/ domingo 18 de marzo de 2018

Quiero vivir, expresa mujer, espera trasplante de riñón

Pachuca, Hidalgo.- “Cada vez me debilito más. Todavía no mepuedo ir, no me puedo morir; tengo a mis dos hijos que aún menecesitan”, comenta con un nudo en la garganta, Cintya NathalyHernández Escobar, quien espera, impaciente, la hora para ingresara un quirófano y tener un trasplante de riñón. Ella narra que yacuenta con un donador, lo que para muchos, en el país, parecieraimposible. “Es amigo de la familia”, sostiene. De repente loencontró mientras ella había perdido toda esperanza y entonces enel diálogo, él le había comentado que padecía depresión ypensaba morir. Pero Cintya le platicó su historia y le dijo:“Tú te la quieres quitar y yo quiero vivir”. Entonces, alverlo que reaccionaba, él contestó: “Yo te voy a dar vida”.“Para mí fue una luz de esperanza; me movilicé a ver todos lostrámites pero la cirugía es muy cara”. SU TERRRIBLE AGONÍA DETODOS LOS DÍAS Radicada en la colonia Medias Tierras deTulancingo, y a sus 33 años, madre de dos pequeños, una de 12 yotro de 8, dice que ha sido una pelea muy dura la que enfrentatodos los días. Mucho dolor, desmayos, caídas y siempre con lapreocupación de decir: “Que mis hijos me sigan viendo viva.Todavía no me lleves. Aun hago falta aquí”. Hace dos años ymedio que le diagnosticaron insuficiencia renal crónica. Empezócon hipertensión, “me di cuenta que estaba enferma, me hicieronun ultrasonido y vieron que un riñón medía cinco y el otro seiscentímetros”. El padre de sus hijos le apoya con laalimentación para sus hijos “uno se divorcia de la pareja no delos pequeños; ha apoyado”. EL LETARGO INSTITUCIONAL Cintyacarecía en el 2016 de Seguro Social, y tuvo que ir a Pachuca conun nefrólogo, quien le dijo que tenía muy poco tiempo de vida.“Me coloqué el catéter, y me dialicé con bolsas gemelas, yentonces un familiar me apoyó para tener el Seguro Facultativo”.Y aunque ahí en el IMSS hizo trámites, estos fueron muyprolongados, toda una desesperanza, y aunque su hermano se ofrecióa donárselo, terminó por perder su empleo, al estar casi diariocon estudios y trámites, que nunca germinaron. No hubo éxito.Entonces, llegó la desilusión pero a la vez la fuerza por saliradelante. “No podía creer que hubiera tanta pasividad hacia lospacientes crónicos”. “Tuve hernia inguinal, perdí la vistados meses; me intoxiqué a mi misma y ahora tengo un año con eltratamiento de máquina, que me impide salir de casa, aquí cortocabello y poco a poco voy saliendo adelante con la ayuda de mispadres”. SU ESPERANZA Ahora, sus pasos están en el Hospital ABCde la Ciudad de México, y hay una fundación que le dice le ayudapero es un financiamiento, dinero que debe regresar en el términode un mes. Igualmente, el club Rotario Cuajimalpa, le aportarárecurso, pero aun así no le alcanza para juntar 125 mil pesos quenecesita para su cirugía”. Sabe que no es el único caso, quehay miles como ella en todo el país. Y, todos luchan por saliradelante. De hecho, compañeros de su hija, le han regalado entretodos 2 mil pesos. Pide el apoyo de la gente, que pueda contactarlaa través de su red social, para que lo que puedan donarle, paraella significa mucho. SU FUERZA: SUS HIJOS Y PADRES “No permitoque mis hijos me vean mal, todo ha sido tan rápido, hubo unmomento en que mi hijo no quiso ir a la escuela, no se despegaba demí, me abrazaba y llorando me decía no quiero que te vayas”.“Es mucho el dolor e incertidumbre. Si Dios me dijera te vas amorir y podrás ver que ellos están bien”, se iría sinpreocupaciones. Pero no lo sabe, la muerte y el más allá es temaincierto. “Temo no volver ver más a mis hijos y mis padres,ellos son mi fuerza, confío en que la gente pueda apoyarme con unpeso o con lo que sea. Quiero vivir, quiero ganarle a este terriblepadecimiento, quiero ver a mis hijos crecer”.

