LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD
Efraín Benítez Herrera
Es un hecho que estamos viviendo momentos atípicos, pero también graves, únicos e históricos. Estamos enfrentándonos, no solo el Sector Salud, sino toda la sociedad, a la peor epidemia de la que se haya tenido noticia hasta el momento.
No se puede comparar esta emergencia sanitaria, con la peste negra, que durante el siglo XIV y durante el periodo comprendido entre 1343 y 1357, aniquiló a casi un tercio de la población de Eurasia.
Tampoco hay coincidencia con la pandemia de la fiebre española, que mató a cerca de 20 millones de personas y que circundó el mundo en dos años. Y tampoco podemos tomar como referencia la pandemia de influenza H1N1 del 2009.
¿Y por qué digo que estamos ante la peor epidemia de la historia?
No hay punto de comparación entre los conocimientos que sobre las enfermedades transmisibles poseemos hoy día y el quehacer médico, cuasi mágico, de la edad media, en donde se pensaba en miasmas y entes malignos como agentes causales.
O, lo que se ha avanzado en lo que va de los últimos 50 años, en todos los campos de la ciencia y tecnología, contra lo que se sabía en 1918; la bacteriología estaba en ciernes, la penicilina fue descubierta 10 años después de la gran epidemia y el primer virus pudo ser observado hasta 1938, cuando se desarrolló el microscopio electrónico.
Hace 11 años, cuando la influenza H1N1 apareció en el mundo, esta fue controlada en poco menos de 6 meses y tiempo después se desarrolló una vacuna y en un lapso relativamente corto, se contó con el tratamiento antiviral específico.
Hemos puesto hombres en la luna, contamos con tecnologías y carreteras veloces de la información, sin embargo, este ente microscópico tiene al mundo de rodillas. Recientemente desciframos el genoma humano y pronto podremos modificar el ADN de los pacientes y hablar de Medicina Genómica.
Pero a un año del inicio de la epidemia, no tenemos visos de conocer a ciencia cierta el comportamiento de este virus comportándose de forma errática y a diferencia de otros virus “respiratorios”, este, desencadena no solo problemas pulmonares, sino una devastadora alteración sistémica. Aún no contamos con un manejo específico y aún se está lejos de tener la vacuna. Estamos pues, ante la epidemia de una nueva enfermedad.
En el 2015, los autores del libro, “La influenza mexicana y la pandemia que viene”, como si hubieran consultado al oráculo de Delfos, anotaron providencialmente en el primer párrafo del prólogo, palabras que cito a la letra: nadie sabe cuándo va a dispararse una pandemia de influenza, pero se sabe que tal cosa ocurrirá tarde o temprano.
Los efectos, se sabe también, podrían ser devastadores. Podrían cambiar el mundo tal como lo conocemos. Y tenían razón, este año y muy probablemente los siguientes de nuestras vidas, ya no serán igual.