/ viernes 1 de junio de 2018

Hallan "tesoro" teotihuacano en el Bosque de Chapultepec

Un área de casi una hectárea alojaba entierros, material cerámico y vestigios de antiguas estructuras habitacionales, ahora registradas y protegidas por el INAH

Vestigios de un caserío de más de mil 500 años de antigüedad, cuyos elementos guardan semejanza con el estilo clásico teotihuacano, resurgieron en paralelo al trabajo que arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) llevan a cabo en casi una hectárea perteneciente a la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.

Inscritos dentro del Proyecto Bosque, Cerro y Castillo de Chapultepec, y coordinados por la arqueóloga Lourdes López Camacho, las labores de salvamento iniciaron a mediados de enero con el fin de supervisar áreas en las que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) introduciría nuevos sistemas de riego automatizado, y garantizar la debida investigación y protección de los objetos culturales que pudiesen encontrarse.

De acuerdo con la también investigadora del Museo Nacional de Historia (MNH) Castillo de Chapultepec, los múltiples recorridos en superficie realizados en las tres secciones del bosque desde 2009, cuando inició el proyecto, han permitido el registro de diversas zonas con alto potencial arqueológico en el parque urbano.

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Así, y en conjunto con la declaratoria que instaurada en 2012 y ampliada en 2016, que establece a las dos primeras secciones y partes de la tercera como Zona Arqueológica de Chapultepec, fue posible emprender exploraciones en coordinación con la Conagua y localizar vestigios de una serie de viviendas prehispánicas de estilo teotihuacano, cuya temporalidad corresponde a las fases Tlamimilolpa (225 a 350 d.C.) y Xolalpan (350 a 550 d.C.) de dicha cultura prehispánica.

Si bien los trabajos en la Segunda Sección del bosque se realizan en tres frentes, dos de éstos concentran la mayor cantidad de hallazgos. Se trata de un par de unidades donde los arqueólogos ubicaron cuadros y rectángulos unidos por muros colindantes, que habrían sido los cimientos de antiguas habitaciones.

Las dos fases de ocupación se infieren por aspectos como un doble muro localizado bajo uno de los rectángulos al noroeste del asentamiento y diversas sobreposiciones de muros, así como por materiales de cerámica, obsidiana, pizarra, mica, piedra y 11 entierros humanos (nueve de adultos y dos de neonatos) descubiertos por los arqueólogos Ivonne Cruz Sosa, Blanca Copto Gutiérrez, Valeria Aguirre Aldana, Oswaldo Murillo Soto y Natalia Vázquez Cerón, a quienes asisten 16 ayudantes.

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Una cantidad menor de materiales, principalmente figurillas y restos de cerámica, se ha fechado para el periodo Preclásico (1500 a.C. a 300 d.C.). Para Lourdes López la escasez de este tipo de objetos podría deberse a que cuando los pobladores del Clásico (300 a 950 d.C.) llegaron al sitio, retiraron la mayor parte de los objetos anteriores a ellos y ajenos a su cultura.

La arqueóloga detalló que si bien se define al lugar como un caserío y se sabe que las dos unidades de excavación están conectadas, no se tienen aún elementos para clasificarle como un barrio. El proyecto de salvamento también tiene el objetivo de registrar características y delimitar al conjunto, en tanto que su exploración a fondo requerirá de un proyecto arqueológico independiente.

Sobre los restos óseos, Ivonne Cruz precisó que nueve de ellos corresponden a adultos y en su mayoría se han localizado en posición de decúbito lateral (de lado) en las esquinas de los cuartos. Algunos casos, como el de un adulto (de entre 25 a 50 años al momento de morir), registran rasgos como el modelado cefálico bilobular.

La mayor ofrenda hasta ahora registrada por el proyecto se localizó también en la esquina de una antigua habitación (al noreste del sitio). Su exploración estuvo a cargo de Natalia Vázquez, quien halló más de 17 objetos, junto con fragmentos de obsidiana, un pequeño hueso trabajado en forma circular, restos de láminas de pizarra y mica, que confluían alrededor de los restos de un individuo en posición sedente.

