/ miércoles 31 de marzo de 2021

Se van nuestras tradiciones, se van nuestras vidas

Uno de los momentos más importantes para mí y para mi familia cada año es precisamente la Semana Santa. Cada Viernes Santo, en compañía de mis hijos acudo al Municipio de Francisco I Madero donde está la Parroquia de San Agustín, en donde a través de una procesión y una misa se celebra no sólo la fecha religiosa, sino que se ha convertido en una tradición cultural magnífica que nos permite reflexionar y acercarnos entre paisanos, entre vecinos, entre mexicanos.

No cabe duda que es una de las tradiciones más importantes del pueblo mexicano que, por segundo año consecutivo no va a ser posible celebrar como en otros años. Parte de lo que ha arrebatado la pandemia a una sociedad como la nuestra, tan festiva, tan tradicional, con tanta herencia cultural, es conmemorar fechas importantes, las cuales normalmente se expresan a través de la cohesión social y el cariño comunitario.

Hoy, mas que nunca, debemos comprender que la distancia no nos debilita ni poco, que la responsabilidad social debe ser mayor que la ineficiencia gubernamental y, así como lo hemos hecho en otras catástrofes que han golpeado a nuestro país, es fundamental la unión para evitar concentraciones humanas, para atender a las recomendaciones de uso de cubrebocas, sana distancia y lavado de manos, para enfrentar lo que parece una inminente tercera ola de COVID que, como ya hemos visto, en nuestro país el escenario es peor que en otras latitudes.

Desde luego que ver, por un lado, la cancelación de la cercanía humana y por otro, la lentitud en el proceso de vacunación en el que no hay capacidad para vacunar siquiera a personal médico y personas adultas mayores aún, me ha obligado a alzar la voz por millones de mexicanas y mexicanos que requieren volver a su vida diaria no sólo por cuestiones económicas, sino por cuestiones humanitarias y de estabilidad emocional.

En el Senado de la República he urgido al Gobierno Federal considerar a verdaderos sectores de riesgo por su importancia económica, de salud o de tareas que requiere cualquier Estado para mantenerse en pie. En un ánimo de coadyuvar y no sólo criticar he solicitado un calendario fijo, específico, bien hecho, para dar certeza a la población mexicana y apoyar en todo lo que sea necesario desde nuestra posición como legisladores.

Hoy tenemos promesas y promesas de vacunas, sin embargo, la disponibilidad material de ellas es tan marginal que no nos alcanzaría para vacunar ni al 5 por ciento de la población. El rezago es evidente y el descontrol en las cifras es preocupante cuando brincamos de 200 mil a 300 mil muertos de un día para otro por la falta de consolidación de información.

Sí, se trata de tradiciones, se trata de afecto humano, se trata de preocupación de las familias, pero por encima de todo ello se trata de cientos de miles de vidas que se han ido perdiendo sin que la respuesta institucional sea responsable, ordenada y esperanzadora. En este instante debemos recapitular lo que se ha hecho mal y, más allá e posturas ideológicas, apoyarnos unos a otros para entregar los resultados que el pueblo mexicano requiere.

Uno de los momentos más importantes para mí y para mi familia cada año es precisamente la Semana Santa. Cada Viernes Santo, en compañía de mis hijos acudo al Municipio de Francisco I Madero donde está la Parroquia de San Agustín, en donde a través de una procesión y una misa se celebra no sólo la fecha religiosa, sino que se ha convertido en una tradición cultural magnífica que nos permite reflexionar y acercarnos entre paisanos, entre vecinos, entre mexicanos.

No cabe duda que es una de las tradiciones más importantes del pueblo mexicano que, por segundo año consecutivo no va a ser posible celebrar como en otros años. Parte de lo que ha arrebatado la pandemia a una sociedad como la nuestra, tan festiva, tan tradicional, con tanta herencia cultural, es conmemorar fechas importantes, las cuales normalmente se expresan a través de la cohesión social y el cariño comunitario.

Hoy, mas que nunca, debemos comprender que la distancia no nos debilita ni poco, que la responsabilidad social debe ser mayor que la ineficiencia gubernamental y, así como lo hemos hecho en otras catástrofes que han golpeado a nuestro país, es fundamental la unión para evitar concentraciones humanas, para atender a las recomendaciones de uso de cubrebocas, sana distancia y lavado de manos, para enfrentar lo que parece una inminente tercera ola de COVID que, como ya hemos visto, en nuestro país el escenario es peor que en otras latitudes.

Desde luego que ver, por un lado, la cancelación de la cercanía humana y por otro, la lentitud en el proceso de vacunación en el que no hay capacidad para vacunar siquiera a personal médico y personas adultas mayores aún, me ha obligado a alzar la voz por millones de mexicanas y mexicanos que requieren volver a su vida diaria no sólo por cuestiones económicas, sino por cuestiones humanitarias y de estabilidad emocional.

En el Senado de la República he urgido al Gobierno Federal considerar a verdaderos sectores de riesgo por su importancia económica, de salud o de tareas que requiere cualquier Estado para mantenerse en pie. En un ánimo de coadyuvar y no sólo criticar he solicitado un calendario fijo, específico, bien hecho, para dar certeza a la población mexicana y apoyar en todo lo que sea necesario desde nuestra posición como legisladores.

Hoy tenemos promesas y promesas de vacunas, sin embargo, la disponibilidad material de ellas es tan marginal que no nos alcanzaría para vacunar ni al 5 por ciento de la población. El rezago es evidente y el descontrol en las cifras es preocupante cuando brincamos de 200 mil a 300 mil muertos de un día para otro por la falta de consolidación de información.

Sí, se trata de tradiciones, se trata de afecto humano, se trata de preocupación de las familias, pero por encima de todo ello se trata de cientos de miles de vidas que se han ido perdiendo sin que la respuesta institucional sea responsable, ordenada y esperanzadora. En este instante debemos recapitular lo que se ha hecho mal y, más allá e posturas ideológicas, apoyarnos unos a otros para entregar los resultados que el pueblo mexicano requiere.