/ miércoles 30 de diciembre de 2020

La enorme responsabilidad de ser feliz

Los cierres de año usualmente vienen cargados de una energía gastada, pero con montones de agradecimiento y un espíritu renovado en espera de una mejor perspectiva en todos los aspectos de la vida. Por un lado, el amor, por el otro el dinero y la salud, son los deseos más recurrentes de millones de personas cada año que se reúnen en una especie de rito en donde destacan las multitudes celebrando el año que comienza.

Este año va a ser muy distinto en muchos sentidos, las playas fulgurantes por los fuegos artificiales están cerradas, los hoteles y restaurantes con paquetes de viandas y vinos sólo pueden atender para llevar, las familias no deben concentrarse porque es un enorme riesgo para la salud de quienes forman parte de grupos vulnerables, los regalos, gritos y vítores, serán opacados con la reflexión de aquellos quienes perdieron a algún familiar con motivo de la pandemia por Covid-19.

No cabe duda que muchas personas coinciden en que, al menos de forma simbólica, deberíamos eliminar el 2020 dado que las condiciones que ha generado la pandemia han sido catastróficas. Usualmente las pérdidas son un impacto grande en la vida de las personas. Perder un empleo, un negocio, la libertad de interactuar con otros seres humanos, la movilidad y, desde luego, perder un ser querido son golpes emocionales difíciles de superar.

Hemos registrado una gran cantidad de muertes de personalidades del mundo de la política, la ciencia, la cultura, el arte, el deporte y, en general, todos los ámbitos de la vida pública, sin embargo, la cercanía de ver morir a un padre, una madre, un hermano, una hija, son elementos cercanos, del día a día que nos debilitan en nuestro afán de salir avante.

Vivimos una economía golpeada, una crisis sanitaria mal manejada, proyectos legislativos prioritarios que tuvieron que encapsularse, fenómenos naturales que agravaron la atención por la pandemia, cierres de empresas grandes que invertían en nuestro país. En realidad, el balance general no ha sido favorable. Sin embargo, a pesar de todo lo negativo que ha ocurrido habremos de reconocer al pueblo mexicano por su resiliencia, su organización y por la intención de mantenerse bien informados a pesar de que lo real fluyó a cuentagotas. En un año negro como pocas veces ha vivido la humanidad, mal haríamos en simplemente descalificarlo, por el contrario, debemos hacer una profunda reflexión de lo que somos como sociedad y de las necesidades que debemos exigir a quienes hoy nos gobiernan.

Entendemos a la perfección que las pérdidas no requieren un simple pase de hoja, sin embargo, el hecho de que estemos aquí y ahora en un momento tan complejo, nos invita a ser felices a pesar de todo, a agradecer lo que tenemos y a enfocarnos en lo que queremos pero atendiendo a las necesidades del otro entendido no cómo otro ser humano, sino del otro como toda la vida que nos rodea. No es fácil y tampoco se vislumbra una mejoría absoluta en los próximos meses, sin embargo, con trabajo y esfuerzo de la mano tenemos la obligación de honrar nuestra estadía y la de nuestros seres queridos para cumplir el objetivo de ser feliz. Y sí, es importante celebrar, pero más aún reflexionar y cuidar, así que quedémonos en casa.

Los cierres de año usualmente vienen cargados de una energía gastada, pero con montones de agradecimiento y un espíritu renovado en espera de una mejor perspectiva en todos los aspectos de la vida. Por un lado, el amor, por el otro el dinero y la salud, son los deseos más recurrentes de millones de personas cada año que se reúnen en una especie de rito en donde destacan las multitudes celebrando el año que comienza.

Este año va a ser muy distinto en muchos sentidos, las playas fulgurantes por los fuegos artificiales están cerradas, los hoteles y restaurantes con paquetes de viandas y vinos sólo pueden atender para llevar, las familias no deben concentrarse porque es un enorme riesgo para la salud de quienes forman parte de grupos vulnerables, los regalos, gritos y vítores, serán opacados con la reflexión de aquellos quienes perdieron a algún familiar con motivo de la pandemia por Covid-19.

No cabe duda que muchas personas coinciden en que, al menos de forma simbólica, deberíamos eliminar el 2020 dado que las condiciones que ha generado la pandemia han sido catastróficas. Usualmente las pérdidas son un impacto grande en la vida de las personas. Perder un empleo, un negocio, la libertad de interactuar con otros seres humanos, la movilidad y, desde luego, perder un ser querido son golpes emocionales difíciles de superar.

Hemos registrado una gran cantidad de muertes de personalidades del mundo de la política, la ciencia, la cultura, el arte, el deporte y, en general, todos los ámbitos de la vida pública, sin embargo, la cercanía de ver morir a un padre, una madre, un hermano, una hija, son elementos cercanos, del día a día que nos debilitan en nuestro afán de salir avante.

Vivimos una economía golpeada, una crisis sanitaria mal manejada, proyectos legislativos prioritarios que tuvieron que encapsularse, fenómenos naturales que agravaron la atención por la pandemia, cierres de empresas grandes que invertían en nuestro país. En realidad, el balance general no ha sido favorable. Sin embargo, a pesar de todo lo negativo que ha ocurrido habremos de reconocer al pueblo mexicano por su resiliencia, su organización y por la intención de mantenerse bien informados a pesar de que lo real fluyó a cuentagotas. En un año negro como pocas veces ha vivido la humanidad, mal haríamos en simplemente descalificarlo, por el contrario, debemos hacer una profunda reflexión de lo que somos como sociedad y de las necesidades que debemos exigir a quienes hoy nos gobiernan.

Entendemos a la perfección que las pérdidas no requieren un simple pase de hoja, sin embargo, el hecho de que estemos aquí y ahora en un momento tan complejo, nos invita a ser felices a pesar de todo, a agradecer lo que tenemos y a enfocarnos en lo que queremos pero atendiendo a las necesidades del otro entendido no cómo otro ser humano, sino del otro como toda la vida que nos rodea. No es fácil y tampoco se vislumbra una mejoría absoluta en los próximos meses, sin embargo, con trabajo y esfuerzo de la mano tenemos la obligación de honrar nuestra estadía y la de nuestros seres queridos para cumplir el objetivo de ser feliz. Y sí, es importante celebrar, pero más aún reflexionar y cuidar, así que quedémonos en casa.