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Al norte de este entierro y bajo de un molcajete se extrajeron otra piezas óseas, por lo que se teoriza que el personaje de la ofrenda principal fue inhumado con un acompañante. Ambas osamentas serán sometidas a exámenes de antropología física para determinar sexo, edad y otras características que no pudieron conocerse en campo dado los faltantes y su fragilidad causada por la matriz de tierra.

Otros restos humanos hallados corresponden a neonatos, ubicados al interior de un par de vasijas fragmentadas, y el de un adulto masculino que se localizó incompleto y sin asociación a una estructura arquitectónica; este último también sobresale por contar con láminas de pizarra, hachas de riolita (o hachas verdes) y otros materiales del periodo Preclásico, y que tienen símiles con piezas de la tradición Guerrero.

Al grupo de materiales óseos le fue aplicado un tratamiento especial con un químico reversible que les otorga mayor estabilidad de cara a posteriores análisis, y junto con la piezas completas y más de 40 costales de fragmentos prehispánicos, son resguardados en el laboratorio del proyecto en el Castillo de Chapultepec, donde especialistas trabajan en su limpieza, estabilización y clasificación en cédulas, así como su incorporación a muestrarios.

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Los arqueólogos resaltaron que pese a la antigüedad de los objetos y al hecho de que algunos se localizaban a menos de 30 centímetros de la superficie, en su mayoría tienen buenas condiciones de conservación. Esto se debe en parte a que la zona no registra grandes cambios a lo largo del tiempo.

“En el caso de los entierros, un problema que encontramos fue que la matriz de tierra de esta sección del bosque y algunos árboles aprovecharon los minerales de los huesos como nutrientes, factor que provocó su deterioro”, dijo Lourdes López.

Indicó que dentro de las pocas intervenciones en el terreno se encuentra la colocación de una mojonera porfiriana que se halló recostada cerca de uno de las osamentas, así como la instalación de andadores y de un sistema de riego en la segunda mitad del siglo XX, cuando el bosque no contaba con una poligonal de zona arqueológica.

Cabe destacar que una vez que concluyan los trabajos de salvamento, el área volverá a ser cubierta de cara a futuros proyectos de investigación y en pro de su conservación. Del mismo modo, se ha establecido junto con la Conagua y la autoridad del Bosque de Chapultepec que el espacio ocupado por este caserío no podrá ser excavado o intervenido por obra alguna.

Vestigios de un caserío de más de mil 500 años de antigüedad, cuyos elementos guardan semejanza con el estilo clásico teotihuacano, resurgieron en paralelo al trabajo que arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) llevan a cabo en casi una hectárea perteneciente a la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.

Inscritos dentro del Proyecto Bosque, Cerro y Castillo de Chapultepec, y coordinados por la arqueóloga Lourdes López Camacho, las labores de salvamento iniciaron a mediados de enero con el fin de supervisar áreas en las que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) introduciría nuevos sistemas de riego automatizado, y garantizar la debida investigación y protección de los objetos culturales que pudiesen encontrarse.

De acuerdo con la también investigadora del Museo Nacional de Historia (MNH) Castillo de Chapultepec, los múltiples recorridos en superficie realizados en las tres secciones del bosque desde 2009, cuando inició el proyecto, han permitido el registro de diversas zonas con alto potencial arqueológico en el parque urbano.

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Así, y en conjunto con la declaratoria que instaurada en 2012 y ampliada en 2016, que establece a las dos primeras secciones y partes de la tercera como Zona Arqueológica de Chapultepec, fue posible emprender exploraciones en coordinación con la Conagua y localizar vestigios de una serie de viviendas prehispánicas de estilo teotihuacano, cuya temporalidad corresponde a las fases Tlamimilolpa (225 a 350 d.C.) y Xolalpan (350 a 550 d.C.) de dicha cultura prehispánica.

Si bien los trabajos en la Segunda Sección del bosque se realizan en tres frentes, dos de éstos concentran la mayor cantidad de hallazgos. Se trata de un par de unidades donde los arqueólogos ubicaron cuadros y rectángulos unidos por muros colindantes, que habrían sido los cimientos de antiguas habitaciones.

