/ lunes 2 de noviembre de 2020

Con un robot puedes visitar esta exhibición de arte

Las personas pueden asistir de forma presencial a la exhibición o rentar un robot que los conecte

LONDRES. La galería Saatchi de Londres está realizando una exhibición privada para robots y humanos, permitiendo que personas y máquinas deambulen por el extraño mundo del artista pop Philip Colbert, en un show diseñado para funcionar tanto digitalmente como en la vida real.

El espectáculo muestra trabajos que presentan la langosta de estilo de dibujo animado de Colbert, el personaje central de sus pinturas y esculturas.

En la exhibición se ofrecen robots de telepresencia, operados a control remoto, sobre ruedas, con cámaras y la pantalla de una tableta para quienes no puedan asistir en persona.

“Quería organizar la inauguración de mi exhibición usando estos robots de telepresencia, casi como una visión de ciencia ficción de un futuro posible, donde tenemos un robot de telepresencia que sale al mundo por nosotros, para que podamos quedarnos en casa protegidos”, dijo Colbert a Reuters.

“Sentí que esa no sólo era la única forma de hacer el espectáculo más accesible, sino también de crear una visión más fantástica del futuro (...) es muy posible que se requiera que las personas estén físicamente y no puedan (estar), y por ello tengan una presencia de robot de alguna manera”, agregó.

Los invitados pueden recorrer la galería en persona o reservando un robot, que luego puede recorrer el espacio, haciendo zoom sobre obras que exploran el consumo de masas, la cultura contemporánea y la historia.

“Es bastante increíble estar conduciendo por Saatchi”, dijo Josh Corden, un artista invitado a la inauguración. “Creo que es increíblemente poderoso”, agregó desde el este de Londres.

La idea del programa de arte nació durante el aislamiento por la pandemia de coronavirus.

El subastador Simon de Pury asistió a la muestra a través de un robot de telepresencia, que controló desde su casa, ubicada en Mónaco.

“Esta es una manera maravillosa de asistir a una inauguración de una subasta o de una exhibición. Puedes acercarte a la obra de arte, puedes mirarla de cerca, de lejos y tienes una idea de la proporción, así que es una manera genial de ver arte”, comentó el subastador.

HUMOR EN MUSEO

Incluso en tiempos de pandemia, los vieneses se divierten mirando de frente a la muerte en un museo consagrado a las pompas fúnebres, que habla del más allá, sin vueltas, con un humor desconcertante.

Instalado en el subsuelo de una capilla ardiente art déco, en el cementerio central de la capital austríaca, este lugar fue el primero en el mundo en exponer, a partir de 1967, una colección de ataúdes y mortajas para investigar la evolución de la cultura del duelo.

“Mucha gente teme a la parca, pero es como los impuestos, no se puede evitar”, ironiza un vienés septuagenario de origen estadounidense, Jack Curtin.

Curtin llegó con su compañera, experta en las enfermedades de los muertos más célebres, y ambos recorren las salas con luces tenues.

Es una idea “excelente”, dicen.

Japón, Canadá... Antes los visitantes llegaban desde muy lejos, pero con la pandemia de coronavirus y el cierre de las fronteras, los austríacos tienen ahora este lugar de 300 metros cuadrados sólo para ellos. Aquí, el dicho es que la muerte es vienesa y el público se apasiona por la exposición temporal, abierta en ocasión de los 250 años del nacimiento de Beethoven, que reposa a dos pasos.

La muestra recorre la vida del compositor alemán, revela su máscara mortuoria y describe de manera meticulosa su agonía vinculada a una enfermedad.

Lo mismo con Joseph Haydn, cuyo cráneo fue robado en 1809 por jóvenes estudiantes de medicina, y luego enterrado cerca de un siglo y medio más tarde.

“Viena es bastante conocida por su costado mórbido”, explica Julia Würzl, una joven que da su paseo otoñal melancólico entre las sepulturas.






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El espectáculo muestra trabajos que presentan la langosta de estilo de dibujo animado de Colbert, el personaje central de sus pinturas y esculturas.

En la exhibición se ofrecen robots de telepresencia, operados a control remoto, sobre ruedas, con cámaras y la pantalla de una tableta para quienes no puedan asistir en persona.

“Quería organizar la inauguración de mi exhibición usando estos robots de telepresencia, casi como una visión de ciencia ficción de un futuro posible, donde tenemos un robot de telepresencia que sale al mundo por nosotros, para que podamos quedarnos en casa protegidos”, dijo Colbert a Reuters.

“Sentí que esa no sólo era la única forma de hacer el espectáculo más accesible, sino también de crear una visión más fantástica del futuro (...) es muy posible que se requiera que las personas estén físicamente y no puedan (estar), y por ello tengan una presencia de robot de alguna manera”, agregó.

Los invitados pueden recorrer la galería en persona o reservando un robot, que luego puede recorrer el espacio, haciendo zoom sobre obras que exploran el consumo de masas, la cultura contemporánea y la historia.

“Es bastante increíble estar conduciendo por Saatchi”, dijo Josh Corden, un artista invitado a la inauguración. “Creo que es increíblemente poderoso”, agregó desde el este de Londres.

La idea del programa de arte nació durante el aislamiento por la pandemia de coronavirus.

El subastador Simon de Pury asistió a la muestra a través de un robot de telepresencia, que controló desde su casa, ubicada en Mónaco.

“Esta es una manera maravillosa de asistir a una inauguración de una subasta o de una exhibición. Puedes acercarte a la obra de arte, puedes mirarla de cerca, de lejos y tienes una idea de la proporción, así que es una manera genial de ver arte”, comentó el subastador.

HUMOR EN MUSEO

Incluso en tiempos de pandemia, los vieneses se divierten mirando de frente a la muerte en un museo consagrado a las pompas fúnebres, que habla del más allá, sin vueltas, con un humor desconcertante.

Instalado en el subsuelo de una capilla ardiente art déco, en el cementerio central de la capital austríaca, este lugar fue el primero en el mundo en exponer, a partir de 1967, una colección de ataúdes y mortajas para investigar la evolución de la cultura del duelo.

“Mucha gente teme a la parca, pero es como los impuestos, no se puede evitar”, ironiza un vienés septuagenario de origen estadounidense, Jack Curtin.

Curtin llegó con su compañera, experta en las enfermedades de los muertos más célebres, y ambos recorren las salas con luces tenues.

Es una idea “excelente”, dicen.

Japón, Canadá... Antes los visitantes llegaban desde muy lejos, pero con la pandemia de coronavirus y el cierre de las fronteras, los austríacos tienen ahora este lugar de 300 metros cuadrados sólo para ellos. Aquí, el dicho es que la muerte es vienesa y el público se apasiona por la exposición temporal, abierta en ocasión de los 250 años del nacimiento de Beethoven, que reposa a dos pasos.

La muestra recorre la vida del compositor alemán, revela su máscara mortuoria y describe de manera meticulosa su agonía vinculada a una enfermedad.

Lo mismo con Joseph Haydn, cuyo cráneo fue robado en 1809 por jóvenes estudiantes de medicina, y luego enterrado cerca de un siglo y medio más tarde.

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