/ viernes 18 de septiembre de 2020

“Ya no quiero oír voces”, dice paciente con esquizofrenia

Junto con su madre piden ayuda para ser atendidos

“Escucho voces que me hablan y me dicen que me voy a morir y me da miedo; yo les contesto con groserías y les digo que eso no va a pasar. Me hacen enojar”, es parte el testimonio de un hombre al que desde hace una década se le diagnosticó esquizofrenia.

Acompañado por su mamá, doña Adela, narran el viacrucis que viven, pues la pandemia los ha dejado sin la atención médica que recibían en el psiquiátrico Villa Ocaranza en Pachuca, dicen los entrevistados “porque no están dando el servicio a la gente y por eso tuvimos que buscar otra opción”.

Desesperada acudió a otra institución de salud donde le cambiaron el medicamento que antes se le prescribía en el Hospital, pero Juan Alberto, no ha mejorado.

“En la otra unidad médica me pidieron que les llevara el diagnóstico clínico, pero no me lo quisieron dar ahí donde era atendido, entonces me siento atada de manos”

“Mi hijo se ha puesto muy sentimental y sigue peleando con las voces, y luego no quiere que yo salga a trabajar, pero qué puedo hacer si con lo que gano trabajando, limpiando y planchando es con lo que vivimos, 200 diarios y todavía pagar 1 mil 600 de renta y otros gastos además de su medicina que es controlada y muy cara; aunque él en algunos ratos vende dulces y chocolates, no es suficiente”

Agrega: “Tengo miedo de que se haga daño. Ver a mi hijo con esquizofrenia es un terror permanente”, comenta la afligida madre.

Juan Alberto tiene 35 años, es hombre de fe, se persigna mientras narra su experiencia; enfatiza en decir: ya no quiero oír las voces.

Cambia los temas rápidamente y narra que esas voces le quieren hacer daño, que tiene miedo de que lo encierren en el psiquiátrico, comenta llorando.

“En madrugada quiero salir corriendo de mi casa”, agrega mientras su mamá refiere que “la nueva medicina que le dieron no le hace efecto”

“Sé que es una enfermedad grave y que no hay cura, pero los medicamentos pueden ayudar a controlar lo que él siente. Me frustro, y vivo con miedo y con mucha tristeza por ver a mi hijo de esta manera”

Adela, desesperada por no saber qué más hacer, espera pronto el apoyo de la atención médica a la Secretaría de Salud.


“Escucho voces que me hablan y me dicen que me voy a morir y me da miedo; yo les contesto con groserías y les digo que eso no va a pasar. Me hacen enojar”, es parte el testimonio de un hombre al que desde hace una década se le diagnosticó esquizofrenia.

Acompañado por su mamá, doña Adela, narran el viacrucis que viven, pues la pandemia los ha dejado sin la atención médica que recibían en el psiquiátrico Villa Ocaranza en Pachuca, dicen los entrevistados “porque no están dando el servicio a la gente y por eso tuvimos que buscar otra opción”.

Desesperada acudió a otra institución de salud donde le cambiaron el medicamento que antes se le prescribía en el Hospital, pero Juan Alberto, no ha mejorado.

“En la otra unidad médica me pidieron que les llevara el diagnóstico clínico, pero no me lo quisieron dar ahí donde era atendido, entonces me siento atada de manos”

“Mi hijo se ha puesto muy sentimental y sigue peleando con las voces, y luego no quiere que yo salga a trabajar, pero qué puedo hacer si con lo que gano trabajando, limpiando y planchando es con lo que vivimos, 200 diarios y todavía pagar 1 mil 600 de renta y otros gastos además de su medicina que es controlada y muy cara; aunque él en algunos ratos vende dulces y chocolates, no es suficiente”

Agrega: “Tengo miedo de que se haga daño. Ver a mi hijo con esquizofrenia es un terror permanente”, comenta la afligida madre.

Juan Alberto tiene 35 años, es hombre de fe, se persigna mientras narra su experiencia; enfatiza en decir: ya no quiero oír las voces.

Cambia los temas rápidamente y narra que esas voces le quieren hacer daño, que tiene miedo de que lo encierren en el psiquiátrico, comenta llorando.

“En madrugada quiero salir corriendo de mi casa”, agrega mientras su mamá refiere que “la nueva medicina que le dieron no le hace efecto”

“Sé que es una enfermedad grave y que no hay cura, pero los medicamentos pueden ayudar a controlar lo que él siente. Me frustro, y vivo con miedo y con mucha tristeza por ver a mi hijo de esta manera”

Adela, desesperada por no saber qué más hacer, espera pronto el apoyo de la atención médica a la Secretaría de Salud.


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