/ domingo 29 de julio de 2018

Oaxaca no sólo es la Guelaguetza

‘… si te hablan de mí muchachita…’


“Niña cuando yo muera, no llores sobre mi tumba,

canta sones alegres, mamá, cántame la sandunga…:

No me llores no, no me llores no,

porque si lloras yo peno,

en cambio si tú me cantas yo siempre vivo… yo nunca muero…”


[Andrés Henestrosa]


Es un asunto de mirar al alrededor y confirmar lo que dijera el fraile Navarrete cuando conoció Oaxaca en el siglo XVII. “Aquí hay una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”.

Y lo repito siempre, sobre todo cuando se siente la nostalgia de la tierra y se llega de nueva cuenta aquí, para redescubrir lo que se sabe desde la infancia, pero que se desconocía por ser un hecho, por ser cotidiano y porque ahí está, siempre, el cielo guardián.

Hoy más viajeros que nunca llegan de todos lados, rozagantes y felices, porque vienen a mirarnos, vienen a estar con nosotros y a reconocerse en esta oriundez que es la de todos, viajeros en el mismo planeta y en el mismo tiempo: ‘Viajero, detente, que has llegado a la región más transparente del aire’, dijo Alexander von Humboldt de México apenas comenzaba el siglo XIX.

Y nadamás llegar acá se perciben los aromas de la tierra, el repicar de campanas que dicen con algarabía que ya estamos en la tierra de Juárez, en la tierra de Porfirio Díaz –tan denostado y tan desconocido-, en la tierra que dio a los Flores Magón, a José Vasconcelos, a Matías Romero, a Rufino Tamayo, a Francisco Toledo, a Rodolfo Morales, a don Andrés Henestrosa que no quería morir y que, por lo mismo, vivió 101 años…

Y se perciben los colores vivos e intensos en cada una de las puertas, muros, ventanas, postigos y en cada alebrije y en la mirada risueña del niño que se acerca para darnos su Guelaguetza…

Por estos días ocurre la Guelaguetza en Oaxaca. Es una fiesta que era “ El lunes del cerro” y que a principios del siglo XX surgió como lo que hoy es la celebración de lo oaxaqueño en sus particularidades. Dar y recibir. Agradecer y ser agradecido. Mostrarse como se es para conocer a los otros en su esencia. Porque eso es la Guelaguetza, una forma de comunión entre gente común y corriente.

En los pueblos de acá la Guelaguetza tiene que ver con la fiesta de una familia, tiene que ver con el nacimiento de un niño, tiene que ver con la comunión o la boda, y también tiene que ver con la muerte, cuando alguien decide irse: se está ahí para ofrecer lo que se tiene y ayudar a la celebración o estar mano a mano en el pesar:...

Ya un pollo para la comida, ya un guajolote, ya un poco de sal o azúcar, ya un pan que comer, ya unos huevos de gallina criolla, un poco de mole, o tortillas: pero si no se tiene nada para ofrecer como Guelaguetza, se tienen las manos para el trabajo, para hacer el mandado y para contribuir a que la celebración o la conmemoración resulten felices… Eso es la Guelaguetza: la solidaridad, la ofrenda, la necesidad de ayuda y la entrega de lo de uno, para todos.

Pero ya está aquí de nueva cuenta, como cada año, en los dos últimos lunes de julio: el primero y la octava, que se dicen. Y llegan oaxaqueños de todas las regiones a la capital del estado, con sus mejores trajes, con sus mejores ofrendas y con sus mejores bailes para compartir.

