/ viernes 26 de noviembre de 2021

Quería dejar las drogas y sufrió violencia física

Entre lágrimas, silencios y suspiros, ella narró la situación de violencia que sufrió

“Ser mujer, me costó la golpiza de mi vida. Hubiera preferido ser hombre”, narró una joven de 27 años, quien pidió permanecer en el anonimato. Expuso el maltrato que sufrió presuntamente por el “padrino” de un centro de rehabilitación, que prometió ayudarla a salir del mundo de las drogas.

En el marco del Día Internacional Contra la Violencia de mujeres y niñas, una mujer de casi 30 años de edad, decidió compartir la historia de abuso y violencia que sufrió en un centro de rehabilitación, sólo por ser mujer.

Ella, una mujer que por diferentes circunstancias de la vida, se fue adentrando en el mundo de las drogas; encontró un “ángel” que resultó ser “demonio”, relató como el “padrino” como es conocido en este centro de ayuda, en un grito de ayuda, le mostró una posible salida de ese oscuro mundo al que pertenecía.

Dijo que, al principio, fue acogida, cobijada y protegida por él y los integrantes del grupo de ayuda. “Al principio me sentí valorada y respetada, ya no me veían con lástima”. Una vez tomó la iniciativa de comenzar la charla tradicional; recordó como el “padrino” le dio una bofetada y le ordenó no volver a hablar sin previo autorización.

Situaciones como esas, se hicieron más presentes en el grupo, aseguró. “Recuerdo un día que le dije que ya no quería ir, ya no estaba cómoda. Sí, había dejado las drogas, pero se encargaron de pisotear mi autoestima... la mía y de otras mujeres”, expuso.

Ese día, sólo por ser mujer y ya no querer asistir, me golpeó, pateó, azotó, escupió, humilló, gritó, y arrastró por todo el patio del centro de ayuda, narró con lágrimas en los ojos.

Recordó que, cuando despertó, el dolor que le invadía por todo el cuerpo, desapareció cuando lo escuchó decir “eso te pasa por hacerte la valiente, eres mujer, drogadicta y no vales nada”. Sus palabras taladraron mi cabeza, yo solo quería desaparecer, agregó.

Después de salir, llegó a casa y prometió no volver. Entré en depresión, dejé de comer, no quería vivir. Perdí visibilidad en mi ojo derecho, y me quedó partido a la mitad un diente, por los fuertes golpes en la cabeza que recibí, dijo.

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Nunca denuncié, el miedo era más grande que el dolor. Nunca voy a denunciar, esto me da vergüenza, concluyó.

“Ser mujer, me costó la golpiza de mi vida. Hubiera preferido ser hombre”, narró una joven de 27 años, quien pidió permanecer en el anonimato. Expuso el maltrato que sufrió presuntamente por el “padrino” de un centro de rehabilitación, que prometió ayudarla a salir del mundo de las drogas.

En el marco del Día Internacional Contra la Violencia de mujeres y niñas, una mujer de casi 30 años de edad, decidió compartir la historia de abuso y violencia que sufrió en un centro de rehabilitación, sólo por ser mujer.

Ella, una mujer que por diferentes circunstancias de la vida, se fue adentrando en el mundo de las drogas; encontró un “ángel” que resultó ser “demonio”, relató como el “padrino” como es conocido en este centro de ayuda, en un grito de ayuda, le mostró una posible salida de ese oscuro mundo al que pertenecía.

Dijo que, al principio, fue acogida, cobijada y protegida por él y los integrantes del grupo de ayuda. “Al principio me sentí valorada y respetada, ya no me veían con lástima”. Una vez tomó la iniciativa de comenzar la charla tradicional; recordó como el “padrino” le dio una bofetada y le ordenó no volver a hablar sin previo autorización.

Situaciones como esas, se hicieron más presentes en el grupo, aseguró. “Recuerdo un día que le dije que ya no quería ir, ya no estaba cómoda. Sí, había dejado las drogas, pero se encargaron de pisotear mi autoestima... la mía y de otras mujeres”, expuso.

Ese día, sólo por ser mujer y ya no querer asistir, me golpeó, pateó, azotó, escupió, humilló, gritó, y arrastró por todo el patio del centro de ayuda, narró con lágrimas en los ojos.

Recordó que, cuando despertó, el dolor que le invadía por todo el cuerpo, desapareció cuando lo escuchó decir “eso te pasa por hacerte la valiente, eres mujer, drogadicta y no vales nada”. Sus palabras taladraron mi cabeza, yo solo quería desaparecer, agregó.

Después de salir, llegó a casa y prometió no volver. Entré en depresión, dejé de comer, no quería vivir. Perdí visibilidad en mi ojo derecho, y me quedó partido a la mitad un diente, por los fuertes golpes en la cabeza que recibí, dijo.

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