Las dos fases de ocupación se infieren por aspectos como un doble muro localizado bajo uno de los rectángulos al noroeste del asentamiento y diversas sobreposiciones de muros, así como por materiales de cerámica, obsidiana, pizarra, mica, piedra y 11 entierros humanos (nueve de adultos y dos de neonatos) descubiertos por los arqueólogos Ivonne Cruz Sosa, Blanca Copto Gutiérrez, Valeria Aguirre Aldana, Oswaldo Murillo Soto y Natalia Vázquez Cerón, a quienes asisten 16 ayudantes.

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Una cantidad menor de materiales, principalmente figurillas y restos de cerámica, se ha fechado para el periodo Preclásico (1500 a.C. a 300 d.C.). Para Lourdes López la escasez de este tipo de objetos podría deberse a que cuando los pobladores del Clásico (300 a 950 d.C.) llegaron al sitio, retiraron la mayor parte de los objetos anteriores a ellos y ajenos a su cultura.

La arqueóloga detalló que si bien se define al lugar como un caserío y se sabe que las dos unidades de excavación están conectadas, no se tienen aún elementos para clasificarle como un barrio. El proyecto de salvamento también tiene el objetivo de registrar características y delimitar al conjunto, en tanto que su exploración a fondo requerirá de un proyecto arqueológico independiente.

Sobre los restos óseos, Ivonne Cruz precisó que nueve de ellos corresponden a adultos y en su mayoría se han localizado en posición de decúbito lateral (de lado) en las esquinas de los cuartos. Algunos casos, como el de un adulto (de entre 25 a 50 años al momento de morir), registran rasgos como el modelado cefálico bilobular.

La mayor ofrenda hasta ahora registrada por el proyecto se localizó también en la esquina de una antigua habitación (al noreste del sitio). Su exploración estuvo a cargo de Natalia Vázquez, quien halló más de 17 objetos, junto con fragmentos de obsidiana, un pequeño hueso trabajado en forma circular, restos de láminas de pizarra y mica, que confluían alrededor de los restos de un individuo en posición sedente.

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Al norte de este entierro y bajo de un molcajete se extrajeron otra piezas óseas, por lo que se teoriza que el personaje de la ofrenda principal fue inhumado con un acompañante. Ambas osamentas serán sometidas a exámenes de antropología física para determinar sexo, edad y otras características que no pudieron conocerse en campo dado los faltantes y su fragilidad causada por la matriz de tierra.

Otros restos humanos hallados corresponden a neonatos, ubicados al interior de un par de vasijas fragmentadas, y el de un adulto masculino que se localizó incompleto y sin asociación a una estructura arquitectónica; este último también sobresale por contar con láminas de pizarra, hachas de riolita (o hachas verdes) y otros materiales del periodo Preclásico, y que tienen símiles con piezas de la tradición Guerrero.

Al grupo de materiales óseos le fue aplicado un tratamiento especial con un químico reversible que les otorga mayor estabilidad de cara a posteriores análisis, y junto con la piezas completas y más de 40 costales de fragmentos prehispánicos, son resguardados en el laboratorio del proyecto en el Castillo de Chapultepec, donde especialistas trabajan en su limpieza, estabilización y clasificación en cédulas, así como su incorporación a muestrarios.

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Los arqueólogos resaltaron que pese a la antigüedad de los objetos y al hecho de que algunos se localizaban a menos de 30 centímetros de la superficie, en su mayoría tienen buenas condiciones de conservación. Esto se debe en parte a que la zona no registra grandes cambios a lo largo del tiempo.

“En el caso de los entierros, un problema que encontramos fue que la matriz de tierra de esta sección del bosque y algunos árboles aprovecharon los minerales de los huesos como nutrientes, factor que provocó su deterioro”, dijo Lourdes López.

Indicó que dentro de las pocas intervenciones en el terreno se encuentra la colocación de una mojonera porfiriana que se halló recostada cerca de uno de las osamentas, así como la instalación de andadores y de un sistema de riego en la segunda mitad del siglo XX, cuando el bosque no contaba con una poligonal de zona arqueológica.

Cabe destacar que una vez que concluyan los trabajos de salvamento, el área volverá a ser cubierta de cara a futuros proyectos de investigación y en pro de su conservación. Del mismo modo, se ha establecido junto con la Conagua y la autoridad del Bosque de Chapultepec que el espacio ocupado por este caserío no podrá ser excavado o intervenido por obra alguna.

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