/ domingo 1 de agosto de 2021

Ixmiquilpan y la fundación de su convento

La fundación del convento de Ixmiquilpan, (profesor Raúl Guerrero dixit) dedicado a la advocación de San Miguel Arcángel, fue precisamente dispuesta por fray Alonso de la Veracruz al gobernar por segunda ocasión la provincia del Santísimo Nombre de Jesús, según lo señala Fray Juan de Grijalva en su magnífica “Crónica de la Orden de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de Nueva España”, escrita en 1624. En el mismo año (de 1550), se fundó el importante convento de Ixmiquilpan que en edificio y rentas, corre parejo con el de Actopan, el tiempo es templado, tiene muy buen río que pasa por las casas, con que se riega la vega y así se dan buenos frutales y muy buen trigo; es del Arzobispado, de México dista de la ciudad al norte, diez y ocho leguas”. Sobre su constructor el propio Grijalva dice más adelante “Edificó Fray Andrés de Mata, los dos insignes conventos de Actopan e Ixmiquilpan; que por sólo por esto merecía ser eterna su fama.”

El sitio fue elegido en razón del elevado número de habitantes e importancia de su comercio, así el propio Andrés de Mata asentaba en una memoria fechada el 15 de febrero de 1571: “Hay en el monasterio de Ixmiquilpan, para la administración y doctrina de los naturales, con cuatro religiosos. El prior que soy yo y de menos cuenta, sé la lengua otomí y mexicana y con ella ayudo a los naturales, y más a los otomíes que son todos los que hay aquí; tengo en mi compañía un religioso que se llama Juan de la Magdalena quien había ido antes al Perú con don Antonio de Mendoza, cuando allá pasó por virrey en el año 1550”.

“En el mes de mayo del año de 1572, debido a la importancia cobrada por el monasterio, se celebró en él, el capítulo de la Orden Agustina, en el que resultó electo provincial fray Juan Adriano, catedrático de Sagrada Escritura en la Real y Pontificia Universidad de México”.

A lo largo de dos siglos, la orden agustina tuvo a su cargo la impartición de los servicios religiosos, sin embargo el número de frailes disminuyó de tal manera a mediados del siglo XVIII, que obligó a la congregación a entregar templo y monasterio al clero secular, que tomó posesión de las instalaciones el 16 de noviembre de 1754, siendo su primer cura clérigo el Padre José Cea. Años después el 1 de enero de 1818, la iglesia sería elevada a la categoría de vicaría foránea bajo la administración del presbítero Celedonio Salogo, contando con el beneficio y subordinación de las parroquias de El Cardonal y Zimapán, así como la vicaría fija de Mapethé, quedando más tarde dentro de la jurisdicción del Arzobispado de Tulancingo y posteriormente del Obispado de Tula al que pertenece actualmente.

Enmarcado por un jardín de frondosos árboles cipreses cultivados en el atrio, se levanta su sólida construcción de mampostería y tezontle, confluencia de diversos estilos. Su ubicación en las inmediaciones del inmenso valle que lo rodea, le permite dominar la región por los cuatro puntos cardinales.

La fundación del convento de Ixmiquilpan, (profesor Raúl Guerrero dixit) dedicado a la advocación de San Miguel Arcángel, fue precisamente dispuesta por fray Alonso de la Veracruz al gobernar por segunda ocasión la provincia del Santísimo Nombre de Jesús, según lo señala Fray Juan de Grijalva en su magnífica “Crónica de la Orden de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de Nueva España”, escrita en 1624. En el mismo año (de 1550), se fundó el importante convento de Ixmiquilpan que en edificio y rentas, corre parejo con el de Actopan, el tiempo es templado, tiene muy buen río que pasa por las casas, con que se riega la vega y así se dan buenos frutales y muy buen trigo; es del Arzobispado, de México dista de la ciudad al norte, diez y ocho leguas”. Sobre su constructor el propio Grijalva dice más adelante “Edificó Fray Andrés de Mata, los dos insignes conventos de Actopan e Ixmiquilpan; que por sólo por esto merecía ser eterna su fama.”

El sitio fue elegido en razón del elevado número de habitantes e importancia de su comercio, así el propio Andrés de Mata asentaba en una memoria fechada el 15 de febrero de 1571: “Hay en el monasterio de Ixmiquilpan, para la administración y doctrina de los naturales, con cuatro religiosos. El prior que soy yo y de menos cuenta, sé la lengua otomí y mexicana y con ella ayudo a los naturales, y más a los otomíes que son todos los que hay aquí; tengo en mi compañía un religioso que se llama Juan de la Magdalena quien había ido antes al Perú con don Antonio de Mendoza, cuando allá pasó por virrey en el año 1550”.

“En el mes de mayo del año de 1572, debido a la importancia cobrada por el monasterio, se celebró en él, el capítulo de la Orden Agustina, en el que resultó electo provincial fray Juan Adriano, catedrático de Sagrada Escritura en la Real y Pontificia Universidad de México”.

A lo largo de dos siglos, la orden agustina tuvo a su cargo la impartición de los servicios religiosos, sin embargo el número de frailes disminuyó de tal manera a mediados del siglo XVIII, que obligó a la congregación a entregar templo y monasterio al clero secular, que tomó posesión de las instalaciones el 16 de noviembre de 1754, siendo su primer cura clérigo el Padre José Cea. Años después el 1 de enero de 1818, la iglesia sería elevada a la categoría de vicaría foránea bajo la administración del presbítero Celedonio Salogo, contando con el beneficio y subordinación de las parroquias de El Cardonal y Zimapán, así como la vicaría fija de Mapethé, quedando más tarde dentro de la jurisdicción del Arzobispado de Tulancingo y posteriormente del Obispado de Tula al que pertenece actualmente.

Enmarcado por un jardín de frondosos árboles cipreses cultivados en el atrio, se levanta su sólida construcción de mampostería y tezontle, confluencia de diversos estilos. Su ubicación en las inmediaciones del inmenso valle que lo rodea, le permite dominar la región por los cuatro puntos cardinales.