/ jueves 22 de febrero de 2024

La verdadera lucha por la Democracia

El pasado domingo 18 de febrero, se llevó a cabo en la capital del país una marcha denominada en defensa de la democracia, en la cual se manifestaron miles de personas; en primera instancia, celebro que exista libertad de expresión para que cualquier persona pueda manifestarse libremente; asimismo, exprese sus opiniones y hacer un uso del espacio donde se fraguan las grandes conquistas sociales y políticas que es la calle por excelencia; sin embargo, resulta interesante analizar todo cuanto aconteció en esta marcha dominical, misma que se replicó en diferentes ciudades del país.

La democracia contemporánea es una forma de gobierno, que tal como lo manifiesta la Constitución de nuestro país, el poder y la soberanía emanan del pueblo, de ahí que somos una República Federal, democrática, laica y representativa; pero más allá de lo que nos dice la doctrina constitucional, es menester que reflexionemos en torno a la democracia que actualmente se ejerce nuestro país y en qué difiere con la democracia pregonada en los tiempos del autoritarismo de la hegemonía del PRI y del presidencialismo omnipresente; así como también contrastar con los últimos 18 años del período de la fallida alternancia y el recrudecimiento del neoliberalismo voraz.

La democracia requiere de un Estado de derecho, en el cual existan reglas claras para el acceso al poder a través de un sistema electoral y un sistema de partidos, y sobre todo donde existen los mecanismos de participación y cause institucional para las demandas de la sociedad; en este sentido ha sido a través de los gobiernos de la Cuarta Transformación, en los cuales se logró transitar a una percepción real por parte de las personas de un ejercicio del poder, ya que se desarrollaron políticas públicas sin precedentes, que tienen como centro generar bienestar a través de una política social pensada en la gran mayoría de las y los mexicanos.

Lo que vimos el pasado domingo, no le resto significado ni valor a quienes genuinamente salieron a manifestarse por no coincidir o estar en contra de las políticas del presidente López Obrador, están en su derecho; pero también, lo que se tiene que decir con claridad y de cara a la gente es que en la marcha, tanto los convocantes como los principales dirigentes, son actores ligados a los partidos políticos que hoy son oposición y que más parecieran tratar de llamar la atención a través de una convocatoria a la sociedad civil, a efecto de atraer miradas de la opinión pública para su proyecto político, marcado por intentar retroceder a las políticas conservadoras y de privilegios que tanto daño hicieron al pueblo de México.

Considero que como nunca antes se ha logrado en este gobierno hacer valer las conquistas democráticas del país; todo mundo tiene derecho a manifestarse sin que exista los mecanismos del pasado para acallar las voces disidentes; por el contrario, cualquier persona está en la libertad de criticar, señalar y cuestionar sobre todo aquello que no esté de acuerdo.

“… La transformación exige de grandes objetivos que sólo se cumplen mediante el esfuerzo, la disciplina cotidiana y la convicción de aportar por el bien común…” Osiris Leines.


El pasado domingo 18 de febrero, se llevó a cabo en la capital del país una marcha denominada en defensa de la democracia, en la cual se manifestaron miles de personas; en primera instancia, celebro que exista libertad de expresión para que cualquier persona pueda manifestarse libremente; asimismo, exprese sus opiniones y hacer un uso del espacio donde se fraguan las grandes conquistas sociales y políticas que es la calle por excelencia; sin embargo, resulta interesante analizar todo cuanto aconteció en esta marcha dominical, misma que se replicó en diferentes ciudades del país.

La democracia contemporánea es una forma de gobierno, que tal como lo manifiesta la Constitución de nuestro país, el poder y la soberanía emanan del pueblo, de ahí que somos una República Federal, democrática, laica y representativa; pero más allá de lo que nos dice la doctrina constitucional, es menester que reflexionemos en torno a la democracia que actualmente se ejerce nuestro país y en qué difiere con la democracia pregonada en los tiempos del autoritarismo de la hegemonía del PRI y del presidencialismo omnipresente; así como también contrastar con los últimos 18 años del período de la fallida alternancia y el recrudecimiento del neoliberalismo voraz.

La democracia requiere de un Estado de derecho, en el cual existan reglas claras para el acceso al poder a través de un sistema electoral y un sistema de partidos, y sobre todo donde existen los mecanismos de participación y cause institucional para las demandas de la sociedad; en este sentido ha sido a través de los gobiernos de la Cuarta Transformación, en los cuales se logró transitar a una percepción real por parte de las personas de un ejercicio del poder, ya que se desarrollaron políticas públicas sin precedentes, que tienen como centro generar bienestar a través de una política social pensada en la gran mayoría de las y los mexicanos.

Lo que vimos el pasado domingo, no le resto significado ni valor a quienes genuinamente salieron a manifestarse por no coincidir o estar en contra de las políticas del presidente López Obrador, están en su derecho; pero también, lo que se tiene que decir con claridad y de cara a la gente es que en la marcha, tanto los convocantes como los principales dirigentes, son actores ligados a los partidos políticos que hoy son oposición y que más parecieran tratar de llamar la atención a través de una convocatoria a la sociedad civil, a efecto de atraer miradas de la opinión pública para su proyecto político, marcado por intentar retroceder a las políticas conservadoras y de privilegios que tanto daño hicieron al pueblo de México.

Considero que como nunca antes se ha logrado en este gobierno hacer valer las conquistas democráticas del país; todo mundo tiene derecho a manifestarse sin que exista los mecanismos del pasado para acallar las voces disidentes; por el contrario, cualquier persona está en la libertad de criticar, señalar y cuestionar sobre todo aquello que no esté de acuerdo.

“… La transformación exige de grandes objetivos que sólo se cumplen mediante el esfuerzo, la disciplina cotidiana y la convicción de aportar por el bien común…” Osiris Leines.