/ miércoles 12 de mayo de 2021

Madres, jefas de familia

He tenido la fortuna de tener una carrera prolija en el servicio público. Soy privilegiada al haber sido servidora pública del Gobierno de mi querido Hidalgo, diputada federal, titular de una dependencia federal, funcionaria de mi partido político y ahora Senadora. A pesar de la satisfacción que me ha dado mi vida profesional, el orgullo, placer y honor más grande es el de haber sido madre.

Ser mamá implica el trabajo más extenuante por el simple hecho de tener en nuestras manos el desarrollo físico, psicológico y emocional de personas a nuestro cargo. Es un trabajo que requiere de 24 horas, los 7 días de la semana, durante los 365 días del año. Escuelas, atención de enfermedades, alimentación, consejos, resolución de problemas, espacios para divertirnos, consejos, abrazos, besos, son requeridos permanentemente por el amor que, decía Erick Fromm, era el más auténtico y genuino, el amor filial.

En nuestro país. Gran parte de la fuerza social descansa en las mujeres, haciendo hincapié en que las llamadas jefas de familia soportan económica, formativa y socialmente a núcleos regionales convirtiéndolas en espacios de decisión sumamente relevante. Esas mujeres jefas de familia tienen el pulso de la vida política, económica y social de sus comunidades y es a las que hay que poner en el centro de la discusión y de la toma de decisiones.

De acuerdo con datos del Censo de INEGI de 2015, se contabilizan 9 millones de jefas de familia, es decir, mujeres que además de encargarse de las tareas del hogar y del cuidado de sus hijos, salen a trabajar para ser el principal ingreso de sus hogares y proveer a sus hijas, hijos, padres, madres y hasta hermanos, de los recursos necesarios para poder alimentarse, vestirse y recibir educación.

Esto implica que una cuarta parte de la población esta en manos de mujeres trabajadoras que, además se tienen que dar el espacio para atender a sus familias enteras, de ahí la importancia de las madres en este día, razón por la cual, más allá de cualquier felicitación, debemos poner manos a la obra para poder para generar espacios adecuados para el cuidado y educación de sus hijas e hijos, además de crear empleos bien remunerados que les permitan resolver ambas tareas de sus vidas.

La pandemia propició que se perdieran muchos empleos, siendo las mujeres las más castigadas, ya que de los cientos de miles de trabajos perdidos, dos terceras partes eran desempeñadas por ellas. Más allá del empoderamiento económico, lo que urge es tener una base clara y concreta que permita potenciar la economía del cuidado, en el que las decisiones de presupuesto participativo sean tomadas por ellas que no sólo conocen cómo funcionan las familias, sino que por sus labores recorren la comunidad, conocen a su gente y las necesidades.

El procurar un mejor escenario para las madres jefas de familia no sólo es un beneficio para ellas, sino que recala en una mejora para sus familias y sus comunidades, ya que el perfil generoso que les caracteriza les alcanza para pensar en las regiones donde viven, potenciando el desarrollo porque nadie más que ellas saben que un entorno más amable es un entorno más adecuado para las y los mexicanos.

He tenido la fortuna de tener una carrera prolija en el servicio público. Soy privilegiada al haber sido servidora pública del Gobierno de mi querido Hidalgo, diputada federal, titular de una dependencia federal, funcionaria de mi partido político y ahora Senadora. A pesar de la satisfacción que me ha dado mi vida profesional, el orgullo, placer y honor más grande es el de haber sido madre.

Ser mamá implica el trabajo más extenuante por el simple hecho de tener en nuestras manos el desarrollo físico, psicológico y emocional de personas a nuestro cargo. Es un trabajo que requiere de 24 horas, los 7 días de la semana, durante los 365 días del año. Escuelas, atención de enfermedades, alimentación, consejos, resolución de problemas, espacios para divertirnos, consejos, abrazos, besos, son requeridos permanentemente por el amor que, decía Erick Fromm, era el más auténtico y genuino, el amor filial.

En nuestro país. Gran parte de la fuerza social descansa en las mujeres, haciendo hincapié en que las llamadas jefas de familia soportan económica, formativa y socialmente a núcleos regionales convirtiéndolas en espacios de decisión sumamente relevante. Esas mujeres jefas de familia tienen el pulso de la vida política, económica y social de sus comunidades y es a las que hay que poner en el centro de la discusión y de la toma de decisiones.

De acuerdo con datos del Censo de INEGI de 2015, se contabilizan 9 millones de jefas de familia, es decir, mujeres que además de encargarse de las tareas del hogar y del cuidado de sus hijos, salen a trabajar para ser el principal ingreso de sus hogares y proveer a sus hijas, hijos, padres, madres y hasta hermanos, de los recursos necesarios para poder alimentarse, vestirse y recibir educación.

Esto implica que una cuarta parte de la población esta en manos de mujeres trabajadoras que, además se tienen que dar el espacio para atender a sus familias enteras, de ahí la importancia de las madres en este día, razón por la cual, más allá de cualquier felicitación, debemos poner manos a la obra para poder para generar espacios adecuados para el cuidado y educación de sus hijas e hijos, además de crear empleos bien remunerados que les permitan resolver ambas tareas de sus vidas.

La pandemia propició que se perdieran muchos empleos, siendo las mujeres las más castigadas, ya que de los cientos de miles de trabajos perdidos, dos terceras partes eran desempeñadas por ellas. Más allá del empoderamiento económico, lo que urge es tener una base clara y concreta que permita potenciar la economía del cuidado, en el que las decisiones de presupuesto participativo sean tomadas por ellas que no sólo conocen cómo funcionan las familias, sino que por sus labores recorren la comunidad, conocen a su gente y las necesidades.

El procurar un mejor escenario para las madres jefas de familia no sólo es un beneficio para ellas, sino que recala en una mejora para sus familias y sus comunidades, ya que el perfil generoso que les caracteriza les alcanza para pensar en las regiones donde viven, potenciando el desarrollo porque nadie más que ellas saben que un entorno más amable es un entorno más adecuado para las y los mexicanos.