decesos fue imposible de calcular, sin embargo, el gobierno estimó los fallecimientos entre las seis mil y siete mil personas; la Cruz Roja Mexicana señaló que hubo más de diez mil; mientras que organizaciones de damnificados que colaboraron en la búsqueda y retiro de escombros, estiman que el saldo final rebasó los 34 mil fallecimientos.

"Pasaron los meses y me daba un miedo tremendo ir de nuevo al centro, sentía que iba a temblar otra vez (...) yo creo por eso hasta el día de hoy me da miedo y me pongo nerviosa si escucho las sirenas de ambulancias o patrullas", concluyó.


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