/ jueves 4 de junio de 2020

Pandemia de hambre

El impacto socioeconómico de la pandemia por Covid-19 en América Latina y el Caribe puede dejar alrededor de 14 millones de personas vulnerables al hambre este año, advirtió el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.

Con esta introducción desalentadora podemos imaginarnos la secuela que dejará la pandemia, y para explicarnos tal magnitud de consecuencias debemos retomar la situación que vive México.

Sabemos que el Covid está siendo especialmente letal en nuestro país y se puede explicar debido a que somos el primer país a nivel mundial con obesidad, además de tener altos índices de diabetes, hipertensión, sistema inmunitario deprimido, todos estos males relacionados también con la mala alimentación. En un estudio del 2017 de la ONU denominado “El costo de la doble carga de la malnutrición. Impacto económico y social en Chile, Ecuador y México” esclarece lo antes mencionado con datos impactantes:

La doble carga de la malnutrición se refiere a la desnutrición y la obesidad, los cuales en los países de ingresos medios son particularmente susceptibles a esta combinación de factores. Los costos más notables de la desnutrición se deben a la pérdida de productividad por muerte prematura y a la reducción de los años de escolarización, mientras que los costos del sobrepeso y la obesidad están relacionados con los gastos sanitarios que conllevan enfermedades como la diabetes tipo 2 y la hipertensión.

En México la repercusión económica de la doble carga de la malnutrición ha alcanzado el 2.3% del PIB, lo cual equivale a 28,800 millones de dólares al año. En 2014, se perdieron 20,500 millones de dólares debido a la baja de productividad por desnutrición (1.6% del PIB). El sobrepeso y la obesidad cuestan aproximadamente 900 millones de dólares.

Quiero citar parte de la conclusión a la que llega el análisis: “La malnutrición está relacionada con los diferentes tipos de desigualdades que existen en los países de América Latina y el Caribe. La falta de acceso a alimentos de calidad repercute en el sobrepeso y en la obesidad, que afectan más fuertemente a las familias de bajos ingresos… Los gobiernos pueden ayudar mediante políticas claras e incentivos para garantizar un etiquetado de alimentos fiable, programas de actividad física y programas comunitarios de educación nutricional…La industria de la alimentación tiene la oportunidad de garantizar la producción, disponibilidad y accesibilidad de productos alimenticios más sanos”.

Es claro que la pandemia encontró en México el cultivo perfecto, por eso amenaza en convertirse en una pandemia de hambre, la estimación del Programa Mundial de Alimentos sugiere que 10 millones de personas más podrían ser empujadas a la pobreza y el hambre en 11 países de América Latina.

El análisis de los indicadores económicos sustenta la estimación, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronostica una contracción regional promedio de -5.3% para este año.

Nosotros como ciudadanos podemos disminuir los riesgos de contagio pero además hacer cambios de fondo al llevar una alimentación adecuada y hacer ejercicio, es difícil cambiar hábitos pero no se compara con la pérdida de la salud o de la vida.

El impacto socioeconómico de la pandemia por Covid-19 en América Latina y el Caribe puede dejar alrededor de 14 millones de personas vulnerables al hambre este año, advirtió el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.

Con esta introducción desalentadora podemos imaginarnos la secuela que dejará la pandemia, y para explicarnos tal magnitud de consecuencias debemos retomar la situación que vive México.

Sabemos que el Covid está siendo especialmente letal en nuestro país y se puede explicar debido a que somos el primer país a nivel mundial con obesidad, además de tener altos índices de diabetes, hipertensión, sistema inmunitario deprimido, todos estos males relacionados también con la mala alimentación. En un estudio del 2017 de la ONU denominado “El costo de la doble carga de la malnutrición. Impacto económico y social en Chile, Ecuador y México” esclarece lo antes mencionado con datos impactantes:

La doble carga de la malnutrición se refiere a la desnutrición y la obesidad, los cuales en los países de ingresos medios son particularmente susceptibles a esta combinación de factores. Los costos más notables de la desnutrición se deben a la pérdida de productividad por muerte prematura y a la reducción de los años de escolarización, mientras que los costos del sobrepeso y la obesidad están relacionados con los gastos sanitarios que conllevan enfermedades como la diabetes tipo 2 y la hipertensión.

En México la repercusión económica de la doble carga de la malnutrición ha alcanzado el 2.3% del PIB, lo cual equivale a 28,800 millones de dólares al año. En 2014, se perdieron 20,500 millones de dólares debido a la baja de productividad por desnutrición (1.6% del PIB). El sobrepeso y la obesidad cuestan aproximadamente 900 millones de dólares.

Quiero citar parte de la conclusión a la que llega el análisis: “La malnutrición está relacionada con los diferentes tipos de desigualdades que existen en los países de América Latina y el Caribe. La falta de acceso a alimentos de calidad repercute en el sobrepeso y en la obesidad, que afectan más fuertemente a las familias de bajos ingresos… Los gobiernos pueden ayudar mediante políticas claras e incentivos para garantizar un etiquetado de alimentos fiable, programas de actividad física y programas comunitarios de educación nutricional…La industria de la alimentación tiene la oportunidad de garantizar la producción, disponibilidad y accesibilidad de productos alimenticios más sanos”.

Es claro que la pandemia encontró en México el cultivo perfecto, por eso amenaza en convertirse en una pandemia de hambre, la estimación del Programa Mundial de Alimentos sugiere que 10 millones de personas más podrían ser empujadas a la pobreza y el hambre en 11 países de América Latina.

El análisis de los indicadores económicos sustenta la estimación, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronostica una contracción regional promedio de -5.3% para este año.

Nosotros como ciudadanos podemos disminuir los riesgos de contagio pero además hacer cambios de fondo al llevar una alimentación adecuada y hacer ejercicio, es difícil cambiar hábitos pero no se compara con la pérdida de la salud o de la vida.