/ miércoles 14 de julio de 2021

Transparencia para avanzar, no para distraer

El día de ayer tuve el honor de participar en el Foro organizado por el Senado de la República y el INAI denominado “El derecho de acceso a la información en el México actual” con énfasis, en mi caso, del tema “La transparencia y el empoderamiento del acceso a la información en el México azotado por la pandemia”, ejercicio fundamental para analizar los alcances del derecho a la información en todas su vertientes en una situación atípica que reflejó algunas áreas de oportunidad en la rendición de cuentas.

El derecho a la información, nos debe quedar bien claro, forma parte de la democracia moderna en la que el pueblo exige que los gobernantes no sólo hagan bien su trabajo, sino que tengan procesos claros que permitan ser auditados o conocidos en sus más mínimos detalles para alcanzar la probidad y el buen desempeño al que estamos obligadas y obligados las y los servidores públicos.

Lejos de creer que tenemos 21 años de avances en la materia que, por cierto, en México llegó demasiado tarde en comparación con otras latitudes, hoy vemos que existen pendientes más allá de la regulación, claramente estancados en la operación en el entendido que falta mucho por transparentar y, sobretodo, hacer que los ejercicios de rendición de cuentas sean eso y no simples espectáculos mediáticos que pretenden desviar la información.

En el marco de la pandemia, en el momento en que las y los mexicanos requerían de toda la atención y protección de su gobierno, no sólo fueron ignorados, sino que, además la transparencia se diluyó en procesos ocultos de compra de medicamentos, insumos y vacunas; las medidas económicas fueron ineficientes y además no comunicadas generando inestabilidad financiera dentro y fuera del país.

Pero lo más grave, emanado de las autoridades encargadas de la salud, fue el ocultamiento de las cifras reales de contagiados y fallecidos donde, además, la perspectiva de la catástrofe fue minimizada al grado que los números finales alcanzaron más de 200 por ciento de las cifras alegres que se atrevieron a lanzar.

Justo en el momento en que se requería que al frente hubiera una persona lo suficientemente seria para emitir recomendaciones, tomar medidas y transparentar las compras gubernamentales, se colocó a un funcionario que contradijo cada una de sus aseveraciones y demostró con acciones lo opaco de su actuar.

Dadas esas circunstancias, lejos de pensar en desaparecer órganos autónomos en la materia, un gobierno democrático pugnaría por fortalecerlos incluyendo mayor participación ciudadana que fungiera como termostato en todos y cada uno de los procesos gubernamentales sin importar el nivel o el poder del que se trate.

Desde el Congreso ofrecemos un diálogo abierto no sólo con todas las fuerzas políticas, sino con todos los sectores sociales para tener leyes mejoradas y procesos que satisfagan las necesidades ciudadanas de cara a insinuaciones antidemocráticas.

El día de ayer tuve el honor de participar en el Foro organizado por el Senado de la República y el INAI denominado “El derecho de acceso a la información en el México actual” con énfasis, en mi caso, del tema “La transparencia y el empoderamiento del acceso a la información en el México azotado por la pandemia”, ejercicio fundamental para analizar los alcances del derecho a la información en todas su vertientes en una situación atípica que reflejó algunas áreas de oportunidad en la rendición de cuentas.

El derecho a la información, nos debe quedar bien claro, forma parte de la democracia moderna en la que el pueblo exige que los gobernantes no sólo hagan bien su trabajo, sino que tengan procesos claros que permitan ser auditados o conocidos en sus más mínimos detalles para alcanzar la probidad y el buen desempeño al que estamos obligadas y obligados las y los servidores públicos.

Lejos de creer que tenemos 21 años de avances en la materia que, por cierto, en México llegó demasiado tarde en comparación con otras latitudes, hoy vemos que existen pendientes más allá de la regulación, claramente estancados en la operación en el entendido que falta mucho por transparentar y, sobretodo, hacer que los ejercicios de rendición de cuentas sean eso y no simples espectáculos mediáticos que pretenden desviar la información.

En el marco de la pandemia, en el momento en que las y los mexicanos requerían de toda la atención y protección de su gobierno, no sólo fueron ignorados, sino que, además la transparencia se diluyó en procesos ocultos de compra de medicamentos, insumos y vacunas; las medidas económicas fueron ineficientes y además no comunicadas generando inestabilidad financiera dentro y fuera del país.

Pero lo más grave, emanado de las autoridades encargadas de la salud, fue el ocultamiento de las cifras reales de contagiados y fallecidos donde, además, la perspectiva de la catástrofe fue minimizada al grado que los números finales alcanzaron más de 200 por ciento de las cifras alegres que se atrevieron a lanzar.

Justo en el momento en que se requería que al frente hubiera una persona lo suficientemente seria para emitir recomendaciones, tomar medidas y transparentar las compras gubernamentales, se colocó a un funcionario que contradijo cada una de sus aseveraciones y demostró con acciones lo opaco de su actuar.

Dadas esas circunstancias, lejos de pensar en desaparecer órganos autónomos en la materia, un gobierno democrático pugnaría por fortalecerlos incluyendo mayor participación ciudadana que fungiera como termostato en todos y cada uno de los procesos gubernamentales sin importar el nivel o el poder del que se trate.

Desde el Congreso ofrecemos un diálogo abierto no sólo con todas las fuerzas políticas, sino con todos los sectores sociales para tener leyes mejoradas y procesos que satisfagan las necesidades ciudadanas de cara a insinuaciones antidemocráticas.