/ viernes 22 de enero de 2021

Doña Carmen, con el luto a cuestas

Desde que comenzó la pandemia del Covid-19 sólo sale al banco

Doña Carmen vive de un apoyo económico que le llega cada bimestre, dos mil 700 pesos, dice que desde que inició la pandemia sólo sale por dinero al banco. Todo lo que necesita para cocinar y sus medicinas los encarga con un joven que, para apoyarse en sus estudios, hace mandados en su colonia.

Hipertensa y diabética, esta mujer de 68 años habita sola su hogar. Una casa que hace tiempo fue escenario en que sus tres hijos crecieron, uno falleció hace dos décadas y dos más se encuentran en la Ciudad de México.

Se divorció cuando sus hijos iban a la Universidad y volvió a hacer su vida tiempo después de la separación, pero su marido feneció de neumonía recién iniciaba la pandemia.

Para esta mujer ha sido un golpe muy fuerte estar sola, primero sin los hijos, quienes, por cierto, le ayudan depositándole dinero a su cuenta de ahorro y aunque le da miedo ir al banco, porque piensa que puede contagiarse de Covid-19 en el cajero, agrega que“me arriesgo, solo salgo a eso y a nada más y uso guantes”.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2018, en México hay 15.4 millones de adultos mayores. Doña Carmen es una de los 1.7 millones de personas seniles que viven sin una compañía.

“Uso bastón porque hace tiempo me operaron de la cadera y entonces es más difícil desplazarme. La soledad te hace pensar muchas cosas a veces feas, recuerdas mucho el dolor vivido, de estar sin nadie, con el luto todavía que ando cargando, pero trato de enfocarme en el cuidado de mis flores. Se extrañan esos días donde iba a los cursos de floristería y otras cosas que aprendí. La mente ocupada en cosas productivas permite dejar de ser ociosa. Cuando antes venían mis nietos me sacaban fotos y extraño esos momentos”, comenta vía telefónica.

Confiesa que “cuando él enfermó (su esposo) y murió, sentí que yo igual no tenía por qué estar aquí, decía por qué yo no me enfermé. A mí me dolía el cuerpo, pero tal vez fue por los achaques de la edad”.

A partir de su luto, le dio miedo salir: “Llevo nueve meses solo voy al banco una vez al mes, desde mayo, qué tal si me contagio y con mis achaques, pues peor”.

Finalmente, aseguró que sus hijos quieren visitarla, pero les dice que así está todo bien: “Hacemos una videoconferencia con el celular y ya veo a mis nietos todos bien crecidos”

Doña Carmen vive de un apoyo económico que le llega cada bimestre, dos mil 700 pesos, dice que desde que inició la pandemia sólo sale por dinero al banco. Todo lo que necesita para cocinar y sus medicinas los encarga con un joven que, para apoyarse en sus estudios, hace mandados en su colonia.

Hipertensa y diabética, esta mujer de 68 años habita sola su hogar. Una casa que hace tiempo fue escenario en que sus tres hijos crecieron, uno falleció hace dos décadas y dos más se encuentran en la Ciudad de México.

Se divorció cuando sus hijos iban a la Universidad y volvió a hacer su vida tiempo después de la separación, pero su marido feneció de neumonía recién iniciaba la pandemia.

Para esta mujer ha sido un golpe muy fuerte estar sola, primero sin los hijos, quienes, por cierto, le ayudan depositándole dinero a su cuenta de ahorro y aunque le da miedo ir al banco, porque piensa que puede contagiarse de Covid-19 en el cajero, agrega que“me arriesgo, solo salgo a eso y a nada más y uso guantes”.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2018, en México hay 15.4 millones de adultos mayores. Doña Carmen es una de los 1.7 millones de personas seniles que viven sin una compañía.

“Uso bastón porque hace tiempo me operaron de la cadera y entonces es más difícil desplazarme. La soledad te hace pensar muchas cosas a veces feas, recuerdas mucho el dolor vivido, de estar sin nadie, con el luto todavía que ando cargando, pero trato de enfocarme en el cuidado de mis flores. Se extrañan esos días donde iba a los cursos de floristería y otras cosas que aprendí. La mente ocupada en cosas productivas permite dejar de ser ociosa. Cuando antes venían mis nietos me sacaban fotos y extraño esos momentos”, comenta vía telefónica.

Confiesa que “cuando él enfermó (su esposo) y murió, sentí que yo igual no tenía por qué estar aquí, decía por qué yo no me enfermé. A mí me dolía el cuerpo, pero tal vez fue por los achaques de la edad”.

A partir de su luto, le dio miedo salir: “Llevo nueve meses solo voy al banco una vez al mes, desde mayo, qué tal si me contagio y con mis achaques, pues peor”.

Finalmente, aseguró que sus hijos quieren visitarla, pero les dice que así está todo bien: “Hacemos una videoconferencia con el celular y ya veo a mis nietos todos bien crecidos”

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