/ miércoles 6 de abril de 2022

Salud mental para poder vivir

Roberto y Alejandra son dos padres trabajadores, dedicados a su hija Mariana, a quien le han dado la mejor educación y tiempo de calidad, además de una crianza objetiva, sin maltrato, con mucho cariño y con atención, lo que ha llevado a su hija de 14 años a ser uno de los mejores promedios de su generación en los primeros dos años de secundaria, sin embargo, desde hace unos meses, su desempeño académico ha disminuido gravemente, además de que casi no prueba alimento y se la pasa dormida encerrada en su cuarto. Los múltiples estudios y análisis clínicos no habían arrojado ninguna anomalía, sin embargo, el cambio en Mariana no llegaba y cada vez la veían peor hasta que, con todo el esfuerzo posible dado que las terapias y valoraciones psicológicas con un especialista privado son costosas, acudieron a uno que, a través de varias pruebas y seguimiento, la derivó con un psiquiatra y en conjunto le diagnosticaron depresión.

La invisibilidad de las condiciones médicas cuando se refiere a la salud mental es más que evidente no sólo por una cuestión cultural, sino porque la falta de acceso a especialistas en ese rubro en el sector público, son un obstáculo para determinar si una persona tiene problemas de ansiedad, estrés, depresión y muchas otras condiciones o enfermedades relacionadas con la psique, lo cual ha propiciado que muchas vidas se pierdan teniendo como desenlace el suicidio debido a la inexistencia de diagnósticos fiables.

Desde hace varios meses iniciamos un camino que tenía que acabar con atavismos sociales y culturales. Formas de pensar que aseguraban que la depresión no era tan grave y que se puede salir adelante sólo con la fuerza de la voluntad de las personas o, peor aún, reprimiendo esos sentimientos por considerarse pasajeros. En el fondo, esa pesada loza se cargaba aun cuando el camino en la vida de esas personas hasta que no pudieran cargarlo más y desembocará en un deseo profundo de quitarse la vida.

En su momento presentamos una iniciativa para capacitar al personal de salud para la detección, prevención oportuna y atención de trastornos mentales y del comportamiento de la población usuaria de los servicios de salud en todos los niveles de atención, para que esto sea el primer paso de una atención integral y, por encima de todas las cosas, oportuna, a fin de evitar no solamente los suicidios, sino la incapacidad de disfrutar la vida con todo lo que ello implica.

Junto con otras iniciativas relacionadas, el Senado de la República preparó una minuta para reformar la Ley General de Salud y enviarla a la Cámara de Diputados para su aprobación, lo cual sucedió hace poco con algunas modificaciones, lo que permitió que en el Senado se analizará, se abonaran y hoy se envíen para su publicación.

Esta reforma no tiene colores de partido, es la convicción de servidores públicos comprometidos con una población que sufrió de forma severa los estragos de una pandemia, del confinamiento y, hoy, de una crisis económica venidera que, si no la afrontamos con salud mental, puede destruir familias enteras.

El cuerpo, como lo decían las propias culturas milenarias, no puede apartarse de la mente. La salud es integral; la capacidad de disfrutar nuestra estancia en esta vida es precisamente una cualidad que se debe trabajar y cuidar día con día como si se tratase de cualquier órgano de nuestro cuerpo. Estar sanos mentalmente es un derecho al que deben acceder todas las personas; hoy es una realidad para el pueblo de México visibilizar sus problemas de salud mental y, además, con sensibilidad y profesionalismo, atenderse en los hospitales públicos para que cada vez sean menos las personas que sean ignoradas o abandonadas en una lucha que, aunque intangible, es posible ganarla.


Roberto y Alejandra son dos padres trabajadores, dedicados a su hija Mariana, a quien le han dado la mejor educación y tiempo de calidad, además de una crianza objetiva, sin maltrato, con mucho cariño y con atención, lo que ha llevado a su hija de 14 años a ser uno de los mejores promedios de su generación en los primeros dos años de secundaria, sin embargo, desde hace unos meses, su desempeño académico ha disminuido gravemente, además de que casi no prueba alimento y se la pasa dormida encerrada en su cuarto. Los múltiples estudios y análisis clínicos no habían arrojado ninguna anomalía, sin embargo, el cambio en Mariana no llegaba y cada vez la veían peor hasta que, con todo el esfuerzo posible dado que las terapias y valoraciones psicológicas con un especialista privado son costosas, acudieron a uno que, a través de varias pruebas y seguimiento, la derivó con un psiquiatra y en conjunto le diagnosticaron depresión.

La invisibilidad de las condiciones médicas cuando se refiere a la salud mental es más que evidente no sólo por una cuestión cultural, sino porque la falta de acceso a especialistas en ese rubro en el sector público, son un obstáculo para determinar si una persona tiene problemas de ansiedad, estrés, depresión y muchas otras condiciones o enfermedades relacionadas con la psique, lo cual ha propiciado que muchas vidas se pierdan teniendo como desenlace el suicidio debido a la inexistencia de diagnósticos fiables.

Desde hace varios meses iniciamos un camino que tenía que acabar con atavismos sociales y culturales. Formas de pensar que aseguraban que la depresión no era tan grave y que se puede salir adelante sólo con la fuerza de la voluntad de las personas o, peor aún, reprimiendo esos sentimientos por considerarse pasajeros. En el fondo, esa pesada loza se cargaba aun cuando el camino en la vida de esas personas hasta que no pudieran cargarlo más y desembocará en un deseo profundo de quitarse la vida.

En su momento presentamos una iniciativa para capacitar al personal de salud para la detección, prevención oportuna y atención de trastornos mentales y del comportamiento de la población usuaria de los servicios de salud en todos los niveles de atención, para que esto sea el primer paso de una atención integral y, por encima de todas las cosas, oportuna, a fin de evitar no solamente los suicidios, sino la incapacidad de disfrutar la vida con todo lo que ello implica.

Junto con otras iniciativas relacionadas, el Senado de la República preparó una minuta para reformar la Ley General de Salud y enviarla a la Cámara de Diputados para su aprobación, lo cual sucedió hace poco con algunas modificaciones, lo que permitió que en el Senado se analizará, se abonaran y hoy se envíen para su publicación.

Esta reforma no tiene colores de partido, es la convicción de servidores públicos comprometidos con una población que sufrió de forma severa los estragos de una pandemia, del confinamiento y, hoy, de una crisis económica venidera que, si no la afrontamos con salud mental, puede destruir familias enteras.

El cuerpo, como lo decían las propias culturas milenarias, no puede apartarse de la mente. La salud es integral; la capacidad de disfrutar nuestra estancia en esta vida es precisamente una cualidad que se debe trabajar y cuidar día con día como si se tratase de cualquier órgano de nuestro cuerpo. Estar sanos mentalmente es un derecho al que deben acceder todas las personas; hoy es una realidad para el pueblo de México visibilizar sus problemas de salud mental y, además, con sensibilidad y profesionalismo, atenderse en los hospitales públicos para que cada vez sean menos las personas que sean ignoradas o abandonadas en una lucha que, aunque intangible, es posible ganarla.