Mientras esto ocurre, Oaxaca está ahí, en su historia y con sus problemas históricos. Porque Oaxaca no sólo es la Guelaguetza. También son los más de cuatro millones de habitantes que cada día salen con el alba para trabajar, vivir, comer, soñar y encontrarse en un estado con 570 municipios, algunos de ellos los más pobres del país…

Uno de ellos, el más pobre del país, es Santos Reyes Yucuná y está ubicado en la región mixteca, a 251 kilómetros de la capital del estado de Oaxaca y en donde no se sabía que habría comicios para elegir al nuevo presidente y a sus representantes en el Congreso de la Unión y en el Congreso local, tan olvidados ellos, por todos… La pobreza de Oaxaca se resume ahí. El quebranto y el abandono. Ellos no vinieron a la Guelaguetza, no hay forma…

No tienen a su disposición vehículos, transporte aéreo, lugar especial en el auditorio de la Guelaguetza en el cerro del Fortín. Ellos no, aunque sí son parte de millones de oaxaqueños que hoy viven un grave estado de violencia criminal y con una crisis económica que hace un desastre.

Esto es, que de enero a diciembre del 2017 la entidad pasó del 0.3 por ciento de crecimiento económico anual a una caída de 2.9 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB), por lo que presenta una tasa negativa de las principales variables económicas de Oaxaca, de acuerdo con cifras de “ México ¿Cómo vamos?”

Además subraya que en estas condiciones Oaxaca tiene un acumulado de empleos por generar al primer trimestre del 2018 de 9 mil 650 puestos de trabajo, aunque en este periodo únicamente creó 1 mil 874, lo que representa menos del 75 por ciento de la meta. Además la deuda pública aumentó de 4.0 por ciento a 4.1 por ciento, por lo que es necesario –recomiendan- reducir deuda.

Pero quizá lo que más llama la atención es la creciente inseguridad pública. Ya en el Istmo de Tehuantepec como en la Cuenca o en la Costa o en la Mixteca… La inseguridad es rampante.

De acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante el primer trimestre del 2018, en Oaxaca se registraron 291 víctimas de homicidios dolosos, lo que representa un incremento del 28.1 por ciento, respecto del mismo periodo del 2017, cuando se contabilizaron 209 asesinatos. En promedio se registró un asesinato cada 7 horas y 20 minutos.

La tarde del lunes 16 de julio, en la sierra sur de Oaxaca, se enfrentaron dos comunidades por la propiedad de un terreno de 3 mil 600 hectáreas que se disputaban hace más de cincuenta años. Trece muertos, dos heridos, varios desaparecidos, fue el saldo de la emboscada. Se dice que pobladores de San Lucas Ixcotepec atacaron con armas de fuego a un grupo de habitantes de Santa María Ecatepec, luego de un altercado, cuando los últimos limpiaban un predio.

Al conocer la tragedia, el gobernador Alejandro Murat Hinojosa dijo que lo lamentaba, pero que es “un hecho aislado”. Como aislados son, también, los enfrentamientos entre comunidades de la entidad que contiene a rancherías y pueblos aislados, en la intrincada orografía del estado. Tan lejos de Dios y tan cerca de sí mismos, parafraseando a Porfirio Díaz.

Como aislados son los múltiples problemas de desigualdad, de falta de educación por temor a una Sección 22 de la CNTE que ya tomó por su cuenta las calles de Oaxaca y que día sí y día no bloquean y que, para sorpresa, por estos días de fiesta están lejos de la controversia: y aquí todos se preguntan: “¿Cuánto nos está costando esta calma momentánea?”…

En tanto que alrededor de 965 mil 495 estudiantes de 13 mil escuelas de la entidad viven sin clases permanentes y con un registro de calidad educativa deficitario. Ese es el resultado de la debilidad de gobierno federal y estatal para solucionar el problema educativo de la entidad.

De los sistemas de salud ni se diga. En tanto, el gobierno estatal se conforma con que los oaxaqueños y, sobre todo oaxaqueñas, vivan de la economía informal, en la que no tienen seguridad pública ni beneficios formales para su integración al esperado desarrollo estatal.

Y más. Mucho más es Oaxaca, una entidad cuyos habitantes no se entienden con un gobernador venido de lejos y quien no se entiende con los oaxaqueños al grado que trajo de fuera a parte de su gabinete –arrogante como es--, mientras que parte del mismo fue integrado por viejos funcionarios de la época del gobernador José Murat Casab, padre del actual Ejecutivo.

