/ martes 19 de noviembre de 2019

La política de la hipocresía

Han sido desafortunadas las declaraciones del senador republicano Josh Hawley sugiriendo que deberían imponérsele sanciones al Gobierno mexicano y sus funcionarios por los horribles asesinatos de niños y mujeres miembros de la familia mexicoamericana Le Barón; estos actos macabros desafortunadamente ocurren diariamente, todos ellos perpetrados por individuos, cuyos contextos personales los han llevado a formar parte de diversos ejércitos sombríos comandados por mujeres y hombres encumbrados por amplias redes de corrupción y complicidad, no pocas veces promovidas y financiadas por Washington.

Fue decepcionante leer este tuit de Hawley: “La Embajadora mexicana respondió con una carta sin asumir ninguna responsabilidad, sin ofrecer cambio en las fracasadas políticas de México y sugiriendo que el problema es la demanda estadounidense de drogas. Como si fueran responsables de los crímenes de los cárteles", refiriéndose a la carta que la embajadora Martha Bárcena le envío al senador, cuando este se refirió a la imposición de sanciones.

Algunos sectores de la compleja y multicultural sociedad estadounidense claman por un papel más activo de su gobierno en territorio mexicano, idea recogida en un polémico y dramático editorial de The Wall Street Journal, cuyo último enunciado sentencia: “No se puede descartar una operación militar de Estados Unidos”. La situación de violencia crítica que padecemos los mexicanos, está siendo aprovechada por políticos y medios para obtener una ventaja en las próximas elecciones estadounidenses de 2020.

Es inmoral y perverso que pretendan ocupar como herramienta para sumar respaldo electoral de los sectores más conservadores en Estados Unidos, el dolor, la ignominia y el sufrimiento en el que viven sumergidas cientos de miles de familias aquí, en México, todas ellas impactadas por la demanda de drogas que no se detiene en el mercado norteamericano, el más grande del mundo; el tráfico indiscriminado de armas hacia nuestro país, y los pocos esfuerzos encaminados a sancionar a las entidades financieras estadounidenses por lavar dinero del crimen organizado proveniente de México.

Las pocas acciones y los muchos reclamos del gobierno estadounidense no son nuevos, la política de la hipocresía ha sido recurrente para ellos, por ejemplo, es ampliamente sabido que su gobierno ha asesorado, financiado y en algunos casos fue beneficiario del tráfico de drogas en el mundo; los objetivos de este actuar fueron múltiples, entre ellos desactivar en plena guerra fría movimientos comunistas en diversos países del mundo.

Aquí, en América, son lamentablemente célebres las narco-operaciones de la CIA en Nicaragua y en Panamá, principalmente. La historia del tráfico de drogas y el empoderamiento de los señores de las drogas en nuestro continente está ligada a intereses oscuros de personas que cohabitan en las más altas esferas del poder político, económico y criminal en el mundo.

Los pueblos de Latinoamérica nos encontramos ya desde hace mucho tiempo asediados por los monstruos que las sociedades de los países desarrollados ya no pueden dejar de ignorar porque también ayudaron a crearlos. La violencia irrazonable perpetrada por aquellos individuos envenenados por el poder y la ambición debe ser reconocida y detenida por la fuerza de los pueblos unidos a partir de la comprensión de nuestras realidades nacionales y sociales; cooperando, asumiendo; no amenazando ni simulando. La justicia espera.

Han sido desafortunadas las declaraciones del senador republicano Josh Hawley sugiriendo que deberían imponérsele sanciones al Gobierno mexicano y sus funcionarios por los horribles asesinatos de niños y mujeres miembros de la familia mexicoamericana Le Barón; estos actos macabros desafortunadamente ocurren diariamente, todos ellos perpetrados por individuos, cuyos contextos personales los han llevado a formar parte de diversos ejércitos sombríos comandados por mujeres y hombres encumbrados por amplias redes de corrupción y complicidad, no pocas veces promovidas y financiadas por Washington.

Fue decepcionante leer este tuit de Hawley: “La Embajadora mexicana respondió con una carta sin asumir ninguna responsabilidad, sin ofrecer cambio en las fracasadas políticas de México y sugiriendo que el problema es la demanda estadounidense de drogas. Como si fueran responsables de los crímenes de los cárteles", refiriéndose a la carta que la embajadora Martha Bárcena le envío al senador, cuando este se refirió a la imposición de sanciones.

Algunos sectores de la compleja y multicultural sociedad estadounidense claman por un papel más activo de su gobierno en territorio mexicano, idea recogida en un polémico y dramático editorial de The Wall Street Journal, cuyo último enunciado sentencia: “No se puede descartar una operación militar de Estados Unidos”. La situación de violencia crítica que padecemos los mexicanos, está siendo aprovechada por políticos y medios para obtener una ventaja en las próximas elecciones estadounidenses de 2020.

Es inmoral y perverso que pretendan ocupar como herramienta para sumar respaldo electoral de los sectores más conservadores en Estados Unidos, el dolor, la ignominia y el sufrimiento en el que viven sumergidas cientos de miles de familias aquí, en México, todas ellas impactadas por la demanda de drogas que no se detiene en el mercado norteamericano, el más grande del mundo; el tráfico indiscriminado de armas hacia nuestro país, y los pocos esfuerzos encaminados a sancionar a las entidades financieras estadounidenses por lavar dinero del crimen organizado proveniente de México.

Las pocas acciones y los muchos reclamos del gobierno estadounidense no son nuevos, la política de la hipocresía ha sido recurrente para ellos, por ejemplo, es ampliamente sabido que su gobierno ha asesorado, financiado y en algunos casos fue beneficiario del tráfico de drogas en el mundo; los objetivos de este actuar fueron múltiples, entre ellos desactivar en plena guerra fría movimientos comunistas en diversos países del mundo.

Aquí, en América, son lamentablemente célebres las narco-operaciones de la CIA en Nicaragua y en Panamá, principalmente. La historia del tráfico de drogas y el empoderamiento de los señores de las drogas en nuestro continente está ligada a intereses oscuros de personas que cohabitan en las más altas esferas del poder político, económico y criminal en el mundo.

Los pueblos de Latinoamérica nos encontramos ya desde hace mucho tiempo asediados por los monstruos que las sociedades de los países desarrollados ya no pueden dejar de ignorar porque también ayudaron a crearlos. La violencia irrazonable perpetrada por aquellos individuos envenenados por el poder y la ambición debe ser reconocida y detenida por la fuerza de los pueblos unidos a partir de la comprensión de nuestras realidades nacionales y sociales; cooperando, asumiendo; no amenazando ni simulando. La justicia espera.

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