LA EPIDEMIA DE UNA NUEVA ENFERMEDAD
Alejandro Efraín Benítez Herrera
Como ya lo he expuesto en las publicaciones anteriores, todo esto es un profundo y grave tajo, que el coronavirus le ha propinado al orgullo del hombre; le ha abierto una herida tan profunda, que no es posible cerrarla y por ella mana una profusa sangría de dolor y pérdidas de toda índole; físicas, emocionales, sociales, económicas, políticas…
El Ejecutivo estatal, al principio de la contingencia tomó decisiones dolorosas e impopulares, pero necesarias, en aras de proteger y salvaguardar la salud y la vida de la población.
Nos hablan del regreso a la normalidad o de una nueva normalidad, esto será muy difícil de recuperar, nuestra antigua vida y normalidad han quedado hecha añicos, por lo que nos toca ahora reconstruirlas y fincar nuestros futuros individuales, familiares y colectivos, precisamente sobre los escombros de eso que el virus en un instante demolió.
Nos hablan del número de decesos y por ende se nos cuestiona el manejo de la pandemia, pero precisamente, este coronavirus nos ha mostrado nuestro yerros y equívocos, el virus se ha valido de que somos un país de enfermos, con una gran cantidad de obesos, diabéticos, hipertensos y con enfermedades degenerativas, eso es lo que realmente nos está matando. Por eso, este es el momento de hacer un alto y contemplar serias y sustanciales modificaciones en las políticas públicas en materia de educación y medicina preventiva, eso hay que contemplarlo y aprovecharlo a favor nuestro.
Hoy, la ciudadanía, debe entender las inquietudes y preocupaciones que vislumbramos, ya que si no se toma con verdadera seriedad el problema que se cierne sobre todos nosotros, los resultados podrían ser verdaderamente catastróficos.
El control de esta epidemia, no recae en su totalidad en los epidemiólogos o los expertos en Salud Pública, el control real, lo tienen los ciudadanos, lo tenemos todos nosotros, quienes, al actuar con responsabilidad y solidaridad, permitiremos directamente, que los Servicios de Salud sean mucho más eficientes y no lleguen a colapsar.
En este momento crítico, la Secretaría de Salud, requiere de la colaboración y participación de todas las instancias de gobierno, de todos los poderes que constituyen un estado, sin distingos partidistas o ideologías.
Es complicado poder escuchar a través de esos escombros y oír los gritos de la angustia, que provienen de lo más recóndito del alma de esas familias de deudos o de los pacientes conectados a un ventilador, gritos que se filtran a través de las grietas de la conciencia, por lo que se requiere que se guarde silencio, para poder escuchar a ese otro atrapado entre el derrumbe que desencadena la angustia, la confusión y el dolor.
Estos momentos de crisis, son los momentos de escuchar al ser, pero también al no ser, aguzar el oído, para atender los clamores del sin sentido, de ese dolor intempestivo, del trauma y de la muerte y de todo aquello que se esconde en las turbulencias del espanto. En estos momentos de desamparo, de víctimas, enfermos y cadáveres, todos somos deudos, en todos hay pérdidas y huecos que llenar.
Estos días de crisis, son los momentos de no dejarnos solos, de tratar de buscar los signos de la vida, es el momento de engarzar la emoción a la palabra, de articular el habla y el discurso propositivo.
Para finalizar quiero parafrasear a dos grandes en la historia de nuestros tiempos, el primero es un actor fundamental en el curso de esta pandemia. Li Wenliang, el primer médico que advirtió sobre el brote de un extraño virus y del cual derivó la actual pandemia, comentó unos días antes de morir por el propio coronavirus; “en una sociedad sana debería haber más de una voz”.
Y finalmente, Martin Luther King, expresó: “Puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco”.