/ jueves 6 de junio de 2019

Nueva negociación mexicana frente a EU

ACERVO


Funcionarios de primer nivel del Gobierno de México, encabezados por el canciller Marcelo Ebrard, se encuentran desde hace algunos días en Washington para reunirse con miembros del gobierno del presidente Donald Trump, entre ellos el secretario de Estado Mike Pompeo y con congresistas liderados por Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes.

Esta visita institucional ha tomado matices de condición emergente, en virtud de que fiel a su estilo mediático en redes sociales, el mandatario estadounidense posteó en su cuenta de Twitter el mensaje en el sentido de que su gobierno habría de imponer aranceles inmediatos a todas las exportaciones mexicanas, hasta que los inmigrantes ilegales que ingresan a Estados Unidos, a través de México, se detengan.

Provino entonces una estrategia gubernamental tendiente a hacer un control de crisis, llevando a Ebrard Casaubon al frente de la comitiva, que busca mitigar el impacto de la declaración del presidente norteamericano y negociar que se eviten los ya citados aranceles. Sin embargo, la apuesta de la Casa Blanca es dialogar y sentarse a realizar eventuales acuerdos, mientras los aranceles estén vigentes y estén siendo pagaderos. En ese contexto, los funcionarios responsables de la política exterior y económica del gobierno del presidente López Obrador deberán mostrar altura de miras y hagan de la buena política, la de la diplomacia, conciliación y el entendimiento, el vehículo idóneo para cuidar los intereses de la nación.

Históricamente México y sus administraciones de gobierno han tenido equipos negociadores de alto nivel, que han hecho frente con dignidad a los tiempos que les exigían. Se dieron resultados en muchos momentos de la historia contemporánea de nuestro país, y se hizo uso de finas relaciones exteriores para consolidar acciones en beneficio de la soberanía nacional.

Recién hace un año se consolidó la firma del “T-MEC”, con intensa participación del gabinete presidencial de Enrique Peña y del equipo de transición del nuevo gobierno. En tiempos de la presidencia de Felipe Calderón se consolidaron alianzas con el presidente Barack Obama, en el marco de “La Iniciativa Mérida”.

Años antes, al inicio de este siglo, los presidentes Vicente Fox y George Bush, a raíz de la tragedia del “11-S”, fortalecieron sus protocolos de colaboración binacional, fundamentalmente en materia de seguridad y antiterrorismo. En la presidencia de Ernesto Zedillo se le presentó al gobierno de Bill Clinton un amplio programa de política exterior, que derivaba de la influencia del icónico “TLCAN”, firmado por los presidentes Carlos Salinas, George Woker Bush y el primer ministro canadiense Brian Mulroney. Estamos pues, frente a un momento definitivo hacia las relaciones de las administraciones de los presidentes López y Trump.

Este último vislumbra como proyecto electoral para su reelección en 2021, el endurecimiento del discurso antiinmigrante, tal cual lo empleó en 2017, cuando se hizo primero de la candidatura republicana, para meses después ganar la elección presidencial con su estilo antisistema.

ACERVO


Funcionarios de primer nivel del Gobierno de México, encabezados por el canciller Marcelo Ebrard, se encuentran desde hace algunos días en Washington para reunirse con miembros del gobierno del presidente Donald Trump, entre ellos el secretario de Estado Mike Pompeo y con congresistas liderados por Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes.

Esta visita institucional ha tomado matices de condición emergente, en virtud de que fiel a su estilo mediático en redes sociales, el mandatario estadounidense posteó en su cuenta de Twitter el mensaje en el sentido de que su gobierno habría de imponer aranceles inmediatos a todas las exportaciones mexicanas, hasta que los inmigrantes ilegales que ingresan a Estados Unidos, a través de México, se detengan.

Provino entonces una estrategia gubernamental tendiente a hacer un control de crisis, llevando a Ebrard Casaubon al frente de la comitiva, que busca mitigar el impacto de la declaración del presidente norteamericano y negociar que se eviten los ya citados aranceles. Sin embargo, la apuesta de la Casa Blanca es dialogar y sentarse a realizar eventuales acuerdos, mientras los aranceles estén vigentes y estén siendo pagaderos. En ese contexto, los funcionarios responsables de la política exterior y económica del gobierno del presidente López Obrador deberán mostrar altura de miras y hagan de la buena política, la de la diplomacia, conciliación y el entendimiento, el vehículo idóneo para cuidar los intereses de la nación.

Históricamente México y sus administraciones de gobierno han tenido equipos negociadores de alto nivel, que han hecho frente con dignidad a los tiempos que les exigían. Se dieron resultados en muchos momentos de la historia contemporánea de nuestro país, y se hizo uso de finas relaciones exteriores para consolidar acciones en beneficio de la soberanía nacional.

Recién hace un año se consolidó la firma del “T-MEC”, con intensa participación del gabinete presidencial de Enrique Peña y del equipo de transición del nuevo gobierno. En tiempos de la presidencia de Felipe Calderón se consolidaron alianzas con el presidente Barack Obama, en el marco de “La Iniciativa Mérida”.

Años antes, al inicio de este siglo, los presidentes Vicente Fox y George Bush, a raíz de la tragedia del “11-S”, fortalecieron sus protocolos de colaboración binacional, fundamentalmente en materia de seguridad y antiterrorismo. En la presidencia de Ernesto Zedillo se le presentó al gobierno de Bill Clinton un amplio programa de política exterior, que derivaba de la influencia del icónico “TLCAN”, firmado por los presidentes Carlos Salinas, George Woker Bush y el primer ministro canadiense Brian Mulroney. Estamos pues, frente a un momento definitivo hacia las relaciones de las administraciones de los presidentes López y Trump.

Este último vislumbra como proyecto electoral para su reelección en 2021, el endurecimiento del discurso antiinmigrante, tal cual lo empleó en 2017, cuando se hizo primero de la candidatura republicana, para meses después ganar la elección presidencial con su estilo antisistema.