/ martes 17 de marzo de 2020

El mito del cisne negro

CAJA CUÁNTICA


El mito de Sísifo, obra clásica de Albert Camus consignó un par de líneas para la posteridad que tratan de recordar a los lectores, la constante que se impone, aunque a veces nos sea imperceptible: la incertidumbre. Aquella sabia frase es: “Para un hombre sin anteojeras no hay espectáculo más bello que el de la lucha de una inteligencia contra la realidad que lo supera”.

Los seres humanos tendemos a creer más en las certidumbres del mundo que en el caos que reviste la realidad. El filósofo Bertrand Russell con su célebre “teoría del Pollo” refutaba una regla general, utilizada en el método inductivo: “la naturaleza es uniforme y, por lo tanto, regular”.

Russell expone que los individuos construimos creencias y confianza en hechos futuros, a partir de la experiencia en el pasado; es decir, en palabras de este filósofo: un pollo espera que su amo lo alimente cada mañana como ha sucedido los últimos 100 días, pero esa mañana su amo le rompe el cuello para alimentarse. Tratamos de explicar el mundo a través de nuestras ciencias, artes y disciplinas, es una necesidad porque tratamos de imponer cierto orden al caos, lo que me recuerda otra cita de Camus: “para un hombre comprender al mundo es reducirlo a lo humano, marcarlo con su sello”. Reducir para comprender es despojar al mundo de sus verdaderas características: complejidad, espesor, extrañeza.

Nassim Taleb, siguiendo la escuela de David Hume, Bertrand Russell y otros escépticos modernos, introdujo en el imaginario la sombra del cisne negro, bajo la que se oculta un hecho inquietante: la historia y la realidad no son rectas, planeadas u organizadas. Aunque lo queramos la realidad no está unificada para nuestra compresión.

Taleb, con su “teoría del Cisne Negro” metaforiza la tendencia humana de creer que el mundo es menos aleatorio de lo que en realidad, es; ocasionada por la predisposición, individual y social, a simplificar, reducir y unificar. Ya lo decía en el artículo anterior, somos seres frágiles, a pesar de los avances tecnológicos y científicos que han impactado positivamente nuestra calidad y potencial de vida.

Dice Taleb que confiamos más en lo que sabemos que en lo que no sabemos, ahí radica la metáfora de la teoría y el por qué de su nombre; en el siglo XVI, se estableció como una verdad general que los cisnes eran blancos y por lo tanto era imposible que existiera alguno negro, porque nadie había visto uno; esta regla general fue refutada por el descubrimiento de cisnes negros en Australia, a finales de ese mismo siglo. Pandemias (Covid-19) como hechos naturales, pero también los fenómenos sociales y tecnológicos, como el internet, algunas revoluciones (primavera árabe) o guerras (primera guerra mundial) son sucesos “Cisne Negro”, ya que poseen tres atributos; en palabras de Taleb, son: “un caso atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas regulares, porque no hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar, conlleva a un impacto extremo. En tercer lugar, a pesar de su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible”.

Taleb, Russell y Camus nos recuerdan que, ante la complejidad del universo y sus infinitas posibilidades, como sujetos e incluso como sociedades, somos pequeñas partículas privilegiadas porque a pesar de todo nos pertenece nuestro propio destino y a partir de esa primera certidumbre enfrentamos y lo estamos haciendo, aquellos sucesos “Cisne Negro” con el objetivo de salir adelante.

CAJA CUÁNTICA


El mito de Sísifo, obra clásica de Albert Camus consignó un par de líneas para la posteridad que tratan de recordar a los lectores, la constante que se impone, aunque a veces nos sea imperceptible: la incertidumbre. Aquella sabia frase es: “Para un hombre sin anteojeras no hay espectáculo más bello que el de la lucha de una inteligencia contra la realidad que lo supera”.

Los seres humanos tendemos a creer más en las certidumbres del mundo que en el caos que reviste la realidad. El filósofo Bertrand Russell con su célebre “teoría del Pollo” refutaba una regla general, utilizada en el método inductivo: “la naturaleza es uniforme y, por lo tanto, regular”.

Russell expone que los individuos construimos creencias y confianza en hechos futuros, a partir de la experiencia en el pasado; es decir, en palabras de este filósofo: un pollo espera que su amo lo alimente cada mañana como ha sucedido los últimos 100 días, pero esa mañana su amo le rompe el cuello para alimentarse. Tratamos de explicar el mundo a través de nuestras ciencias, artes y disciplinas, es una necesidad porque tratamos de imponer cierto orden al caos, lo que me recuerda otra cita de Camus: “para un hombre comprender al mundo es reducirlo a lo humano, marcarlo con su sello”. Reducir para comprender es despojar al mundo de sus verdaderas características: complejidad, espesor, extrañeza.

Nassim Taleb, siguiendo la escuela de David Hume, Bertrand Russell y otros escépticos modernos, introdujo en el imaginario la sombra del cisne negro, bajo la que se oculta un hecho inquietante: la historia y la realidad no son rectas, planeadas u organizadas. Aunque lo queramos la realidad no está unificada para nuestra compresión.

Taleb, con su “teoría del Cisne Negro” metaforiza la tendencia humana de creer que el mundo es menos aleatorio de lo que en realidad, es; ocasionada por la predisposición, individual y social, a simplificar, reducir y unificar. Ya lo decía en el artículo anterior, somos seres frágiles, a pesar de los avances tecnológicos y científicos que han impactado positivamente nuestra calidad y potencial de vida.

Dice Taleb que confiamos más en lo que sabemos que en lo que no sabemos, ahí radica la metáfora de la teoría y el por qué de su nombre; en el siglo XVI, se estableció como una verdad general que los cisnes eran blancos y por lo tanto era imposible que existiera alguno negro, porque nadie había visto uno; esta regla general fue refutada por el descubrimiento de cisnes negros en Australia, a finales de ese mismo siglo. Pandemias (Covid-19) como hechos naturales, pero también los fenómenos sociales y tecnológicos, como el internet, algunas revoluciones (primavera árabe) o guerras (primera guerra mundial) son sucesos “Cisne Negro”, ya que poseen tres atributos; en palabras de Taleb, son: “un caso atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas regulares, porque no hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar, conlleva a un impacto extremo. En tercer lugar, a pesar de su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible”.

Taleb, Russell y Camus nos recuerdan que, ante la complejidad del universo y sus infinitas posibilidades, como sujetos e incluso como sociedades, somos pequeñas partículas privilegiadas porque a pesar de todo nos pertenece nuestro propio destino y a partir de esa primera certidumbre enfrentamos y lo estamos haciendo, aquellos sucesos “Cisne Negro” con el objetivo de salir adelante.

ÚLTIMASCOLUMNAS