/ miércoles 16 de junio de 2021

Dividir no es la respuesta

Los mejores resultados que he tenido la oportunidad de entregar durante mi paso como servidora pública han sido en equipo. Debido al gran respaldo que siempre he tenido no podría sostener que los logros que han impactado en la vida de las personas hayan sido manufacturados exclusivamente en lo personal. Mis equipos de trabajo, al conciliar diversas visiones y formar de operar, me demuestran que el liderazgo va más allá de decisiones unipersonales y que, mas bien, descansan en la unidad y el compromiso.

Las grandes naciones se han construido desde la unidad, desde los aspectos que identifican a una población para abanderar grandes causas y obtener logros que en menor número parecerían lejanos. Todas y todos los integrantes de una sociedad somos fundamentales para que camine, para que haya satisfactores y para que exista un resultado en el que todas las personas salgan beneficiadas.

Un verdadero estadista no sólo busca la aprobación popular, sino que busca construir políticas públicas para todos los sectores. Con la atomización de posturas política y, en concreto, partidos políticos, se entiende que las elecciones las gana una persona para gobernar en favor de ese 30, 40, 50 por ciento o el número de personas que hay votado por él, sin embargo, no hay postura más equivocada que esa.

Gobernar es un compromiso para todas y todos lo habitantes de la región que otorga la confianza. De hecho, lo más sencillo es mantener la aprobación de quien nos privilegió con su voto porque ya existe una base electoral que respalda esa decisión; el reto está en convencer con trabajo, con resultados y con entrega a quienes, por una u otra razón, no creyeron en el proyecto. Lamentablemente no todos los gobernantes están hechos para esa altura de miras.

Hoy vivimos una clara división alentada por algunos como si en otra época estuviésemos. El clasismo en su máxima expresión ha desdeñado a una clase social en nuestro país que ejemplifica la cultura del esfuerzo, que todos los días busca crecer en lo humano y en lo profesional teniendo en mente mejorar las condiciones de sus familias.

Pertenecer a la clase media no es tener abundantes recursos, incluso, son esas personas que se encuentran navegando en la delgada línea entre ese estatus y la pobreza por alguna circunstancia inusitada. Son quienes aportan con su trabajo, con su entereza y con su conciencia social a través de preparación académica y que se convierten en un crítico serio de los gobiernos, pero uno de los más fieles aliados en sus momentos críticos.

La empatía en catástrofes naturales, el apoyo en crisis económicas y humanas, el encuentro en proyectos para sacar adelante al país, las clases sociales se diluyen porque el objetivo está más allá de cuánto tiene uno y otro. México y particularmente su sociedad civil se caracterizan de cualquier otra población del mundo, por su solidaridad, por su bonhomía y por su calidez para sus semejantes. Dividir hoy no es la respuesta; el camino es integrar, es conciliar, es cohesionar y permitir que todas las voces sean escuchadas para vivir en paz y armonía. Hoy más que nunca deseamos y buscamos unidad, la cual propiciaremos desde donde estemos porque lo que todos queremos es que le vaya bien a México.

Los mejores resultados que he tenido la oportunidad de entregar durante mi paso como servidora pública han sido en equipo. Debido al gran respaldo que siempre he tenido no podría sostener que los logros que han impactado en la vida de las personas hayan sido manufacturados exclusivamente en lo personal. Mis equipos de trabajo, al conciliar diversas visiones y formar de operar, me demuestran que el liderazgo va más allá de decisiones unipersonales y que, mas bien, descansan en la unidad y el compromiso.

Las grandes naciones se han construido desde la unidad, desde los aspectos que identifican a una población para abanderar grandes causas y obtener logros que en menor número parecerían lejanos. Todas y todos los integrantes de una sociedad somos fundamentales para que camine, para que haya satisfactores y para que exista un resultado en el que todas las personas salgan beneficiadas.

Un verdadero estadista no sólo busca la aprobación popular, sino que busca construir políticas públicas para todos los sectores. Con la atomización de posturas política y, en concreto, partidos políticos, se entiende que las elecciones las gana una persona para gobernar en favor de ese 30, 40, 50 por ciento o el número de personas que hay votado por él, sin embargo, no hay postura más equivocada que esa.

Gobernar es un compromiso para todas y todos lo habitantes de la región que otorga la confianza. De hecho, lo más sencillo es mantener la aprobación de quien nos privilegió con su voto porque ya existe una base electoral que respalda esa decisión; el reto está en convencer con trabajo, con resultados y con entrega a quienes, por una u otra razón, no creyeron en el proyecto. Lamentablemente no todos los gobernantes están hechos para esa altura de miras.

Hoy vivimos una clara división alentada por algunos como si en otra época estuviésemos. El clasismo en su máxima expresión ha desdeñado a una clase social en nuestro país que ejemplifica la cultura del esfuerzo, que todos los días busca crecer en lo humano y en lo profesional teniendo en mente mejorar las condiciones de sus familias.

Pertenecer a la clase media no es tener abundantes recursos, incluso, son esas personas que se encuentran navegando en la delgada línea entre ese estatus y la pobreza por alguna circunstancia inusitada. Son quienes aportan con su trabajo, con su entereza y con su conciencia social a través de preparación académica y que se convierten en un crítico serio de los gobiernos, pero uno de los más fieles aliados en sus momentos críticos.

La empatía en catástrofes naturales, el apoyo en crisis económicas y humanas, el encuentro en proyectos para sacar adelante al país, las clases sociales se diluyen porque el objetivo está más allá de cuánto tiene uno y otro. México y particularmente su sociedad civil se caracterizan de cualquier otra población del mundo, por su solidaridad, por su bonhomía y por su calidez para sus semejantes. Dividir hoy no es la respuesta; el camino es integrar, es conciliar, es cohesionar y permitir que todas las voces sean escuchadas para vivir en paz y armonía. Hoy más que nunca deseamos y buscamos unidad, la cual propiciaremos desde donde estemos porque lo que todos queremos es que le vaya bien a México.