Y así las cosas. La tragedia de Oaxaca es lo cotidiano. La desigualdad, la pobreza, la injusticia legal, la impunidad, la corrupción y más, muchos más problemas. Más de los que uno supone. Es el día a día. ‘Más tú nunca me dijiste que julio fuese eterno’…

“¡Ya llegaron los de Ejutla!”… como también llegaron los del Istmo, que se juntan con los de los Valles Centrales y desde la Cuenca del Papaloapan o desde la Costa Oaxaqueña o la zona Mixteca… Todos juntos uno sólo.

Y están las multitudes que vienen de lejos, en un escenario que mira hacia la ciudad de Oaxaca, al mismo tiempo que se exalta con la expresión cultural y que convive en calles, callejones, plazas y jardines con todos y son todos…

Y día a día las Calendas que recorren las calles para convidar la fiesta colorida mientras la multitud aplaude y se une al canto único y respetuoso de todo oaxaqueño, el Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, que es al mismo tiempo cuna como mortaja para los oaxaqueños y quienes al escucharla nos ponemos de pie y la mano en el corazón en señal de que esto somos, aquí estamos, aquí queremos estar, porque somos nosotros oaxaqueños de antes y después, los de la trascendencia y los de la historia… A pesar de todo…

Pero dejemos los pesares por un instante, lo que dura un abrir y cerrar de ojos, lo que dura el tronido de anular con pulgar, o lo que dura el suspiro del amor y cantemos en íntimo decoro mi propio himno oaxaqueño. Señoras y señores; damas y caballeros; perritas y perritos:

“Si te hablan de mí muchachita, si te hablan de mí en tu presencia, diles que yo soy tu negro santo: yo soy un feo, un feo que sabe amar, con todo su corazón y te quiere de verdad”…

Un feo que está en la tierra de sus moles, en la tierra de su mezcal y su téjate; un feo por cuyas venas corre el mole negro y que tiene enterrado aquí su ombligo, el que siembran las madres cuando paren a uno, para que después de andar de pata de perro –dicen ellas- ‘regreses a recogerlo y te encuentres contigo y con lo que eres’. Eso es.

jhsantiago@prodigy.net.mx




“Niña cuando yo muera, no llores sobre mi tumba,

canta sones alegres, mamá, cántame la sandunga…:

No me llores no, no me llores no,

porque si lloras yo peno,

en cambio si tú me cantas yo siempre vivo… yo nunca muero…”


[Andrés Henestrosa]


Es un asunto de mirar al alrededor y confirmar lo que dijera el fraile Navarrete cuando conoció Oaxaca en el siglo XVII. “Aquí hay una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”.

Y lo repito siempre, sobre todo cuando se siente la nostalgia de la tierra y se llega de nueva cuenta aquí, para redescubrir lo que se sabe desde la infancia, pero que se desconocía por ser un hecho, por ser cotidiano y porque ahí está, siempre, el cielo guardián.

Hoy más viajeros que nunca llegan de todos lados, rozagantes y felices, porque vienen a mirarnos, vienen a estar con nosotros y a reconocerse en esta oriundez que es la de todos, viajeros en el mismo planeta y en el mismo tiempo: ‘Viajero, detente, que has llegado a la región más transparente del aire’, dijo Alexander von Humboldt de México apenas comenzaba el siglo XIX.

Y nadamás llegar acá se perciben los aromas de la tierra, el repicar de campanas que dicen con algarabía que ya estamos en la tierra de Juárez, en la tierra de Porfirio Díaz –tan denostado y tan desconocido-, en la tierra que dio a los Flores Magón, a José Vasconcelos, a Matías Romero, a Rufino Tamayo, a Francisco Toledo, a Rodolfo Morales, a don Andrés Henestrosa que no quería morir y que, por lo mismo, vivió 101 años…

Y se perciben los colores vivos e intensos en cada una de las puertas, muros, ventanas, postigos y en cada alebrije y en la mirada risueña del niño que se acerca para darnos su Guelaguetza…

Por estos días ocurre la Guelaguetza en Oaxaca. Es una fiesta que era “ El lunes del cerro” y que a principios del siglo XX surgió como lo que hoy es la celebración de lo oaxaqueño en sus particularidades. Dar y recibir. Agradecer y ser agradecido. Mostrarse como se es para conocer a los otros en su esencia. Porque eso es la Guelaguetza, una forma de comunión entre gente común y corriente.

