/ miércoles 8 de diciembre de 2021

Tercera dosis y responsabilidad

Ya cumplimos con dos años de pandemia y en ello se han ido muchos esfuerzos sociales e institucionales. La crisis de salud y económica que ha dejado a su paso nos pone a pensar en la vulnerabilidad de la humanidad ante agentes naturales que hemos manipulado indebidamente y que hoy ya tiene consecuencias catastróficas para un planeta entero.

Hace algunos días, la científica británica, Sarah Gilbert, creadora de la vacuna de AstraZeneca para combatir el coronavirus, durante su discurso en la Conferencia Richard Dimbleby que reúne a especialistas en ciencia, dejó en claro que la humanidad es una minúscula parte frente a un universo lleno de sorpresas y de cuestiones inexploradas, recalcando que la próxima pandemia podría ser peor, es decir, más mortal, más contagiosa, más terrible en todos los aspectos, por lo que resulta incomprensible que se piense en reducir fondos cuando se trate de financiar a la ciencia o atender una pandemia.

De hecho, con la nueva variante, todo su conocimiento se volcó en advertir de la importancia de tomar medidas como el uso obligatorio del cubrebocas o el distanciamiento social y, de hecho, cualquier otra medida que proteja tanto la salud, como la economía que se vuelve cada vez más lenta con el cierre de actividades.

Y es justo la vacuna de AstraZeneca la que en estos días se estará aplicando en su tercera dosis para adultos mayores. Esto luego de los numerosos estudios científicos que se enfocan en la eficacia de la vacuna en tiempos y dosis que concluyó en la necesidad de inocular a las personas en 3 ocasiones a fin de fortalecer el sistema inmunológico y mantener la resistencia al virus de forma aceptable.

Este ejercicio que iniciará con adultos mayores deberá extenderse a la población en general considerando que vamos muy tarde en la vacunación completa. Y vamos tarde porque justamente el fin de año se caracteriza por reuniones, aglomeraciones y contacto físico que en todo el mundo se ha traducido en aumento serio de contagios al grado que países europeos no han tenido más remedio que un nuevo confinamiento.

Confinamiento que se centra en las personas que no han querido vacunarse, de tal manera que no pueden entrar en restaurantes, cines, teatros y cualquier otro lugar público por el riesgo de contagio que presentan para los demás y para sí mismos, ya que si bien la vacuna no evita completamente el contagiarse, sí ha demostrado reducir en un enorme porcentaje el riesgo de enfermarse gravemente en el desarrollo de la enfermedad.

Así, necesitamos un esfuerzo institucional grande y comprometido, reforzando medidas, ordenando acciones que eviten contagios, evitando dar información imprecisa y, sobre todo, avanzar a un ritmo más acelerado en la vacunación considerando que ya existe una alerta mundial respecto de las y los menores de edad, quienes al no haber sido inoculados en la gran mayoría de países, se convierten en un foco de la infección por coronavirus.

La responsabilidad gubernamental debe ir de la mano de la solidaridad social, ya que sólo de esa forma el pueblo de México verá cada vez más lejano el riesgo de perder a un ser querido por tan terrible enfermedad.

Ya cumplimos con dos años de pandemia y en ello se han ido muchos esfuerzos sociales e institucionales. La crisis de salud y económica que ha dejado a su paso nos pone a pensar en la vulnerabilidad de la humanidad ante agentes naturales que hemos manipulado indebidamente y que hoy ya tiene consecuencias catastróficas para un planeta entero.

Hace algunos días, la científica británica, Sarah Gilbert, creadora de la vacuna de AstraZeneca para combatir el coronavirus, durante su discurso en la Conferencia Richard Dimbleby que reúne a especialistas en ciencia, dejó en claro que la humanidad es una minúscula parte frente a un universo lleno de sorpresas y de cuestiones inexploradas, recalcando que la próxima pandemia podría ser peor, es decir, más mortal, más contagiosa, más terrible en todos los aspectos, por lo que resulta incomprensible que se piense en reducir fondos cuando se trate de financiar a la ciencia o atender una pandemia.

De hecho, con la nueva variante, todo su conocimiento se volcó en advertir de la importancia de tomar medidas como el uso obligatorio del cubrebocas o el distanciamiento social y, de hecho, cualquier otra medida que proteja tanto la salud, como la economía que se vuelve cada vez más lenta con el cierre de actividades.

Y es justo la vacuna de AstraZeneca la que en estos días se estará aplicando en su tercera dosis para adultos mayores. Esto luego de los numerosos estudios científicos que se enfocan en la eficacia de la vacuna en tiempos y dosis que concluyó en la necesidad de inocular a las personas en 3 ocasiones a fin de fortalecer el sistema inmunológico y mantener la resistencia al virus de forma aceptable.

Este ejercicio que iniciará con adultos mayores deberá extenderse a la población en general considerando que vamos muy tarde en la vacunación completa. Y vamos tarde porque justamente el fin de año se caracteriza por reuniones, aglomeraciones y contacto físico que en todo el mundo se ha traducido en aumento serio de contagios al grado que países europeos no han tenido más remedio que un nuevo confinamiento.

Confinamiento que se centra en las personas que no han querido vacunarse, de tal manera que no pueden entrar en restaurantes, cines, teatros y cualquier otro lugar público por el riesgo de contagio que presentan para los demás y para sí mismos, ya que si bien la vacuna no evita completamente el contagiarse, sí ha demostrado reducir en un enorme porcentaje el riesgo de enfermarse gravemente en el desarrollo de la enfermedad.

Así, necesitamos un esfuerzo institucional grande y comprometido, reforzando medidas, ordenando acciones que eviten contagios, evitando dar información imprecisa y, sobre todo, avanzar a un ritmo más acelerado en la vacunación considerando que ya existe una alerta mundial respecto de las y los menores de edad, quienes al no haber sido inoculados en la gran mayoría de países, se convierten en un foco de la infección por coronavirus.

La responsabilidad gubernamental debe ir de la mano de la solidaridad social, ya que sólo de esa forma el pueblo de México verá cada vez más lejano el riesgo de perder a un ser querido por tan terrible enfermedad.