/ miércoles 30 de marzo de 2022

Respetar la dignidad animal

Silver era un perro mediano, sin raza que, prácticamente desde su llegada a la casa de una familia en Tlalnepantla, vivió amarrado en un pequeño espacio de la azotea como sucede con muchos animales domésticos en el país. El estrés de estar sin poder moverse, la casi nula convivencia con seres humanos y el poco alimento que recibía lo convirtió en un animal miedoso, lo que en la gran mayoría de los perros se manifiesta a través de la agresión. En una reunión de la familia, alguien pasó cerca de Silver y la reacción del perro fue atacar; acto seguido, ocho integrantes de la familia comenzaron a golpear al perro con palos, tijeras y piedras enormes que aterrizaron en su cabeza hasta causarle la muerte. Es decir, el pobre animal nació sólo para vivir encadenado y después morir de la forma más cruel posible.

El día de ayer tuve la posibilidad de organizar un foro sobre Bienestar Animal en el Senado de la República con la intención de revisar a fondo los alcances sociales, jurídicos y biológicos relacionados con el maltrato animal, para que, de alguna manera, sirva como base de conocimiento para legislar en la materia y encontrar hallazgos utilizables para poder generar un marco jurídico adecuado de protección.

Dentro de las muchas cosas interesantes que se plantearon, la Dra. María Teresa Ambrosio del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM que ha revisado a fondo el tema de la criminología y la protección jurídica de los animales, planteaba un punto toral en la construcción del bienestar animal: la importancia de no centrar la legislación en la materia penal exclusivamente. Es decir, evitar la creencia que con sanciones penales se va a combatir el maltrato animal.

Es fundamental que en la construcción normativa hablemos de una transversalidad en leyes, de tal forma que se sancione, pero también se eduque, máxime que las y los niños en nuestro país empatizan de forma directa con todos los animales que le rodean y generan en ellos un instinto de cuidado y de acercamiento por formar parte de su entorno. Es función de la ley generar espacios de sensibilización para que el cuidado de todas las especies animales se dé por convencimiento y no por temor a una sanción penal.

Otro aspecto para destacar fue cuando Phil Arkow especialista en estudio de abuso animal y violencia familiar, destacó que en los Estados Unidos de América, el maltrato animal es considerado por las autoridades e investigadores de la conducta humana en ese país como una bandera roja para la violencia familiar. Esto quiere decir que un número cercano al 60 por ciento de personas que maltratan a un animal generan violencia doméstica y, de forma sintomática, las autoridades estadounidenses refieren que, para ellos, la existencia de un episodio de maltrato a cualquier animal escala casi siempre a un escenario de violencia hacia la pareja o los hijos.

Incluso para aquellas personas que no se quieran enfocar en los animales, el abuso de ellos genera un impacto serio en las relaciones humanas, sin embargo, en el fondo, el simple hecho de maltratar a un ser vivo implica muchos elementos educativos que nos deben llevar a cambiar como país, ya que la violencia generada contra seres indefensos puede ser el primer escalón del desdén por el prójimo.

Hablar de bienestar animal es poner sobre la mesa la necesidad de un cambio como sociedad, porque como dijera Gandhi “la grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que tratan a sus animales” y si hay algo que caracteriza al pueblo de México es el cariño y empatía que prodiga para sus semejantes, por lo que no es permisible el más mínimo maltrato a los animales, por lo tanto, habremos de trabajar de inmediato para crear un marco jurídico adecuado para ese propósito.

Silver era un perro mediano, sin raza que, prácticamente desde su llegada a la casa de una familia en Tlalnepantla, vivió amarrado en un pequeño espacio de la azotea como sucede con muchos animales domésticos en el país. El estrés de estar sin poder moverse, la casi nula convivencia con seres humanos y el poco alimento que recibía lo convirtió en un animal miedoso, lo que en la gran mayoría de los perros se manifiesta a través de la agresión. En una reunión de la familia, alguien pasó cerca de Silver y la reacción del perro fue atacar; acto seguido, ocho integrantes de la familia comenzaron a golpear al perro con palos, tijeras y piedras enormes que aterrizaron en su cabeza hasta causarle la muerte. Es decir, el pobre animal nació sólo para vivir encadenado y después morir de la forma más cruel posible.

El día de ayer tuve la posibilidad de organizar un foro sobre Bienestar Animal en el Senado de la República con la intención de revisar a fondo los alcances sociales, jurídicos y biológicos relacionados con el maltrato animal, para que, de alguna manera, sirva como base de conocimiento para legislar en la materia y encontrar hallazgos utilizables para poder generar un marco jurídico adecuado de protección.

Dentro de las muchas cosas interesantes que se plantearon, la Dra. María Teresa Ambrosio del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM que ha revisado a fondo el tema de la criminología y la protección jurídica de los animales, planteaba un punto toral en la construcción del bienestar animal: la importancia de no centrar la legislación en la materia penal exclusivamente. Es decir, evitar la creencia que con sanciones penales se va a combatir el maltrato animal.

Es fundamental que en la construcción normativa hablemos de una transversalidad en leyes, de tal forma que se sancione, pero también se eduque, máxime que las y los niños en nuestro país empatizan de forma directa con todos los animales que le rodean y generan en ellos un instinto de cuidado y de acercamiento por formar parte de su entorno. Es función de la ley generar espacios de sensibilización para que el cuidado de todas las especies animales se dé por convencimiento y no por temor a una sanción penal.

Otro aspecto para destacar fue cuando Phil Arkow especialista en estudio de abuso animal y violencia familiar, destacó que en los Estados Unidos de América, el maltrato animal es considerado por las autoridades e investigadores de la conducta humana en ese país como una bandera roja para la violencia familiar. Esto quiere decir que un número cercano al 60 por ciento de personas que maltratan a un animal generan violencia doméstica y, de forma sintomática, las autoridades estadounidenses refieren que, para ellos, la existencia de un episodio de maltrato a cualquier animal escala casi siempre a un escenario de violencia hacia la pareja o los hijos.

Incluso para aquellas personas que no se quieran enfocar en los animales, el abuso de ellos genera un impacto serio en las relaciones humanas, sin embargo, en el fondo, el simple hecho de maltratar a un ser vivo implica muchos elementos educativos que nos deben llevar a cambiar como país, ya que la violencia generada contra seres indefensos puede ser el primer escalón del desdén por el prójimo.

Hablar de bienestar animal es poner sobre la mesa la necesidad de un cambio como sociedad, porque como dijera Gandhi “la grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que tratan a sus animales” y si hay algo que caracteriza al pueblo de México es el cariño y empatía que prodiga para sus semejantes, por lo que no es permisible el más mínimo maltrato a los animales, por lo tanto, habremos de trabajar de inmediato para crear un marco jurídico adecuado para ese propósito.