En los pueblos de acá la Guelaguetza tiene que ver con la fiesta de una familia, tiene que ver con el nacimiento de un niño, tiene que ver con la comunión o la boda, y también tiene que ver con la muerte, cuando alguien decide irse: se está ahí para ofrecer lo que se tiene y ayudar a la celebración o estar mano a mano en el pesar:...

Ya un pollo para la comida, ya un guajolote, ya un poco de sal o azúcar, ya un pan que comer, ya unos huevos de gallina criolla, un poco de mole, o tortillas: pero si no se tiene nada para ofrecer como Guelaguetza, se tienen las manos para el trabajo, para hacer el mandado y para contribuir a que la celebración o la conmemoración resulten felices… Eso es la Guelaguetza: la solidaridad, la ofrenda, la necesidad de ayuda y la entrega de lo de uno, para todos.

Pero ya está aquí de nueva cuenta, como cada año, en los dos últimos lunes de julio: el primero y la octava, que se dicen. Y llegan oaxaqueños de todas las regiones a la capital del estado, con sus mejores trajes, con sus mejores ofrendas y con sus mejores bailes para compartir.

Mientras esto ocurre, Oaxaca está ahí, en su historia y con sus problemas históricos. Porque Oaxaca no sólo es la Guelaguetza. También son los más de cuatro millones de habitantes que cada día salen con el alba para trabajar, vivir, comer, soñar y encontrarse en un estado con 570 municipios, algunos de ellos los más pobres del país…

Uno de ellos, el más pobre del país, es Santos Reyes Yucuná y está ubicado en la región mixteca, a 251 kilómetros de la capital del estado de Oaxaca y en donde no se sabía que habría comicios para elegir al nuevo presidente y a sus representantes en el Congreso de la Unión y en el Congreso local, tan olvidados ellos, por todos… La pobreza de Oaxaca se resume ahí. El quebranto y el abandono. Ellos no vinieron a la Guelaguetza, no hay forma…

No tienen a su disposición vehículos, transporte aéreo, lugar especial en el auditorio de la Guelaguetza en el cerro del Fortín. Ellos no, aunque sí son parte de millones de oaxaqueños que hoy viven un grave estado de violencia criminal y con una crisis económica que hace un desastre.

Esto es, que de enero a diciembre del 2017 la entidad pasó del 0.3 por ciento de crecimiento económico anual a una caída de 2.9 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB), por lo que presenta una tasa negativa de las principales variables económicas de Oaxaca, de acuerdo con cifras de “ México ¿Cómo vamos?”

Además subraya que en estas condiciones Oaxaca tiene un acumulado de empleos por generar al primer trimestre del 2018 de 9 mil 650 puestos de trabajo, aunque en este periodo únicamente creó 1 mil 874, lo que representa menos del 75 por ciento de la meta. Además la deuda pública aumentó de 4.0 por ciento a 4.1 por ciento, por lo que es necesario –recomiendan- reducir deuda.

Pero quizá lo que más llama la atención es la creciente inseguridad pública. Ya en el Istmo de Tehuantepec como en la Cuenca o en la Costa o en la Mixteca… La inseguridad es rampante.

De acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante el primer trimestre del 2018, en Oaxaca se registraron 291 víctimas de homicidios dolosos, lo que representa un incremento del 28.1 por ciento, respecto del mismo periodo del 2017, cuando se contabilizaron 209 asesinatos. En promedio se registró un asesinato cada 7 horas y 20 minutos.

La tarde del lunes 16 de julio, en la sierra sur de Oaxaca, se enfrentaron dos comunidades por la propiedad de un terreno de 3 mil 600 hectáreas que se disputaban hace más de cincuenta años. Trece muertos, dos heridos, varios desaparecidos, fue el saldo de la emboscada. Se dice que pobladores de San Lucas Ixcotepec atacaron con armas de fuego a un grupo de habitantes de Santa María Ecatepec, luego de un altercado, cuando los últimos limpiaban un predio.

