/ sábado 8 de junio de 2019

Henriette Sontag fue quien interpretó por primera vez el Himno Nacional Mexicano

Abril de 1854, Henriette Sontag arribó a la Ciudad de México en una carroza tirada por seis caballos. La aclamación de los mexicanos fue inmediata y estentórea. Los homenajes hicieron blanco en el ánimo de la nacida en Coblenza, Prusia, quien los agradeció con gracia y modestia. Venía contratada por dos meses por cien mil francos. Los conocedores aseguraban que Henriette era dueña de una de las voces más extraordinarias que jamás se habían escuchado. Y fue precisamente esta bella voz la que el 17 de mayo de 1854 en una función extraordinaria dedicada al presidente Antonio López de Santa Ana cantó el Gran Himno Nacional, escrito por Francisco González Bocanegra. Un poeta mexicano que había sufrido destierro junto con su familia.

La música fue de Giovanni Botesinni, director de la orquesta de la Compañía de la Ópera Italiana, pues aún no se escogía la música del concurso oficial. El éxito de Sontag fue esplendoroso. Para festejarlo se dieron reuniones, paseos, comidas y encuentros con lo más refinado de la cultura mexicana. Lamentablemente, luego de un paseo a Tlalpan la cantante cayó enferma, presentando los síntomas del cólera. Sontag guardó reposo, se agravó y falleció el 18 de junio de 1854. Contaba con 48 años. Las honras fúnebres se realizaron en la iglesia del convento de San Fernando. Con tristeza los mexicanos acompañaron a su última morada, el Panteón de San Fernando, a Henriette Sontag. Años después sus restos fueron trasladados a Alemania. Las crónicas relataron: “Hoy no tenemos palabras con que expresar la amargura que nos lleva la desaparición de este astro musical que cruzó nuestro horizonte como rápido meteoro”.

Esta soprano alemana pasó a formar parte de la historia de México y particularmente del Himno Nacional, ya que siendo el Himno de México, la primera vez que se escuchó no fue en la voz de mexicana o mexicano alguno, fue por la voz de una de las mejores sopranos del mundo. En la novela “Una Furtiva Lágrima”, de Manuel Villalpando, el autor nos narra la estadía de Henriette Sontag en nuestro país. En torno a la música, esta sería elegida la obra compuesta por Jaime Nunó, nacido en San Juan de las Abadesas, Provincia de Gerona, en Cataluña. En el año 1851 Nunó fue enviado de Barcelona a Cuba. En la isla conoció a López de Santa Ana, quien lo invitó a México para introducir mejoras en las bandas de música militar. Pero el 17 de mayo de 1854 su música no formaba parte del Himno Nacional Mexicano.

Abril de 1854, Henriette Sontag arribó a la Ciudad de México en una carroza tirada por seis caballos. La aclamación de los mexicanos fue inmediata y estentórea. Los homenajes hicieron blanco en el ánimo de la nacida en Coblenza, Prusia, quien los agradeció con gracia y modestia. Venía contratada por dos meses por cien mil francos. Los conocedores aseguraban que Henriette era dueña de una de las voces más extraordinarias que jamás se habían escuchado. Y fue precisamente esta bella voz la que el 17 de mayo de 1854 en una función extraordinaria dedicada al presidente Antonio López de Santa Ana cantó el Gran Himno Nacional, escrito por Francisco González Bocanegra. Un poeta mexicano que había sufrido destierro junto con su familia.

La música fue de Giovanni Botesinni, director de la orquesta de la Compañía de la Ópera Italiana, pues aún no se escogía la música del concurso oficial. El éxito de Sontag fue esplendoroso. Para festejarlo se dieron reuniones, paseos, comidas y encuentros con lo más refinado de la cultura mexicana. Lamentablemente, luego de un paseo a Tlalpan la cantante cayó enferma, presentando los síntomas del cólera. Sontag guardó reposo, se agravó y falleció el 18 de junio de 1854. Contaba con 48 años. Las honras fúnebres se realizaron en la iglesia del convento de San Fernando. Con tristeza los mexicanos acompañaron a su última morada, el Panteón de San Fernando, a Henriette Sontag. Años después sus restos fueron trasladados a Alemania. Las crónicas relataron: “Hoy no tenemos palabras con que expresar la amargura que nos lleva la desaparición de este astro musical que cruzó nuestro horizonte como rápido meteoro”.

Esta soprano alemana pasó a formar parte de la historia de México y particularmente del Himno Nacional, ya que siendo el Himno de México, la primera vez que se escuchó no fue en la voz de mexicana o mexicano alguno, fue por la voz de una de las mejores sopranos del mundo. En la novela “Una Furtiva Lágrima”, de Manuel Villalpando, el autor nos narra la estadía de Henriette Sontag en nuestro país. En torno a la música, esta sería elegida la obra compuesta por Jaime Nunó, nacido en San Juan de las Abadesas, Provincia de Gerona, en Cataluña. En el año 1851 Nunó fue enviado de Barcelona a Cuba. En la isla conoció a López de Santa Ana, quien lo invitó a México para introducir mejoras en las bandas de música militar. Pero el 17 de mayo de 1854 su música no formaba parte del Himno Nacional Mexicano.