/ martes 22 de marzo de 2022

El derecho a la educación 

Hace algunos años, tuve la fortuna de participar en el diseño y desarrollo de un programa de bachillerato para jóvenes infractores, quienes podían cursar sus estudios mientras cumplian su condena en un Centro de Readaptación. Fue tal el éxito del programa, que aún recuerdo con alegría la mirada de emoción de uno de los muchachos que recibió su diploma por haber concluido con éxito sus estudios. En ese momento pensé que si la educación le daba una esperanza a ese joven, quizá podría construir una conciencia en él, que podría modificar su conducta y por ende, transformaría su vida. Es decir, asumir a la educación como práctica de la libertad, como lo afirma Paulo Freire.

Pero hay que decirlo, la formación educativa en entornos de encierro conforman un panorama altamente complicado. Los espacios educativos que funcionan en instituciones penitenciarias crean sus actividades en un campo de tensiones continuas, hechas no solo por la particularidad de sus estudiantes, sino por un difícil contexto de funcionamiento en el que se viven las cuestiones de seguridad. El entorno limitativo de una prisión la convierte en un escenario muy complicado para los servicios educativos, cuyo objetivo, entre otros, es ayudar a las personas a tomar decisiones y, en consecuencia, asumir cierto control sobre sí mismos, y así alcanzar la reinserción social a través de un cambio drástico de comportamiento. Para esto habrá que promover la seguridad y la autoestima de las y los reclusos además de los conocimientos teóricos.

En teoría, sabemos que por la condición social, estar privado de la libertad o ser excluido históricamente en lo económico-social no deben constituir condiciones naturales que permitan la discriminación en el ejercicio del derecho a la educación. Por lo tanto, quien no reciba o no haga uso de este derecho pierde la oportunidad de pertenecer a la sociedad, a participar de manera real y constituirse en un ciudadano, que haga uso de sus derechos y cumpla con sus deberes a favor del desarrollo de la sociedad.

Es que, lo sabemos, las minorías más desfavorecidas son las personas que no tienen acceso a formarse, que aún no saben leer ni escribir, y en un mundo dominado por los mensajes escritos, el saber leer y escribir es considerado, como el conocimiento más elemental de todos y como una herramienta esencial para el progreso educacional. El trabajo consiste en que todos los grupos minoritarios tengan acceso al derecho de recibir educación, que permiten transformarse en mejor ser humano.

Por lo tanto, ésta constituye un medio para combatir la exclusión en la participación de la sociedad. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer en este contexto.


Las de chile seco

Quieren reducirlo a un programa alimentario, pero no. Las escuelas de tiempo completo tienen otro alcance pedagógico.


Hace algunos años, tuve la fortuna de participar en el diseño y desarrollo de un programa de bachillerato para jóvenes infractores, quienes podían cursar sus estudios mientras cumplian su condena en un Centro de Readaptación. Fue tal el éxito del programa, que aún recuerdo con alegría la mirada de emoción de uno de los muchachos que recibió su diploma por haber concluido con éxito sus estudios. En ese momento pensé que si la educación le daba una esperanza a ese joven, quizá podría construir una conciencia en él, que podría modificar su conducta y por ende, transformaría su vida. Es decir, asumir a la educación como práctica de la libertad, como lo afirma Paulo Freire.

Pero hay que decirlo, la formación educativa en entornos de encierro conforman un panorama altamente complicado. Los espacios educativos que funcionan en instituciones penitenciarias crean sus actividades en un campo de tensiones continuas, hechas no solo por la particularidad de sus estudiantes, sino por un difícil contexto de funcionamiento en el que se viven las cuestiones de seguridad. El entorno limitativo de una prisión la convierte en un escenario muy complicado para los servicios educativos, cuyo objetivo, entre otros, es ayudar a las personas a tomar decisiones y, en consecuencia, asumir cierto control sobre sí mismos, y así alcanzar la reinserción social a través de un cambio drástico de comportamiento. Para esto habrá que promover la seguridad y la autoestima de las y los reclusos además de los conocimientos teóricos.

En teoría, sabemos que por la condición social, estar privado de la libertad o ser excluido históricamente en lo económico-social no deben constituir condiciones naturales que permitan la discriminación en el ejercicio del derecho a la educación. Por lo tanto, quien no reciba o no haga uso de este derecho pierde la oportunidad de pertenecer a la sociedad, a participar de manera real y constituirse en un ciudadano, que haga uso de sus derechos y cumpla con sus deberes a favor del desarrollo de la sociedad.

Es que, lo sabemos, las minorías más desfavorecidas son las personas que no tienen acceso a formarse, que aún no saben leer ni escribir, y en un mundo dominado por los mensajes escritos, el saber leer y escribir es considerado, como el conocimiento más elemental de todos y como una herramienta esencial para el progreso educacional. El trabajo consiste en que todos los grupos minoritarios tengan acceso al derecho de recibir educación, que permiten transformarse en mejor ser humano.

Por lo tanto, ésta constituye un medio para combatir la exclusión en la participación de la sociedad. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer en este contexto.


Las de chile seco

Quieren reducirlo a un programa alimentario, pero no. Las escuelas de tiempo completo tienen otro alcance pedagógico.