Al conocer la tragedia, el gobernador Alejandro Murat Hinojosa dijo que lo lamentaba, pero que es “un hecho aislado”. Como aislados son, también, los enfrentamientos entre comunidades de la entidad que contiene a rancherías y pueblos aislados, en la intrincada orografía del estado. Tan lejos de Dios y tan cerca de sí mismos, parafraseando a Porfirio Díaz.

Como aislados son los múltiples problemas de desigualdad, de falta de educación por temor a una Sección 22 de la CNTE que ya tomó por su cuenta las calles de Oaxaca y que día sí y día no bloquean y que, para sorpresa, por estos días de fiesta están lejos de la controversia: y aquí todos se preguntan: “¿Cuánto nos está costando esta calma momentánea?”…

En tanto que alrededor de 965 mil 495 estudiantes de 13 mil escuelas de la entidad viven sin clases permanentes y con un registro de calidad educativa deficitario. Ese es el resultado de la debilidad de gobierno federal y estatal para solucionar el problema educativo de la entidad.

De los sistemas de salud ni se diga. En tanto, el gobierno estatal se conforma con que los oaxaqueños y, sobre todo oaxaqueñas, vivan de la economía informal, en la que no tienen seguridad pública ni beneficios formales para su integración al esperado desarrollo estatal.

Y más. Mucho más es Oaxaca, una entidad cuyos habitantes no se entienden con un gobernador venido de lejos y quien no se entiende con los oaxaqueños al grado que trajo de fuera a parte de su gabinete –arrogante como es--, mientras que parte del mismo fue integrado por viejos funcionarios de la época del gobernador José Murat Casab, padre del actual Ejecutivo.

Y así las cosas. La tragedia de Oaxaca es lo cotidiano. La desigualdad, la pobreza, la injusticia legal, la impunidad, la corrupción y más, muchos más problemas. Más de los que uno supone. Es el día a día. ‘Más tú nunca me dijiste que julio fuese eterno’…

“¡Ya llegaron los de Ejutla!”… como también llegaron los del Istmo, que se juntan con los de los Valles Centrales y desde la Cuenca del Papaloapan o desde la Costa Oaxaqueña o la zona Mixteca… Todos juntos uno sólo.

Y están las multitudes que vienen de lejos, en un escenario que mira hacia la ciudad de Oaxaca, al mismo tiempo que se exalta con la expresión cultural y que convive en calles, callejones, plazas y jardines con todos y son todos…

Y día a día las Calendas que recorren las calles para convidar la fiesta colorida mientras la multitud aplaude y se une al canto único y respetuoso de todo oaxaqueño, el Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, que es al mismo tiempo cuna como mortaja para los oaxaqueños y quienes al escucharla nos ponemos de pie y la mano en el corazón en señal de que esto somos, aquí estamos, aquí queremos estar, porque somos nosotros oaxaqueños de antes y después, los de la trascendencia y los de la historia… A pesar de todo…

Pero dejemos los pesares por un instante, lo que dura un abrir y cerrar de ojos, lo que dura el tronido de anular con pulgar, o lo que dura el suspiro del amor y cantemos en íntimo decoro mi propio himno oaxaqueño. Señoras y señores; damas y caballeros; perritas y perritos:

“Si te hablan de mí muchachita, si te hablan de mí en tu presencia, diles que yo soy tu negro santo: yo soy un feo, un feo que sabe amar, con todo su corazón y te quiere de verdad”…

Un feo que está en la tierra de sus moles, en la tierra de su mezcal y su téjate; un feo por cuyas venas corre el mole negro y que tiene enterrado aquí su ombligo, el que siembran las madres cuando paren a uno, para que después de andar de pata de perro –dicen ellas- ‘regreses a recogerlo y te encuentres contigo y con lo que eres’. Eso es.

jhsantiago@prodigy.net.mx



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