[caption id="attachment_227591" align="alignleft" width="615"]Cintya Nathaly Hernández Escobar. Foto: Sol deHidalgo.[/caption]

Pachuca, Hidalgo.- “Cada vez me debilito más. Todavía no mepuedo ir, no me puedo morir; tengo a mis dos hijos que aún menecesitan”, comenta con un nudo en la garganta, Cintya NathalyHernández Escobar, quien espera, impaciente, la hora para ingresara un quirófano y tener un trasplante de riñón. Ella narra que yacuenta con un donador, lo que para muchos, en el país, parecieraimposible. “Es amigo de la familia”, sostiene. De repente loencontró mientras ella había perdido toda esperanza y entonces enel diálogo, él le había comentado que padecía depresión ypensaba morir. Pero Cintya le platicó su historia y le dijo:“Tú te la quieres quitar y yo quiero vivir”. Entonces, alverlo que reaccionaba, él contestó: “Yo te voy a dar vida”.“Para mí fue una luz de esperanza; me movilicé a ver todos lostrámites pero la cirugía es muy cara”. SU TERRRIBLE AGONÍA DETODOS LOS DÍAS Radicada en la colonia Medias Tierras deTulancingo, y a sus 33 años, madre de dos pequeños, una de 12 yotro de 8, dice que ha sido una pelea muy dura la que enfrentatodos los días. Mucho dolor, desmayos, caídas y siempre con lapreocupación de decir: “Que mis hijos me sigan viendo viva.Todavía no me lleves. Aun hago falta aquí”. Hace dos años ymedio que le diagnosticaron insuficiencia renal crónica. Empezócon hipertensión, “me di cuenta que estaba enferma, me hicieronun ultrasonido y vieron que un riñón medía cinco y el otro seiscentímetros”. El padre de sus hijos le apoya con laalimentación para sus hijos “uno se divorcia de la pareja no delos pequeños; ha apoyado”. EL LETARGO INSTITUCIONAL Cintyacarecía en el 2016 de Seguro Social, y tuvo que ir a Pachuca conun nefrólogo, quien le dijo que tenía muy poco tiempo de vida.“Me coloqué el catéter, y me dialicé con bolsas gemelas, yentonces un familiar me apoyó para tener el Seguro Facultativo”.Y aunque ahí en el IMSS hizo trámites, estos fueron muyprolongados, toda una desesperanza, y aunque su hermano se ofrecióa donárselo, terminó por perder su empleo, al estar casi diariocon estudios y trámites, que nunca germinaron. No hubo éxito.Entonces, llegó la desilusión pero a la vez la fuerza por saliradelante. “No podía creer que hubiera tanta pasividad hacia lospacientes crónicos”. “Tuve hernia inguinal, perdí la vistados meses; me intoxiqué a mi misma y ahora tengo un año con eltratamiento de máquina, que me impide salir de casa, aquí cortocabello y poco a poco voy saliendo adelante con la ayuda de mispadres”. SU ESPERANZA Ahora, sus pasos están en el Hospital ABCde la Ciudad de México, y hay una fundación que le dice le ayudapero es un financiamiento, dinero que debe regresar en el términode un mes. Igualmente, el club Rotario Cuajimalpa, le aportarárecurso, pero aun así no le alcanza para juntar 125 mil pesos quenecesita para su cirugía”. Sabe que no es el único caso, quehay miles como ella en todo el país. Y, todos luchan por saliradelante. De hecho, compañeros de su hija, le han regalado entretodos 2 mil pesos. Pide el apoyo de la gente, que pueda contactarlaa través de su red social, para que lo que puedan donarle, paraella significa mucho. SU FUERZA: SUS HIJOS Y PADRES “No permitoque mis hijos me vean mal, todo ha sido tan rápido, hubo unmomento en que mi hijo no quiso ir a la escuela, no se despegaba demí, me abrazaba y llorando me decía no quiero que te vayas”.“Es mucho el dolor e incertidumbre. Si Dios me dijera te vas amorir y podrás ver que ellos están bien”, se iría sinpreocupaciones. Pero no lo sabe, la muerte y el más allá es temaincierto. “Temo no volver ver más a mis hijos y mis padres,ellos son mi fuerza, confío en que la gente pueda apoyarme con unpeso o con lo que sea. Quiero vivir, quiero ganarle a este terriblepadecimiento, quiero ver a mis hijos crecer”.

[caption id="attachment_227591" align="alignleft" width="615"]Cintya Nathaly Hernández Escobar. Foto: Sol deHidalgo.[/caption]

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