/ miércoles 27 de mayo de 2020

Un huésped algo problemático

MI PASIÓN POR LA CIENCIA


Adriana Castillo Hernández


La deforestación, un día, le quitó el hogar a montones de mosquitos cuyas vidas dependían de los bosques. Poco tiempo después, varias especies de estos animalitos cedieron ante las adversidades y dejaron que los mejor adaptados se volvieran dominantes. Los sobrevivientes eran muy peculiares, pues todos eran mejores en una cosa, en comparación con los ahora extintos: transmitir enfermedades a las personas.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señaló en el 2016 que el 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal, y están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas. Los patógenos que causan el 60% de las enfermedades humanas han vivido y se han reproducido en uno o más organismos distintos antes de llegar a nosotros. (Chivian & Bernstein, 2010).

Los virus y las bacterias llegan a nuestro cuerpo de muchas maneras diferentes, ya sea gracias a hospitalarios anfitriones cuyos cuerpos permiten que los patógenos se reproduzcan en ellos o por medio de fluidos corporales de otros animales, además, pueden transmitirse por la acción de portadores como los mosquitos o las garrapatas, que los introducen a nuestro cuerpo. Sin embargo, hay seres vivos que son mejores que otros para albergar y transmitir enfermedades, ya que no todos poseen las características necesarias para permitir que el agente infeccioso se pase hacia otras especies.

La prevalencia de esta cadena de portadores, hospederos e infectados depende en su mayoría de la estabilidad del ecosistema donde viven; entre mayor biodiversidad haya, el impacto de las enfermedades transmisibles entre especies será menor y viceversa. Según Dolores Barrientos, representante en México del PNUMA, la salud de un ecosistema juega un papel importante en la propagación de enfermedades de origen animal. Lamentablemente, la población humana ha contribuido al deterioro de los espacios naturales de los que es huésped.

De acuerdo con Frédéric Vacheron, representante en México de la UNESCO, el mundo de los seres vivos está desapareciendo, y esto facilita la proliferación de enfermedades. Es necesario comprender la ciencia de las perturbaciones causadas por el ser humano hacia el ambiente para evitar futuras crisis como la que hoy tiene lugar en todo el mundo.

Cada especie cumple con una función casi exclusiva que mantiene el orden y el equilibrio del ecosistema donde vive. Si uno de ellos desaparece, no habrá nadie que pueda tomar su lugar y hacer su trabajo. Además, si este albergaba algún patógeno, lo pasará a la especie más dominante al no tener ya a su hospedero original, mutando para dañar, en este caso, a los humanos. Así, una manera muy simple de evitar que surjan nuevas enfermedades que puedan afectarnos, es mostrar empatía hacia los seres vivos con quienes compartimos nuestro hogar. Reducir y usar sabiamente los recursos que el planeta nos proporciona es suficiente para evitar romper el delicado equilibrio de nuestro ecosistema. Seamos buenos huéspedes, nuestra salud depende de ello.

Chivian, E., & Bernstein, A. (2010). How Our Health Depends on Biodiversity. Boston: Center for Health and the Global Environment. Harvard Medical School.

MI PASIÓN POR LA CIENCIA


Adriana Castillo Hernández


La deforestación, un día, le quitó el hogar a montones de mosquitos cuyas vidas dependían de los bosques. Poco tiempo después, varias especies de estos animalitos cedieron ante las adversidades y dejaron que los mejor adaptados se volvieran dominantes. Los sobrevivientes eran muy peculiares, pues todos eran mejores en una cosa, en comparación con los ahora extintos: transmitir enfermedades a las personas.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señaló en el 2016 que el 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal, y están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas. Los patógenos que causan el 60% de las enfermedades humanas han vivido y se han reproducido en uno o más organismos distintos antes de llegar a nosotros. (Chivian & Bernstein, 2010).

Los virus y las bacterias llegan a nuestro cuerpo de muchas maneras diferentes, ya sea gracias a hospitalarios anfitriones cuyos cuerpos permiten que los patógenos se reproduzcan en ellos o por medio de fluidos corporales de otros animales, además, pueden transmitirse por la acción de portadores como los mosquitos o las garrapatas, que los introducen a nuestro cuerpo. Sin embargo, hay seres vivos que son mejores que otros para albergar y transmitir enfermedades, ya que no todos poseen las características necesarias para permitir que el agente infeccioso se pase hacia otras especies.

La prevalencia de esta cadena de portadores, hospederos e infectados depende en su mayoría de la estabilidad del ecosistema donde viven; entre mayor biodiversidad haya, el impacto de las enfermedades transmisibles entre especies será menor y viceversa. Según Dolores Barrientos, representante en México del PNUMA, la salud de un ecosistema juega un papel importante en la propagación de enfermedades de origen animal. Lamentablemente, la población humana ha contribuido al deterioro de los espacios naturales de los que es huésped.

De acuerdo con Frédéric Vacheron, representante en México de la UNESCO, el mundo de los seres vivos está desapareciendo, y esto facilita la proliferación de enfermedades. Es necesario comprender la ciencia de las perturbaciones causadas por el ser humano hacia el ambiente para evitar futuras crisis como la que hoy tiene lugar en todo el mundo.

Cada especie cumple con una función casi exclusiva que mantiene el orden y el equilibrio del ecosistema donde vive. Si uno de ellos desaparece, no habrá nadie que pueda tomar su lugar y hacer su trabajo. Además, si este albergaba algún patógeno, lo pasará a la especie más dominante al no tener ya a su hospedero original, mutando para dañar, en este caso, a los humanos. Así, una manera muy simple de evitar que surjan nuevas enfermedades que puedan afectarnos, es mostrar empatía hacia los seres vivos con quienes compartimos nuestro hogar. Reducir y usar sabiamente los recursos que el planeta nos proporciona es suficiente para evitar romper el delicado equilibrio de nuestro ecosistema. Seamos buenos huéspedes, nuestra salud depende de ello.

Chivian, E., & Bernstein, A. (2010). How Our Health Depends on Biodiversity. Boston: Center for Health and the Global Environment. Harvard Medical School.

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