/ jueves 20 de junio de 2019

Empresarios vs empresarios

El poder del Gobierno es innegable, tiene por un lado la fuerza pública y por el otro interviene en el mercado; la política económica se integra de acciones y decisiones que diariamente impactan en el país con el objetivo de brindar estabilidad y desarrollo, pero como sabemos, la Administración Pública ha cometido graves errores a lo largo de la historia, ocasionando crisis financieras.

Por ello la importancia de hacer contrapesos al Gobierno, de una óptima defensa de los intereses de empresarios nacionales. En la mesa de debate de los temas más relevantes, acuerdos internacionales, impuestos, programas y proyectos se necesita escuchar las voces de quienes dan trabajo miles de familias en la iniciativa privada.

Las Cámaras Empresariales son, en teoría, el recurso perfecto, el artículo cuarto de la Ley de Cámaras Empresariales y sus confederaciones las definen como instituciones que “representan, promueven y defienden nacional e internacionalmente las actividades de la industria, el comercio, los servicios y el turismo y colaboran con el Gobierno para lograr el crecimiento socioeconómico, así como la generación y distribución de la riqueza”. “Son órganos de consulta y colaboración del Estado. El gobierno deberá consultarlas en todos aquellos asuntos vinculados con las actividades que representan”.

El texto limita acciones, “no tendrán fines de lucro y se abstendrán de realizar actividades religiosas o partidistas”. Hoy veo debilidad en las cúpulas empresariales y es poca o nula la defensa de los intereses de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), ya que las transnacionales siguen aniquilándolas, los impuestos que estas pagan son mucho menores, además los monopolios y oligopolios actúan impunemente. Son muchas las Cámaras que luchan seriamente por sus agremiados. El poco beneficio que representa pertenecer a una Cámara a las PYMES ha ocasionado su declive, recordemos que el apogeo de grandes agrupaciones de empresarios según diversos estudios fue en la época de los 70 y 80.

La escasa representación se explica por la mezcla insana entre la clase política y la empresarial, como dato del día, se publicó en diferentes medios que el gobierno federal adjudicó de manera directa 8 de cada 10 contratos, el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó 71 mil 538 contratos para obras, adquisiciones o servicios, de los cuales 54 mil 957 fueron por adjudicación directa con un valor de 26 mil millones de pesos.

Dicha situación no es exclusiva de la actual administración, pues es un fenómeno que desafortunadamente tiene sus raíces desde hace más de tres décadas, donde solo pocos empresarios son apoyados por el gobierno. Toda la sociedad, no solo los dueños de un negocio, debemos preocuparnos ante el vacío de representación, pues al final de cuentas las PYMES emplean a 8 de cada 10 mexicanos.

Necesitamos de órganos intermedios fuertes y no se trata de que las cúpulas empresariales estén en constante pugna o sean opositoras por sistema. Se necesitan voces que protesten por las violaciones a la ley o a la vista de excesos. Los organismos empresariales deben seguir siendo la balanza para lograr mejores gobiernos.

El poder del Gobierno es innegable, tiene por un lado la fuerza pública y por el otro interviene en el mercado; la política económica se integra de acciones y decisiones que diariamente impactan en el país con el objetivo de brindar estabilidad y desarrollo, pero como sabemos, la Administración Pública ha cometido graves errores a lo largo de la historia, ocasionando crisis financieras.

Por ello la importancia de hacer contrapesos al Gobierno, de una óptima defensa de los intereses de empresarios nacionales. En la mesa de debate de los temas más relevantes, acuerdos internacionales, impuestos, programas y proyectos se necesita escuchar las voces de quienes dan trabajo miles de familias en la iniciativa privada.

Las Cámaras Empresariales son, en teoría, el recurso perfecto, el artículo cuarto de la Ley de Cámaras Empresariales y sus confederaciones las definen como instituciones que “representan, promueven y defienden nacional e internacionalmente las actividades de la industria, el comercio, los servicios y el turismo y colaboran con el Gobierno para lograr el crecimiento socioeconómico, así como la generación y distribución de la riqueza”. “Son órganos de consulta y colaboración del Estado. El gobierno deberá consultarlas en todos aquellos asuntos vinculados con las actividades que representan”.

El texto limita acciones, “no tendrán fines de lucro y se abstendrán de realizar actividades religiosas o partidistas”. Hoy veo debilidad en las cúpulas empresariales y es poca o nula la defensa de los intereses de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), ya que las transnacionales siguen aniquilándolas, los impuestos que estas pagan son mucho menores, además los monopolios y oligopolios actúan impunemente. Son muchas las Cámaras que luchan seriamente por sus agremiados. El poco beneficio que representa pertenecer a una Cámara a las PYMES ha ocasionado su declive, recordemos que el apogeo de grandes agrupaciones de empresarios según diversos estudios fue en la época de los 70 y 80.

La escasa representación se explica por la mezcla insana entre la clase política y la empresarial, como dato del día, se publicó en diferentes medios que el gobierno federal adjudicó de manera directa 8 de cada 10 contratos, el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó 71 mil 538 contratos para obras, adquisiciones o servicios, de los cuales 54 mil 957 fueron por adjudicación directa con un valor de 26 mil millones de pesos.

Dicha situación no es exclusiva de la actual administración, pues es un fenómeno que desafortunadamente tiene sus raíces desde hace más de tres décadas, donde solo pocos empresarios son apoyados por el gobierno. Toda la sociedad, no solo los dueños de un negocio, debemos preocuparnos ante el vacío de representación, pues al final de cuentas las PYMES emplean a 8 de cada 10 mexicanos.

Necesitamos de órganos intermedios fuertes y no se trata de que las cúpulas empresariales estén en constante pugna o sean opositoras por sistema. Se necesitan voces que protesten por las violaciones a la ley o a la vista de excesos. Los organismos empresariales deben seguir siendo la balanza para lograr mejores gobiernos.