/ miércoles 4 de marzo de 2020

El desastre económico del coronavirus

A lo largo de la historia de la humanidad, por lo menos desde que se tiene registro fidedigno, los virus y bacterias que han aquejado la salud de la población mundial, han mutado de manera importante a pesar de los enormes esfuerzos de la medicina para combatir sus terribles consecuencias que, en muchos de los casos, se convierten en condiciones mortíferas que han mermado seriamente la cantidad de personas en el planeta.

La viruela fue una de las pandemias más serias de las que haya tenido registro la humanidad con más de 300 millones de muertes en todos los continentes, seguido del sarampión con 200 millones de decesos durante su contagio; posteriormente, la Edad Media vio como murieron 75 millones personas a causa de la peste bubónica contraída a través de parásitos en animales; a principios del siglo anterior la gripe española disminuyó en un 6 por ciento a la población mundial. Finalmente, se considera que el VIH ha sido otra pandemia de alcances importantes al haber infectado a muchas personas y causando la muerte a 25 millones de ellas.

La constante en los casos de esas pandemias descansa en el hecho de que la medición de las consecuencias prácticamente se reducía al número de decesos, sin embargo, en un sistema global como en el que nos encontramos, una pandemia de alcances importantes y mortandad alta, afecta las esferas médicas, sociales, políticas y económicas.

El Covid-19 coloquialmente denominado coronavirus ha sido el causante de afectaciones económicas de alcances impensables hace algunos años. Nada menos, la OCDE prevé que se registre una caída del PIB global por causa de dicha pandemia, generando inestabilidad y pérdidas económicas que no se registraban desde la reciente crisis mundial de 2008.

A nivel mundial, se han registrado casi 100 mil casos de personas infectadas con este virus, en nuestro país, hasta hace algunos días se registraron 4 casos confirmados. Dichos números, en voz de instituciones de salud tanto locales como federales, prevén que aumenten en una cantidad sumamente considerable, sin embargo, las alarmas están puestas en tener la suficiencia para la atención de casos de un mal que tiene una mortandad de cerca del 4 por ciento, especialmente en adultos mayores.

Así, independientemente de la baja mortalidad que provoca el Covid-19, las circunstancias que vivimos con esta situación nos dejan la lección clara del impacto que tienen hoy las condiciones de salud no solo para el bienestar mismo de la persona, sino los golpes económicos y sociales que va dando a su paso.

La emergencia mundial ha sido declarada y lo menos que podemos esperar es la coordinación, paciencia, entereza y coherencia de los organismos supranacionales y nacionales para afrontar una situación que, con responsabilidad, no tendría mayores implicaciones para la población mundial.

En nuestro país, las autoridades sanitarias deberán reforzar todo tipo de protocolos a implementar en estos casos a la par de una actitud responsable por parte de la ciudadanía quien habrá de atender a las medias implementadas por el Estado mexicano.

A lo largo de la historia de la humanidad, por lo menos desde que se tiene registro fidedigno, los virus y bacterias que han aquejado la salud de la población mundial, han mutado de manera importante a pesar de los enormes esfuerzos de la medicina para combatir sus terribles consecuencias que, en muchos de los casos, se convierten en condiciones mortíferas que han mermado seriamente la cantidad de personas en el planeta.

La viruela fue una de las pandemias más serias de las que haya tenido registro la humanidad con más de 300 millones de muertes en todos los continentes, seguido del sarampión con 200 millones de decesos durante su contagio; posteriormente, la Edad Media vio como murieron 75 millones personas a causa de la peste bubónica contraída a través de parásitos en animales; a principios del siglo anterior la gripe española disminuyó en un 6 por ciento a la población mundial. Finalmente, se considera que el VIH ha sido otra pandemia de alcances importantes al haber infectado a muchas personas y causando la muerte a 25 millones de ellas.

La constante en los casos de esas pandemias descansa en el hecho de que la medición de las consecuencias prácticamente se reducía al número de decesos, sin embargo, en un sistema global como en el que nos encontramos, una pandemia de alcances importantes y mortandad alta, afecta las esferas médicas, sociales, políticas y económicas.

El Covid-19 coloquialmente denominado coronavirus ha sido el causante de afectaciones económicas de alcances impensables hace algunos años. Nada menos, la OCDE prevé que se registre una caída del PIB global por causa de dicha pandemia, generando inestabilidad y pérdidas económicas que no se registraban desde la reciente crisis mundial de 2008.

A nivel mundial, se han registrado casi 100 mil casos de personas infectadas con este virus, en nuestro país, hasta hace algunos días se registraron 4 casos confirmados. Dichos números, en voz de instituciones de salud tanto locales como federales, prevén que aumenten en una cantidad sumamente considerable, sin embargo, las alarmas están puestas en tener la suficiencia para la atención de casos de un mal que tiene una mortandad de cerca del 4 por ciento, especialmente en adultos mayores.

Así, independientemente de la baja mortalidad que provoca el Covid-19, las circunstancias que vivimos con esta situación nos dejan la lección clara del impacto que tienen hoy las condiciones de salud no solo para el bienestar mismo de la persona, sino los golpes económicos y sociales que va dando a su paso.

La emergencia mundial ha sido declarada y lo menos que podemos esperar es la coordinación, paciencia, entereza y coherencia de los organismos supranacionales y nacionales para afrontar una situación que, con responsabilidad, no tendría mayores implicaciones para la población mundial.

En nuestro país, las autoridades sanitarias deberán reforzar todo tipo de protocolos a implementar en estos casos a la par de una actitud responsable por parte de la ciudadanía quien habrá de atender a las medias implementadas por el Estado mexicano.