LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD
Alejandro Efraín Benítez Herrera
En la entrega anterior abordé las circunstancias que atraviesa la humanidad frente a la peor epidemia de la que se tenga noticia, ni siquiera la peste medieval o la gripe española de 1918, se puede comparar con lo que hoy se vive, el SARS-CoV-2 tiene hoy día a la humanidad de hinojos.
En este nuevo milenio, donde el narcicismo individual y colectivo aflora, en donde todo debe ir hacia el hedonismo y al mundo analgésico, nos hemos negado a entender, que el dolor, la enfermedad e inclusive la muerte, son parte de un todo vitalizante, necesarios para generar movimiento, placer y vida.
De pronto se abrió un hueco, por donde desapareció todo lo virtualmente construido, se desvanecieron de golpe las imágenes construidas, se esfumó el mundo fantástico de la irrealidad, abriéndose en cambio un abismo, pudiéndose ver el hueco donde habita la cosa, se hizo un boquete que es hiancia dolorosa.
En estos momentos de crisis, es difícil escuchar y leer sobre la tragedia. El individuo y su sujeto se encuentran atrapados entre los cascotes de los despojos de la estructura psíquica que se ha desplomado.
Es complicado poder escuchar a través de esos escombros y oír los gritos de la angustia, que provienen de lo más recóndito de la psique y que se filtran a través de las grietas de la conciencia, por lo que se requiere que el uno guarde silencio, para poder escuchar a ese otro atrapado.
Estos momentos de crisis, son los momentos de escuchar al ser, pero también al no ser, aguzar el oído, para atender los clamores del sin sentido, de ese dolor intempestivo, del trauma y de la muerte y de todo aquello que se esconde en las turbulencias del espanto.
En estos momentos de desamparo, de víctimas, enfermos y cadáveres, todos somos deudos, en todos hay pérdidas y huecos que llenar.
La falta se ha hecho evidente, siniestra y ominosa, por lo que es el momento de voltear y buscar al otro; buscarlo y tratar de verlo a los ojos del alma.
Estos días de crisis son los momentos de no dejarnos solos, de tratar de buscar el sentido, en el sin sentido, tratar de buscar los signos de la vida, es el momento de engarzar la emoción a la palabra, de articular el habla, el discurso y el deseo.
Es el momento de encontrar el signo que lleva al sentido y a la vida.