/ miércoles 6 de noviembre de 2019

El golpe al federalismo

El Dr. Miguel Carbonell Sánchez señala que “el federalismo supone el reconocimiento de la existencia de fuerzas distintas del poder central, que tienen su propia sustantividad, y que en esa virtud reclaman un campo propio de acción jurídico-político, traducido -entre otras cosas- en la posibilidad de crear por sí mismos normas jurídicas”.

Cuando nos referimos a un Estado Federal, se llega a entender que la importancia descansa en un poder federal, en un poder que desde el centro organiza y ordena, sin embargo, la realidad es muy diferente, ya que la noción del federalismo no surge de un ente superior que atomiza el poder en territorios considerados estados o entidades.

Por el contrario, la fuerza de toda Federación o regímenes federales, se encuentra en su unión de todos los miembros. Son los estados lo que dan origen y naturaleza a la Federación, ya que sin la intención, la voluntad y el acuerdo de estos no habría de tener un gobierno federal. La razón de esa unión es el trabajo conjunto para beneficio de todos y no para un gobierno prácticamente unipersonal. La riqueza se ser un Estado Federal se encuentra en el hecho de que se buscan las mejores condiciones sociales, a través de intercambios, repartos y descentralización de las decisiones.

Tener estados, entidades, miembros que conformen una federación implica tener gobiernos más cercanos a la gente, más conocedores de las necesidades y, por lo tanto, la posibilidad de contar con un presupuesto suficiente y adecuado para cumplir con lo requerido. Renunciar al presupuesto es renunciar al federalismo, permitir que un Gobierno Federal sea quien distribuya y, peor aún, ejerza el presupuesto, es atentar contra el pacto federal que, además, se encuentra previsto en la Constitución desde luego y en la Ley de Coordinación Fiscal.

Lo que sucedió con el Seguro Popular no es tan grave en su desaparición (aún cuando es uno de los aspectos mejores calificados por la propia ciudadanía), como lo es en la posibilidad de arrebatar recursos a los estados para que sea el Gobierno Federal quien los ejerza a través del Instituto de Bienestar.

Una tarea tan noble como la salud puede verse seriamente nublada por los mismos intereses clientelares que han sido el sello de la actual administración. Ello porque esta reforma tiene visos claros de violación al federalismo que, durante muchos años, ha sido un logro a nivel nacional, donde las entidades federativas se encargan de brindar bienes y servicios no sólo para relevar a la Federación de esa obligación, sino porque es en la localidad donde se conocen las necesidades particulares.

Implica ejercer recursos que ni siquiera le corresponden, implica vulnerar la soberanía de los estados, implica violentar la armonía federal, implica de facto volver a un régimen central. No habrá estado que lo aguante y habrán de conciliar para recuperarlo, ya que de esa forma el gobierno unipersonal que tanto miedo nos da puede aparecer en cualquier momento bajo cualquier pretexto, cuando el objetivo es la clientela.

El Dr. Miguel Carbonell Sánchez señala que “el federalismo supone el reconocimiento de la existencia de fuerzas distintas del poder central, que tienen su propia sustantividad, y que en esa virtud reclaman un campo propio de acción jurídico-político, traducido -entre otras cosas- en la posibilidad de crear por sí mismos normas jurídicas”.

Cuando nos referimos a un Estado Federal, se llega a entender que la importancia descansa en un poder federal, en un poder que desde el centro organiza y ordena, sin embargo, la realidad es muy diferente, ya que la noción del federalismo no surge de un ente superior que atomiza el poder en territorios considerados estados o entidades.

Por el contrario, la fuerza de toda Federación o regímenes federales, se encuentra en su unión de todos los miembros. Son los estados lo que dan origen y naturaleza a la Federación, ya que sin la intención, la voluntad y el acuerdo de estos no habría de tener un gobierno federal. La razón de esa unión es el trabajo conjunto para beneficio de todos y no para un gobierno prácticamente unipersonal. La riqueza se ser un Estado Federal se encuentra en el hecho de que se buscan las mejores condiciones sociales, a través de intercambios, repartos y descentralización de las decisiones.

Tener estados, entidades, miembros que conformen una federación implica tener gobiernos más cercanos a la gente, más conocedores de las necesidades y, por lo tanto, la posibilidad de contar con un presupuesto suficiente y adecuado para cumplir con lo requerido. Renunciar al presupuesto es renunciar al federalismo, permitir que un Gobierno Federal sea quien distribuya y, peor aún, ejerza el presupuesto, es atentar contra el pacto federal que, además, se encuentra previsto en la Constitución desde luego y en la Ley de Coordinación Fiscal.

Lo que sucedió con el Seguro Popular no es tan grave en su desaparición (aún cuando es uno de los aspectos mejores calificados por la propia ciudadanía), como lo es en la posibilidad de arrebatar recursos a los estados para que sea el Gobierno Federal quien los ejerza a través del Instituto de Bienestar.

Una tarea tan noble como la salud puede verse seriamente nublada por los mismos intereses clientelares que han sido el sello de la actual administración. Ello porque esta reforma tiene visos claros de violación al federalismo que, durante muchos años, ha sido un logro a nivel nacional, donde las entidades federativas se encargan de brindar bienes y servicios no sólo para relevar a la Federación de esa obligación, sino porque es en la localidad donde se conocen las necesidades particulares.

Implica ejercer recursos que ni siquiera le corresponden, implica vulnerar la soberanía de los estados, implica violentar la armonía federal, implica de facto volver a un régimen central. No habrá estado que lo aguante y habrán de conciliar para recuperarlo, ya que de esa forma el gobierno unipersonal que tanto miedo nos da puede aparecer en cualquier momento bajo cualquier pretexto, cuando el objetivo es la clientela.