/ miércoles 20 de julio de 2022

A nada de la crisis hídrica

Los Rodríguez viven cerca de un río que les ayudaba a tener una vida sin lujos, pero apacible, ya que las huertas que tienen para consumo personal y un poco para producción destinada a la venta, se abastecen de los nutrientes y la afluencia del río cercano a sus propiedades. Si bien es cierto el caudal del río ha disminuido de forma importante desde que Roberto, el padre de familia, era niño, parecía sustentable y suficiente para mantenerse sin problemas. Sin embargo, desde hace dos años, la cantidad de agua en el río tarda mucho más en recuperarse en épocas de sequía lo que, aunado a la falta de lluvias, se ha vuelto en problemas importantes porque entonces ni lo sembrado ni los animales que crían han crecido lo suficiente, incluso, han perdido cosechas y un par de animales por la falta de agua.

Hay problemas a nivel mundial que tienen que ver con la naturaleza y, por lo tanto, con el desempeño de la humanidad en su conjunto, por lo que ni las decisiones gubernamentales ni el avance tecnológico puede paliar esas pérdidas ambientales que se recrudecen no con el paso de los años sino con lo hábitos de consumo humano que se acercan seriamente a la depredación y el consumo irresponsable.

A estas fechas, en nuestro país el 70 por ciento de los municipios no cuentan con el agua suficiente para su consumo lo que ha propiciado que el Gobierno de México declarara formalmente un estado de emergencia ante la falta de precipitaciones que tiene a presas y demás estructura de captación de agua a menos de una tercera parte de su capacidad con todo lo que ello trae consigo: falta de alimentos por cosechas perdidas y muerte de ganado, insuficiencia para el consumo humano, muerte de especies vegetales y animales de algunas regiones, además de paralización del servicio público de suministro.

En los gobiernos, la falta de infraestructura para captación de agua de lluvia, el desdén a los proyectos de tecnología sustentable, el olvido de energías renovables, la mala aplicación de la regulación en los permisos para explotación de fuentes de agua y poca concientización a la población para responsabilizarse sobre el consumo.

Pero buena parte del problema está en la sociedad civil incluyendo algunas empresas que han depredado las fuentes que parecían inagotables de agua y contaminado otras tantas, sin un cambio en la producción sustentable de sus productos importando más el negocio que el estrés que sufre el planeta. En las demás personas, el consumo irresponsable y desmedido, la falta de una cultura de consumo adecuado, la disminución de uso de productos que para su producción necesitan mucho de este satisfactor y una educación ambiental casi inexistente.

El problema no es endémico de México, ya que en el mundo, en los últimos 20 años, la frecuencia de las sequías ha aumentado en un 29 por ciento y el problema que parecía que era exclusivo de África, a pesar de agravarse en esa región del mundo, ya ha escalado a continentes como el asiático y europeo que anteriormente no tenían esa circunstancia tan compleja entendiendo que el punto no sólo está en la pérdida del líquido sino en la serie de situaciones que ello generará como una migración forzada.

Lo único positivo de este asunto es que estamos a tiempo de revertirlo tomando medidas como las que ya hemos mencionado y, sobre todo porque, naturalmente, las sequías son fenómenos cíclicos predecibles lo que puede propiciar que desde antes se prevean acciones concretas para afrontarlas, sin embargo, cada vez el margen de acción será mayor si no existe corresponsabilidad entre el gobierno y la población.


Los Rodríguez viven cerca de un río que les ayudaba a tener una vida sin lujos, pero apacible, ya que las huertas que tienen para consumo personal y un poco para producción destinada a la venta, se abastecen de los nutrientes y la afluencia del río cercano a sus propiedades. Si bien es cierto el caudal del río ha disminuido de forma importante desde que Roberto, el padre de familia, era niño, parecía sustentable y suficiente para mantenerse sin problemas. Sin embargo, desde hace dos años, la cantidad de agua en el río tarda mucho más en recuperarse en épocas de sequía lo que, aunado a la falta de lluvias, se ha vuelto en problemas importantes porque entonces ni lo sembrado ni los animales que crían han crecido lo suficiente, incluso, han perdido cosechas y un par de animales por la falta de agua.

Hay problemas a nivel mundial que tienen que ver con la naturaleza y, por lo tanto, con el desempeño de la humanidad en su conjunto, por lo que ni las decisiones gubernamentales ni el avance tecnológico puede paliar esas pérdidas ambientales que se recrudecen no con el paso de los años sino con lo hábitos de consumo humano que se acercan seriamente a la depredación y el consumo irresponsable.

A estas fechas, en nuestro país el 70 por ciento de los municipios no cuentan con el agua suficiente para su consumo lo que ha propiciado que el Gobierno de México declarara formalmente un estado de emergencia ante la falta de precipitaciones que tiene a presas y demás estructura de captación de agua a menos de una tercera parte de su capacidad con todo lo que ello trae consigo: falta de alimentos por cosechas perdidas y muerte de ganado, insuficiencia para el consumo humano, muerte de especies vegetales y animales de algunas regiones, además de paralización del servicio público de suministro.

En los gobiernos, la falta de infraestructura para captación de agua de lluvia, el desdén a los proyectos de tecnología sustentable, el olvido de energías renovables, la mala aplicación de la regulación en los permisos para explotación de fuentes de agua y poca concientización a la población para responsabilizarse sobre el consumo.

Pero buena parte del problema está en la sociedad civil incluyendo algunas empresas que han depredado las fuentes que parecían inagotables de agua y contaminado otras tantas, sin un cambio en la producción sustentable de sus productos importando más el negocio que el estrés que sufre el planeta. En las demás personas, el consumo irresponsable y desmedido, la falta de una cultura de consumo adecuado, la disminución de uso de productos que para su producción necesitan mucho de este satisfactor y una educación ambiental casi inexistente.

El problema no es endémico de México, ya que en el mundo, en los últimos 20 años, la frecuencia de las sequías ha aumentado en un 29 por ciento y el problema que parecía que era exclusivo de África, a pesar de agravarse en esa región del mundo, ya ha escalado a continentes como el asiático y europeo que anteriormente no tenían esa circunstancia tan compleja entendiendo que el punto no sólo está en la pérdida del líquido sino en la serie de situaciones que ello generará como una migración forzada.

Lo único positivo de este asunto es que estamos a tiempo de revertirlo tomando medidas como las que ya hemos mencionado y, sobre todo porque, naturalmente, las sequías son fenómenos cíclicos predecibles lo que puede propiciar que desde antes se prevean acciones concretas para afrontarlas, sin embargo, cada vez el margen de acción será mayor si no existe corresponsabilidad entre el gobierno y la población.