/ domingo 8 de noviembre de 2020

La Visita de Don Alfonso al Instituto

Eran alumnos del Instituto. Joaquín y Chucho, compañeros de la preparatoria, más comúnmente llamado el bachillerato estaban comentando en las gradas inolvidables de este edificio la visita que haría al día siguiente el embajador Alfonso Cravioto que regresaba a su natal ciudad y aún más a su escuela de la juventud, el Instituto Científico y Literario del Estado. Era el año de 1937.


- Don Alfonso Cravioto es un personaje, fíjate en su corta vida todavía, ha sido muchas cosas, fue precursor de la Revolución pero de los de a de veras, ya que andaba de jovencito con los Flores Magón y con Juan Sarabia.

-¿Cómo crees? ¿A poco?

Al día siguiente el ambiente era cálido; el Instituto escucharía y ovacionaría el regreso de uno de los ilustres ex alumnos. Al presentarse Don Alfonso Cravioto en la Tribuna, sencillo y discreto como era su costumbre, el público lo ovacionó y resonaron jubilosas dianas, él saludó emocionado y trémulo, recordó en un segundo sus andanzas de joven liberal e inquieto, sintió el espíritu de Don Francisco Noble, percibió el aliento de un Baltazar Muñoz Lumbiere y de los más profundo de su corazón brotaron emocionadas las siguientes palabras:

“Pachuca, de las entrañas de plata y de los sentimientos de oro, que extiendes cañada arriba, tu agilidad flexuosa por los cerros.

Pachuca tiara de magueyes, y enjoyada de chocolines, musical de jilgueros y sonora de besos enlunados.

Pachuca de las calles quebradas y de los hombres enteros.

Pachuca de las palanquetas insuperables y de los dulces de viznaga, de los perales de almíbar y de las tunas capciosas.

Pachuca de los caballos verdes de los patios y de las cuentas rojizas de los pirules.

Pachuca del río amarillo y de los sueños rosados.

Pachuca de los mineros viriles y de las mujeres alucinantes.

Pachuca de los eucaliptos perfumados, los de alcanfor de bíblicos aromas, que envuelven en ambiente del cantar de los cantares tu jardín enrelojado, alrededor del cual las novias inquietantes dan vueltas como en una ruleta del amor.

Pachuca de los “gallos” románticos y de las charrascas agresivas.

Pachuca de la feria de San Francisco, búcaro del folclore y ramillete de efusiones populares.

Pachuca del aire bravío y del ímpetu libertario.

Pachuca del trabajo en acción y del pensamiento en obra, conquistadora del presente e incubadora del porvenir.

Pachuca, toda sangre heroica para toda noble causa y todo sacrificio para todo alto deber. ¡Pachuca, Madre, Novia y Maestra!

¡Pachuca, Patria comprimida, te beso y te saludo!...”

El público se entregó al orador en aplausos y vivas. Fue esta noche un triunfo para Cravioto y el Instituto Científico y Literario del Estado. Pachuca se enorgullecía de recibir a tan preclaro hijo.

Agamenón, Chucho y otros compañeros comentaron al final de la ceremonia:

-Qué bárbaro, no pues con razón, dijo Javier,

- ¡Hay que ver si lo podemos saludar de mano! Propuso Chucho.

Eran alumnos del Instituto. Joaquín y Chucho, compañeros de la preparatoria, más comúnmente llamado el bachillerato estaban comentando en las gradas inolvidables de este edificio la visita que haría al día siguiente el embajador Alfonso Cravioto que regresaba a su natal ciudad y aún más a su escuela de la juventud, el Instituto Científico y Literario del Estado. Era el año de 1937.


- Don Alfonso Cravioto es un personaje, fíjate en su corta vida todavía, ha sido muchas cosas, fue precursor de la Revolución pero de los de a de veras, ya que andaba de jovencito con los Flores Magón y con Juan Sarabia.

-¿Cómo crees? ¿A poco?

Al día siguiente el ambiente era cálido; el Instituto escucharía y ovacionaría el regreso de uno de los ilustres ex alumnos. Al presentarse Don Alfonso Cravioto en la Tribuna, sencillo y discreto como era su costumbre, el público lo ovacionó y resonaron jubilosas dianas, él saludó emocionado y trémulo, recordó en un segundo sus andanzas de joven liberal e inquieto, sintió el espíritu de Don Francisco Noble, percibió el aliento de un Baltazar Muñoz Lumbiere y de los más profundo de su corazón brotaron emocionadas las siguientes palabras:

“Pachuca, de las entrañas de plata y de los sentimientos de oro, que extiendes cañada arriba, tu agilidad flexuosa por los cerros.

Pachuca tiara de magueyes, y enjoyada de chocolines, musical de jilgueros y sonora de besos enlunados.

Pachuca de las calles quebradas y de los hombres enteros.

Pachuca de las palanquetas insuperables y de los dulces de viznaga, de los perales de almíbar y de las tunas capciosas.

Pachuca de los caballos verdes de los patios y de las cuentas rojizas de los pirules.

Pachuca del río amarillo y de los sueños rosados.

Pachuca de los mineros viriles y de las mujeres alucinantes.

Pachuca de los eucaliptos perfumados, los de alcanfor de bíblicos aromas, que envuelven en ambiente del cantar de los cantares tu jardín enrelojado, alrededor del cual las novias inquietantes dan vueltas como en una ruleta del amor.

Pachuca de los “gallos” románticos y de las charrascas agresivas.

Pachuca de la feria de San Francisco, búcaro del folclore y ramillete de efusiones populares.

Pachuca del aire bravío y del ímpetu libertario.

Pachuca del trabajo en acción y del pensamiento en obra, conquistadora del presente e incubadora del porvenir.

Pachuca, toda sangre heroica para toda noble causa y todo sacrificio para todo alto deber. ¡Pachuca, Madre, Novia y Maestra!

¡Pachuca, Patria comprimida, te beso y te saludo!...”

El público se entregó al orador en aplausos y vivas. Fue esta noche un triunfo para Cravioto y el Instituto Científico y Literario del Estado. Pachuca se enorgullecía de recibir a tan preclaro hijo.

Agamenón, Chucho y otros compañeros comentaron al final de la ceremonia:

-Qué bárbaro, no pues con razón, dijo Javier,

- ¡Hay que ver si lo podemos saludar de mano! Propuso Chucho.