/ miércoles 11 de noviembre de 2020

Conciliemos hombres, conciliemos mujeres… conciliemos México

En una resolución sin precedentes, el INE acordó recientemente la obligación de todos los partidos políticos para postular a, por lo menos, 7 mujeres dentro de las 15 candidaturas a gubernaturas que estarán en disputa durante las elecciones federales de 2021. Pero no sólo ello, sino que, un análisis profundo de la situación real del país y echando mano de acciones afirmativas, estableció que para la asignación de candidaturas se debe señalar niveles de competitividad, es decir, no postular a mujeres sólo en aquellas entidades en las que los pronósticos no favorezcan al partido político.

Desde luego, hay un impacto enorme en buena parte de la clase política que asume este acuerdo del máximo órgano electoral del país, aduciendo que ello implica una invasión de esferas constitucionales entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, ya que la determinación de las reglas en la materia, corresponden exclusivamente al Congreso de la Unión, para que el INE, en su carácter de órgano constitucional autónomo, sólo administre esa normatividad.

Haríamos mal en quedarnos en ese simple análisis competencial, porque, aunque puede ser debatible, el fondo es lo que interesa. Ese fondo que nos revela la baja participación de las mujeres en la vida pública, tan simple como que, de 32 entidades federativas, actualmente solo dos están siendo gobernadas por mujeres.

Podría parecer impositivo y, en voces de algunos, “discriminatorio para el género masculino e invasivo de la vida interna de los partidos”, sin embargo, como en todos los aspectos de la paridad que se han traído a la mesa de discusión, una decisión como la del INE se convierte en una acción afirmativa, es decir, generar el escenario adecuado para equiparar las condiciones de desigualdad que las mujeres hemos vivido durante siglos.

Hoy se abre un espacio de oportunidad para las mujeres que nadie debiera atreverse a cerrar y, por el contrario, deberíamos en conjunto, hombres y mujeres, poner el pie sobre la puerta para que no se vuelva a cerrar y se amplíe cada vez para mayor número de mujeres que con capacidad y esfuerzo están dispuestas a participar de las decisiones relevantes en su comunidad o el entero.

Este escenario que podría ser de reticencia para muchos, e incluso, algunas involucradas, es el momento ideal para construir en la base de la confianza y, por fin, trazar un piso parejo para todas y todos, en lo que lo único que haga diferencia es la capacidad. De hecho, las mujeres que han gobernado entidades federativas han tenido calificaciones y aprobaciones altas.

Esta resolución del INE no es un espacio para confrontar, es una llamada de conciliación entre géneros para que, con altura de miras, permitan lo mínimo que se requiere para alcanzar la igualdad sustantiva; es el momento perfecto para que, unidos, le demos una cara diferente a la administración pública en que las mujeres no compitan por género sino por dar mejores condiciones de vida a sus paisanos. En un momento así no cabe el odio ni el rencor porque ello es producto de la división y la ineficacia, sino que requerimos sembrar la inclusión y la unión en un país que últimamente se ha dolido seriamente de eso.

En una resolución sin precedentes, el INE acordó recientemente la obligación de todos los partidos políticos para postular a, por lo menos, 7 mujeres dentro de las 15 candidaturas a gubernaturas que estarán en disputa durante las elecciones federales de 2021. Pero no sólo ello, sino que, un análisis profundo de la situación real del país y echando mano de acciones afirmativas, estableció que para la asignación de candidaturas se debe señalar niveles de competitividad, es decir, no postular a mujeres sólo en aquellas entidades en las que los pronósticos no favorezcan al partido político.

Desde luego, hay un impacto enorme en buena parte de la clase política que asume este acuerdo del máximo órgano electoral del país, aduciendo que ello implica una invasión de esferas constitucionales entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, ya que la determinación de las reglas en la materia, corresponden exclusivamente al Congreso de la Unión, para que el INE, en su carácter de órgano constitucional autónomo, sólo administre esa normatividad.

Haríamos mal en quedarnos en ese simple análisis competencial, porque, aunque puede ser debatible, el fondo es lo que interesa. Ese fondo que nos revela la baja participación de las mujeres en la vida pública, tan simple como que, de 32 entidades federativas, actualmente solo dos están siendo gobernadas por mujeres.

Podría parecer impositivo y, en voces de algunos, “discriminatorio para el género masculino e invasivo de la vida interna de los partidos”, sin embargo, como en todos los aspectos de la paridad que se han traído a la mesa de discusión, una decisión como la del INE se convierte en una acción afirmativa, es decir, generar el escenario adecuado para equiparar las condiciones de desigualdad que las mujeres hemos vivido durante siglos.

Hoy se abre un espacio de oportunidad para las mujeres que nadie debiera atreverse a cerrar y, por el contrario, deberíamos en conjunto, hombres y mujeres, poner el pie sobre la puerta para que no se vuelva a cerrar y se amplíe cada vez para mayor número de mujeres que con capacidad y esfuerzo están dispuestas a participar de las decisiones relevantes en su comunidad o el entero.

Este escenario que podría ser de reticencia para muchos, e incluso, algunas involucradas, es el momento ideal para construir en la base de la confianza y, por fin, trazar un piso parejo para todas y todos, en lo que lo único que haga diferencia es la capacidad. De hecho, las mujeres que han gobernado entidades federativas han tenido calificaciones y aprobaciones altas.

Esta resolución del INE no es un espacio para confrontar, es una llamada de conciliación entre géneros para que, con altura de miras, permitan lo mínimo que se requiere para alcanzar la igualdad sustantiva; es el momento perfecto para que, unidos, le demos una cara diferente a la administración pública en que las mujeres no compitan por género sino por dar mejores condiciones de vida a sus paisanos. En un momento así no cabe el odio ni el rencor porque ello es producto de la división y la ineficacia, sino que requerimos sembrar la inclusión y la unión en un país que últimamente se ha dolido seriamente de eso.