Tlahuelilpan, 24 meses y la tragedia se desvanece
La tragedia que cobró la vida de al menos 137 personas en el estado de Hidalgo fue noticia internacional. Llegó a muchos rincones del planeta, acompañada de imágenes de personas aún en llamas, algunas caminaban otras eran ayudadas por vecinos del lugar.
Otras fotografías que dieron la vuelta al mundo mostraron cuerpos calcinados que, sin duda, permitían imaginar el dolor que sufrieron esas personas.
Tras la tragedia el gobierno federal hizo una serie de compromisos que, a decir de los sobrevivientes y los familiares de quienes murieron, no se han cumplido.
Por ello no ha sido posible reactivar la economía de las familias y de la zona donde aquella toma clandestina de hidrocarburo se encendió marcando para siempre a más de un centenar de familias.
Y encima de ello vino la pandemia por el coronavirus, la cual ha frenado aún más el crecimiento económico, además de arrebatar miles de vidas en el estado.
Quizá el virus ha provocado que las autoridades federales se olviden de destinar recursos a los apoyos prometidos y ello ha generado malestar en los ciudadanos afectados.
En consecuencia, la tragedia comienza a desvanecerse. La atención internacional se perdió. Las otras 31 entidades del país se muestran indiferentes. Y en Hidalgo poco se escucha al respecto.
Seguramente después de hoy, en que se conmemora el segundo aniversario de la explosión, Tlahuelilpan será olvidado nuevamente.
Pero las autoridades no pueden darse el lujo de olvidarse de las personas que requieren del apoyo institucional.
De lo contrario, el huachicoleo no sólo no desaparecerá en la región, sino que volverá a crecer, porque la gente requiere de un ingreso para resolver sus necesidades básicas.
En ese lugar, como en muchos otros del país, hay necesidad, pobreza y desesperación.
Y si las autoridades no actúan, entonces habrá ganado la delincuencia organizada, porque de nueva cuenta contará con las condiciones propicias para seguir robando el combustible de los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex).
¿CONGRESO PARALIZADO?
Pareciera que el Congreso local está en la congeladora, porque poco trabajo se observa.
En cada sesión se presentan y presentan iniciativas, pero en comisiones nada avanza. No hay señales de que los grupos de trabajo legislativo estén funcionando, de que se reúnan, analicen, debatan y dictaminen las propuestas.
Pareciera que no hay consensos, que no hay diálogo entre las diferentes bancadas para aprovechar las coincidencias y encontrar soluciones a las diferencias.
Un Congreso que pudiera estar atrapado en las aspiraciones personales, en los sueños de legislar a nivel federal o de encontrar el camino de la reelección.
Pero, ¿cómo buscar reelegirse con tan pobre productividad en beneficio de la sociedad? ¿Quién querrá votar por los que hoy ocupan una curul para que se queden otros tres años?
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